Una movilización ciudadana

El bloqueo de las mil esquinas en la ciudad de La Paz el pasado viernes 16 de septiembre superó toda convocatoria y toda expectativa. En mis recuerdos personales como periodista y como historiadora, el paro fue el más fuerte que conocí. Recuerdo especialmente la huelga general en noviembre de...

El bloqueo de las mil esquinas en la ciudad de La Paz el pasado viernes 16 de septiembre superó toda convocatoria y toda expectativa. En mis recuerdos personales como periodista y como historiadora, el paro fue el más fuerte que conocí. Recuerdo especialmente la huelga general en noviembre de 1979, cuando hasta los ataúdes estaban amontonados porque hasta los sepultureros cumplían la huelga general. Mas en otras zonas residenciales la cotidianeidad era normal.En octubre de 2003 no circulaban vehículos oficiales o privados, alguna gente en las calles y multitudes en el centro, en San Francisco. Sin embargo, en los comercios alejados, incluso en las confiterías barriales, la gente mantenía su rutina.En cambio, este viernes la respuesta fue completa. Haría mal la gestión municipal en creer que fue un apoyo incondicional a sus autoridades o a los partidos de la oposición. Mucho más se equivocaría el gobierno si argumenta que fue un paro obligado o que sólo el tema de los límites municipales estaba detrás de la medida.Sólo los editoriales de “La Razón” y de “Cambio” y los boletines de ABI (que además parecen escritos por la misma mano tanto por los contenidos como por el desconocimiento del idioma español) intentaron desmerecer la fuerza de una movilización de paceños y no paceños, habitantes de los barrios residenciales, de sus laderas, de sus extramuros.Me inclino a reconocer que la protesta tuvo mucho de auto convocatoria para expresar diferentes hastíos ante un poder nacional que agrede frecuentemente a las autoridades locales; que limita los recursos para sus proyectos; que afecta a sus ciudadanos notables con amenazas y cárceles; que alienta la violencia y la hostilidad y que mantiene un discurso agresivo y de conflicto permanente. Así comentaban los vecinos, sobre todo las amas de casa que suelen ser las más visionarias.El paro fue desde el centro a la periferia; unió a comerciantes minoristas con dueños de fábrica; a lustrabotas con intelectuales; a jóvenes con señoras; a médicos con maestros. En la víspera, como en soto voce, se pasó la consigna casi clandestinamente, de casa en casa. Aunque los colegios no cerraron puertas, las mamás acordaron no mandar a los chicos; aunque no había taxis, los vecinos no sacaron sus autos de los garajes. Los dueños de bufetes, consultorios, estudios, ¡ONGs!, clubes, les dijeron subversivamente a sus funcionarios: “si no puedes venir, no importa”. En la mañana, el vecindario de cada distrito salió a las esquinas desde el alba y el sistema de escuchas telefónicas y de inteligencia oficial ¡fracasó!Fue una movilización ciudadana, del vecino. La historia nos enseña que desde hace dos siglos los paceños tienen esa decisión ante los abusos, como bien describe Gabriel René Moreno. Mejor no provocarlos, sean o no nacidos en esta tierra, nunca serán sumisos. Prefieren el diálogo, la paz, pero no corcovean ante la provocación.

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