Una fauna violenta

El nombre mismo de “chuzar”, que es un regionalismo por  “pinchar” de alguna manera banaliza el hecho y parecería que no es sino una transgresión “leve”. No es así y, al contrario, detrás de esa banalización está parte de la aguda violencia política que desangra a Colombia...

El nombre mismo de “chuzar”, que es un regionalismo por  “pinchar” de alguna manera banaliza el hecho y parecería que no es sino una transgresión “leve”. No es así y, al contrario, detrás de esa banalización está parte de la aguda violencia política que desangra a Colombia hace más de medio siglo.La gravedad del asunto se percibe mejor cuando se sabe quiénes eran los espiados. “Eran” entre comillas, porque nadie puede asegurar rotundamente que esas prácticas no continúen.Los “chuzados” por excelencia son los políticos de oposición. En Colombia y en todo el mundo, porque conocer los movimientos del “enemigo” sigue siendo la mejor forma de anularlo. Pero en el caso colombiano, era el Poder Ejecutivo el que espiaba al Poder Judicial y con la “chuzada” comenzaba la secuencia que muy a menudo, culminaba con la desaparición física del “chuzado”.Que además fueran periodistas varios de los “chuzados” es un agravante, porque ya no es solamente una intromisión en la vida ajena, sino una herramienta para posteriores coacciones o hechos aún peores, como la eliminación, el asesinato. No es casual que precisamente en Colombia sea donde más se ha multiplicado el “sicariato”, o sea el “asesinato por encargo”, que se ha vuelto práctica tan común que ya ni siquiera es material para noticias periodísticas.De esa manera “chuzeadores” y “sicarios” comienzan a multiplicarse como seres simbióticos de una misma fauna terrorífica, que es la que caracteriza a la violencia política. Como todas las calamidades, se puede establecer cuándo y cómo comienzan, pero es imposible predecir hasta dónde llegarán.En el caso colombiano la violencia tiene varias épocas, más o menos identificables. La violencia partidista, cuando liberales y conservadores se mataban unos a otros por controlar el aparato del Estado y acaparar sus “beneficios”.Cuando resolvieron “turnarse” para gobernar, parecía haber desaparecido el motivo principal de la violencia. Pero no era así, porque liberales y conservadores eran solo una parte de la población y los excluidos eran cada vez más. Entonces aparecieron las guerrillas.En vez de buscar la inclusión y la equidad, la respuesta de los que acaparaban, especialmente la tierra, fue armar “contraguerrillas” paramilitares, que muy rápido se les salieron de las manos y acabaron enfrentando a los paramilitares con sus antiguos “contratadores”.A esa altura, la demanda creciente de cocaína desde los Estados Unidos les sirvió a todos los violentos para “financiar” sus operaciones. Es un fenómeno estructural complejísimo, aunque algunos, como Uribe Velez, todavía se empecinen en sostener que en Colombia “no hay conflicto, sino terrorismo”.Lo que pasa con todos los conflictos: se sabe cuándo y cómo comienzan. Imposible saber cuándo y cómo acaban.

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