¿Es o no es verdad? Dictadura negra y dictadura roja

Su discurso ante el parlamento alemán, hace una semana, fue una lección sobre la esencia del derecho. Y, de refilón, lo fundamental que debe poseer el político. La lección magistral del Papa Ratzinger enriquece y pone al día los conceptos fundamentales del derecho. Copio un párrafo de ese...

Su discurso ante el parlamento alemán, hace una semana, fue una lección sobre la esencia del derecho. Y, de refilón, lo fundamental que debe poseer el político. La lección magistral del Papa Ratzinger enriquece y pone al día los conceptos fundamentales del derecho. Copio un párrafo de ese discurso: “El criterio último y la motivación del político no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política debe ser un compromiso con la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente el político buscará el éxito, que de por sí le abre la posibilidad de la actividad política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho”. “El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma abre la puerta a la desvirtuación del derecho, a la destrucción de la justicia. Quita el derecho y entonces qué distingue al Estado de una banda de bandidos”, dijo en cierta ocasión San Agustín. ¿Así que, en el lejano siglo IV a. C. ya existían los políticos y sus pandillas de bandidos? El Papa hablaba ante una audiencia que conocía muy bien la historia de “cómo, en Alemania, el poder se separó del derecho, se enfrentó contra el derecho; cómo se pisoteó el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada que podía amenazar al mundo entero y empujarlo hasta el borde del abismo.” En otro discurso evocó los sufrimientos que soportaron no sólo los alemanes que “sufrieron la brutalidad de la cruz esvástica, sino los que padecieron el salvajismo de la hoz y el martillo. Y añadió que las dictaduras nazi y comunista produjeron “el efecto de lluvia ácida sobre la fe cristiana”. Graficó de forma más comprensible lo que fueron las “etapas negras y las etapas rojas”, en aquellos tiempos turbulentos de los años 30, que dejaron los países en donde gobernaron como “tierra quemada”. Y advirtió que, en nuestros días ningún país está libre del peligro que amenaza el derecho la justicia y la paz. Estas luminosas palabras vienen muy a cuento cuando vemos cómo se legislan normas que, lejos de cumplir la sustancia del derecho son métodos dizque legales para el amedrentamiento, persecución y represión. Es más, los conceptos universales del derecho, confirmados por el pontífice - esta vez en calidad de lúcido jurista - nos llegan justo cuando se avecinas las elecciones judiciales. En ellas, la ciudadanía se expresará a favor o en contra del derecho y/o la justicia. Pecaría de simplista si no citara, aunque sea muy brevemente, la actuación del Papa, teólogo ecuménico, cuando se reunió con los hermanos luteranos, en Erfurt, la ciudad de Lutero y les invitó a caminar justos por el camino de la fe cristiana. Así mismo, el pontífice humanista confirmó “la importancia de la ecología” una ciencia y una política que no se limita a la tierra sino implica también una ecología del hombre expresada en los tiempos modernos en la fórmula de la Declaración de los Derechos Humanos. Tan profunda ha sido la doctrina que Benedicto XVI ha expuesto en su primer viaje su país natal, que los pensadores y los políticos deberán referirse a esos conceptos como referencia a la verdad, la justicia, la paz y el bienestar de la humanidad del mundo civilizado.

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