Otra ley con incoherencias

La incoherencia entre los principios que se dice promover y las acciones reales que se efectúan, se han hecho cada vez más cotidianas. Sin embargo, no generan un rechazo automático en todos los casos, porque responden a elementos “coherentes”, a un principio al que aparentemente obedecen y...

La incoherencia entre los principios que se dice promover y las acciones reales que se efectúan, se han hecho cada vez más cotidianas. Sin embargo, no generan un rechazo automático en todos los casos, porque responden a elementos “coherentes”, a un principio al que aparentemente obedecen y que les otorga  sentido. Por ejemplo, se acaba de promulgar la Ley de Revolución Productiva Comunitaria y Agropecuaria. En un país que pretende impulsar la productividad agrícola, tiene mucho sentido plantear una ley de esa naturaleza, que plantee  seguridad para la inversión y comercialización empresarial en ese campo. Medidas como el seguro agropecuario, la creación de la fábrica de fertilizantes; el banco de provisión y producción de semillas; la empresa de apoyo a la comercialización comunitaria; la empresa de mecanización del agro y tecnificación y la empresa pública de agua, guardan sentido con esta mentalidad productiva. No hay que ser un experto en economía para entender que esta visión es altamente capitalista, desarrollista, puesto que supone la explotación de la tierra y su mercantilización. Pero ¿Es así como se pretende proteger a la mentada “madre tierra”? He aquí un primer elemento de incongruencia. Se sostiene un discurso de respeto hacia la “Pachamama” pero se busca explotarla exponencialmente. Otro elemento de incoherencia está vinculado con los “beneficiarios” de esta ley. Se supone que se pretende combatir la pobreza, pero ¿Quiénes se beneficiarán, con los créditos y las inversiones subsecuentes? Los campesinos poseedores de minifundios, no podrán alcanzar semejantes escalas de producción. Quienes verán altamente incrementadas sus arcas serán las pocas familias de los grandes empresarios –generalmente emplazados en el oriente– que cuentan con todos los avales, recursos y demás privilegios para acceder a préstamos y mejorar sus ganancias.  Lo peor de todo esto, es el mensaje educativo que se está instalando y naturalizando en la sociedad boliviana con este comportamiento: Se puede ser incoherente, mientras aparentes coherencia discursiva. Lo cual, en realidad es doblemente incoherente. La coherencia, entendida como una conexión armónica entre lo que se dice, se siente y se hace, (planteamiento profundizado por el movimiento humanista siloista) está lejos de ser una realidad en Bolivia.

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