Puno, prueba de fuego

el gobierno peruano no le presta al conflicto toda la atención que merece y todavía lo vemos como un asunto secundario en los medios de información, tanto peruanos como bolivianos.La información más reciente dice esto: “Un promedio de 6 mil pobladores de los distritos de Desaguadero,...

el gobierno peruano no le presta al conflicto toda la atención que merece y todavía lo vemos como un asunto secundario en los medios de información, tanto peruanos como bolivianos.La información más reciente dice esto: “Un promedio de 6 mil pobladores de los distritos de Desaguadero, Kelluyo, Pizacoma, Huacullani y Zepita, se movilizaron hasta el puente Internacional de Desaguadero para hacer oír su voz de protesta, luego de que el Consejo de Ministros no tomara en cuenta las demandas de los distritos del sur respecto a las concesiones mineras, Pasada la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del Perú, los bloqueos intermitentes de carreteras marcaron la reanudación de la huelga indefinida contra concesiones mineras en la región Puno.El asunto aumenta en complejidad porque los dirigentes aimaras no cesan de recordar que fueron un pueblo que nunca se sometió ante el poder de los incas del Cusco y que la sobrevivencia orgullosa de su lengua es la demostración más clara. Además, tienen muy presente que durante la gran rebelión de Túpac Amaru, los líderes de la fase aimara fueron más radicales que el cacique de Tungasuca y sostuvieron mucho más tiempo el control del altiplano.Edlan Vera, periodista peruano, es uno de los pocos que ha pedido profundizar en el tema y no tratarlo como un conflicto social más. El dice que detrás del conflicto antiminero de los aimaras de Puno “tenemos un insumo para ir dialogando sobre la fuerza civilizatoria de la cultura andina que, más allá de las concesiones a los mineros depredadores, nos enseña sobre el valor y ubicación del hombre en el mundo, el rol civilizador de la reciprocidad y la vida comunal, el potencial de la ciudadanía étnica en un país diverso, la insensatez de los prejuicios sobre el hombre andino, las inconsistencias del supuesto modelo económico neoliberal intocable, las grietas de la fuerza civilizatoria de Occidente.Aunque se lo menciona profusamente, inclusive como atractivo turístico, el culto a la Pachamama es, especialmente para los aimaras, posiblemente lo más destacado de su cultura. Y algo que no admiten matices.La divinidad Pachamama representa a la Tierra, pero no solo el suelo o la tierra geológica, así como tampoco solo la naturaleza; es todo ello en su conjunto. No está localizada en un lugar específico, pero se concentra en ciertos lugares como manantiales, vertientes, o apacheta. Pero es una deidad inmediata y cotidiana, que actúa directamente, por presencia y con la cual se dialoga permanentemente, ya sea pidiéndosele sustento o disculpándose por alguna falta cometida en contra de la tierra y todo lo que nos provee.Entonces, no debe extrañar que si el Estado concesiona territorios cercanos al monte tutelar Khapia para fines de explotación minera, los aimaras puneños reaccionaran con gran indignación. Se trata de un lugar sagrado, no hay más vueltas sobre el tema. Es una verdadera prueba de fuego para Ollanta Humala, que debe asumir la presidencia del Perú el próximo mes.

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