Reflexiones desde el Cursillo Nuestra juventud

Es que la juventud tiene la fuerza y el dinamismo que los empuja a vivir cada momento con mayor intensidad, por eso es necesaria la orientación, el acompañamiento para su formación; es necesario que esa vitalidad y dinamismo sean encauzados como cuando se encauza el agua para que no se...

Es que la juventud tiene la fuerza y el dinamismo que los empuja a vivir cada momento con mayor intensidad, por eso es necesaria la orientación, el acompañamiento para su formación; es necesario que esa vitalidad y dinamismo sean encauzados como cuando se encauza el agua para que no se desborde.En nuestros jóvenes vemos que este desborde da lugar a la desobediencia a los padres, a la irresponsabilidad en sus estudios, al irrespeto hacia sus maestros y su energía la vuelcan en actividades que los lleva a la pérdida de valores.Tenemos que entrar en un análisis profundo para buscar las causas de esta conducta, debemos ver la realidad familiar, política, económica y cultural en la que viven los jóvenes. En el plano familiar se nota la desintegración personal, pérdida de autoridad de los padres, falta de comunicación entre padres e hijos. En lo político los jóvenes carecen de fuertes ideales y convicciones profundas, están sujetos a los líderes y aprovechamiento de los líderes del momento. En lo económico, no tienen independencia en la mayoría por el desempleo, la pobreza y el trabajo mal remunerado. En lo cultural vemos que se agudiza la pérdida de valores éticos y religiosos.Ante esta realidad todos estamos llamados a recuperar a nuestra juventud del camino equivocado, padres, maestros, Iglesia y autoridades.Los padres tienen que hacer valer su autoridad y exigir respeto y obediencia no solo con la palabra sino con el ejemplo y el diálogo. Los maestros cumplir con su labor de educadores formando a esos jóvenes que pasan por sus aulas abiertos y expectantes ante las palabras del maestro. Maestro, no solo debes repartir conocimientos, debes formar, orientar, guiar. La Iglesia está llamada a través de sus agentes pastorales a comprender mejor la situación de los jóvenes.Los jóvenes de hoy necesitan de los hombres y mujeres de la Iglesia, un nuevo modo de pensar y de actuar, ser comprendidos en sus propios lenguajes y actitudes, necesitan una Iglesia más encarnada en la sociedad, que conviva con el quehacer juvenil. Las autoridades deben abrir espacios para su formación incentivando los deportes, promoviendo la cultura, organizando actividades y concursos en las diferentes áreas de la ciencia, relievándolas masivamente a través de los medios de comunicación, dándoles un lugar de importancia, motivando así a los jóvenes con premios que eleve su autoestima, su interés y la búsqueda de satisfacción en actividades sanas y que les permitan crecer como personas de bien. Pero también las autoridades deben controlar rigurosamente la venta del alcohol y de las drogas para impedir que se lastime y destruya lo más valioso que tenemos: nuestra juventud.

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