Recordando a mamá

Mamá: todavía te veo ocupada en el huertillo cortando las flores que agonizaron esa tarde. Miro tus ojos enormes en los que siempre navegaba alguna estrella y tus manos fatigadas, escarmenando vellones.Los días transcurrían redondos y calmos hasta que llegaban mis dos amigas del alma: Teresa...

Mamá: todavía te veo ocupada en el huertillo cortando las flores que agonizaron esa tarde. Miro tus ojos enormes en los que siempre navegaba alguna estrella y tus manos fatigadas, escarmenando vellones.Los días transcurrían redondos y calmos hasta que llegaban mis dos amigas del alma: Teresa Sucre y Adela Ribera con quienes llevaba a cabo  aventuras que alborotaban toda la casa y ponían tus ojos húmedos y azorados.¿Te acuerdas, mamá?Una vez el río Chiquito bajó turbio y espumoso. Fue después de una tormenta parecida a las que narra la Biblia. No pasaría mucho rato cuando vi a Chulacha y Jalito (Teresa y Adela) llegar alborozadas. Vamos al río – me propusieron – Está terrible; carga todos los espantos del infierno. Tú, madre, adivinando nuestros deseos dijiste: No vayan al río, cuando está de avenida; es peligroso.  Lo miraremos sólo desde lejos- aseguramos.Realmente, ronco de espanto y fuera de su cauce, se llevaba árboles, troncos y chircas. Miedosas, nos dedicamos a recoger - con un palo - algunas tharacas y pequeñas ramas… Al cabo de una media hora el río perdió algo de su fiereza, entonces decidimos columpiarnos de las ramas de uno de los sauces orilleros. Una tras otra competíamos a quién llegaba más adentro del río. Cuando el juego perdió su encanto, Chulacha propuso: “Nos lancemos las tres juntas”. Bien agarradas al gajo, tomamos impulso y ¡zas! volamos. De pronto la risa se nos atoró porque- como adobes – caímos en las aguas revoltosas. Al ver el desastre, mi hermano que no nos perdía pisada, gritó a todo pulmón:-    ¡Auxilio…!  ¡El río se lleva a las tres locas…!  ¡Auxilio…!Las olas nos arrastraban como a tharacas.  Jalito – buena nadadora, saltó junto con una ola y se prendió de unas chircas. Salió temblando. Mi hermano pudo alcanzar a Chulacha un palo largo y a jalones, la sacó a duras penas. Yo seguía a merced del río. Unas olas me botaban a la orilla y otras, me recogían. Mi madre, desesperada corría entre la maleza gritando. De pronto vi  un árbol gigante que la fuerza de las aguas lo había sacado de cuajo pero que no consiguió arrastrarlo. Entre sus gajos quedé atorada. Me rescataron boqueando, con los ojos revueltos y vomitando agua con barro.Esa vez, mamita, no me reñiste, tus ojos parecían la noche y en tu voz había lágrimas: Creí que te perdía para siempre, fue lo que dijiste. Apretándome en tus brazos.-    Otro hecho que no acabó en desastre por gracia de Dios, fue que Chulacha “se prestó” unos cigarrillos de su padre. Provistas de un platito de barro y unos fósforos nos metimos al agujero del perchel  de chala. Este, felizmente, estaba mojado por una lluvia descarriada que llegó de no sé de dónde, la noche anterior. Bien, cada quien prendió un cigarrillo y ahí estuvimos pite que pite, tratando de sofocar nuestros ahogos. Mi hermano que andaba pajareando por las cercanías vio el humito y dio la voz de alarma: ¡El perchel se quema…!  ¡El perchel se quema…! Mamá botó las ropas que cosía y organizó las acciones de salvataje: Peones, empleadas, hermanos y hermanos provistos de ollas, cacerolas, latas y tinajas fueron en tropel hasta la acequia que llena de agua regaba el rastrojo. Mi hermano subido a una escalera recibía los recipientes y zampaba el agua en el agujero. Nuestros cigarros se pagaron y nosotros quedamos quietas, desoladas... Mojadas hasta los tuétanos fuimos apareciendo de una en una ante la sorpresa de tanto “bombero”. Mi hermano, entusiasmado seguía gritando: ¡Más… más…! Quizá los cigarros sigan encendidos adentro. Algún comedido corrió a la casa por el “santo remedio”. Tú, mamita – brava como un volcán - diste la orden: Saca a tu hermana de los pelos. Mi hermano procedió en el acto. ¿Qué hago con las otras? Igual.¡Dios mío! – lloraste - El perchel pudo incendiarse y ustedes hubiesen quedado con sus caritas quemadas.Entonces tomando el “santo remedio” que alguien te alcanzaba con insistencia, me diste el chicotazo más ardiente en el poto mojado. Mis dos amigas – en silencio- se agacharon ofreciéndote el suyo.-    Quién fue la de la idea?- preguntaste. Las tres callamos. Como Chulacha tenía la cabeza más gacha.- Dijiste- Las tres son unos demonios pero esta Teresita es la peor…-    Un tercer caso que no olvidaré es el siguiente. Era el tiempo de la maduración de las peras. Los árboles repletos mostraban las frutas como campanitas doradas. Yo ágil como una ardilla, me trepé a lo más alto para sacudir gajo tras gajo. Las peras caían como pedradas y mis dos amigas, en fiesta, las recogían. Ya al final me subí a un gajo extendido que parecía agradecer a Dios tanta frutación. Lo sacudí con mi pie, resbalé y caí. Las peras llegaron hasta el suelo; yo quedé suspendida de mi pantalón, que rasgado, me sostenía cabeza abajo, como una plomada. A los angustiosos gritos de mis amigas salieron todos los habitantes de mi casa. A Chulacha y Jalito se les acabó el habla. Sólo consiguieron señalarme con su dedo.-    Tenía que hacer una de las suyas esta “Cabeza de Marlo” habías dicho, mamá. Alguien avispado corrió por una frazada que la sostuvieron por los cuatro  puntas, justo debajo de donde yo pendía “patas arriba”. Yo sentía que la rasgadura iba en aumento a cada instante. Pronto iba a quedar suelta.Mi hermano al ver lo gracioso de la situación proponía a gritos: Déjenla que madure como las peras.  Algún día caerá, de por sí.Mamá. Han pasado muchos años ¿Sabes? La casa sin los sauces que nos daban tanta sombra está indefensa ante los años que corren, el río Chiquito es una lágrima, un reguerito al que los poetas no cantan;  ya no muestra los lampazos que acompañaban su cause ni éste, tiene la riqueza de los berros ni de los juncos violetas. Se acabaron los percheles de maíces y de chala y los perales han muerto.  Sin embargo de los años, aún me duelen tus sustos y tus lágrimas y ahora que me puse a enhebrar  tantos momentos, en mi pecho, siento instalada la nostalgia.Tarija, 27 de mayo 2011

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