La fiebre en las sábanas

por una puesta de sol en la playa o por situaciones similares. Pero cuando la química, mediante ingesta (inhalada, inyectada, o por cualquier otro medio) intensifica esos estímulos y hace con eso, además, un jugoso negocio, no hacen falta más de dos dedos de frente para desaprobarlo.Eso está...

por una puesta de sol en la playa o por situaciones similares. Pero cuando la química, mediante ingesta (inhalada, inyectada, o por cualquier otro medio) intensifica esos estímulos y hace con eso, además, un jugoso negocio, no hacen falta más de dos dedos de frente para desaprobarlo.Eso está claro. Pero que además el negocio ese esté manejado por el crimen “organizado”, que reparte sus “utilidades” en la misma proporción que cualquier corporación capitalista y que  siempre carguen unos con los “beneficios” y otros con las “culpas”, no tiene la menor presentación.  Y eso es lo que pasa con las sustancias sicotrópicas ilegales. Con las mentadas “drogas”.Pero a pesar de lo esencialmente simple que es el asunto, unos países, en este caso Estados Unidos, tienen la desfachatez de “certificar” o “des certificar” a otros en esa que insisten en llamar “responsabilidad compartida” en la también mal llamada “guerra contra las drogas”.Entonces insistamos. En nuestras economías de mercado teologizado, la demanda es la que genera la oferta y por eso el circuito comienza allí: generando demanda para absurdos como “joyas” con las cuales atravesarse la nariz, las mejillas o cualquier parte del cuerpo (piercings) o sustancias sicotrópicas como la cocaína.Con una demanda tan fuerte, al ilegalizar el “negocio” se lo está poniendo en bandeja para la delincuencia organizada, de la cual son también magistrales precursores los estadounidenses: tráfico de drogas, de armas, réplicas de obras artísticas o tesoros arqueológicos, robo de vehículos, terrorismo, secuestro, tráfico de indocumentados, y hasta de alcohol cuando estaba “prohibido”.Cotizado ya en precios altísimos lo que se va a traficar, viene la distribución “naturalmente abusiva”. Se destina al productor un pequeño porcentaje, que no suele llegar ni al 10% del valor aplicado al producto para consumo final. En el perverso circuito están inmersos policías, aduaneros, políticos, de aquí y de allá y también bancos e “inversionistas”, generalmente “de allá” y que son los que se llevan la parte del león (con impunidad, además).En un artículo reciente Marcelo Gullo planteaba que “la crisis que atraviesan hoy, los Estados Unidos -más allá de cualquier recuperación posible de la economía norteamericana- es, más que una crisis económica, es una crisis estructural del poder norteamericano”.Pero en vez de asumirla y percatarse de que han des industrializado sistemáticamente su país y solo tienen especuladores financieros y de toda índole, en Washington siguen ocupándose de “certificar” y “des certificar” a otros, como si la fiebre estuviera en las sábanas.El resto del mundo no demorará en des certificarlos a ellos.

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