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Cuando el río suena…

No es fácil ahora conciliar las razones del gobierno con el descontento general, puesto que en nuestra economía la estabilidad de los precios de los carburantes ha sido también la base de la estabilidad en la economía doméstica en general. Y es obvio inferir que todo se reajustará, que todo...

No es fácil ahora conciliar las razones del gobierno con el descontento general, puesto que en nuestra economía la estabilidad de los precios de los carburantes ha sido también la base de la estabilidad en la economía doméstica en general. Y es obvio inferir que todo se reajustará, que todo sufrirá una importante modificación con o sin negociación. La primera reacción fue el paro general del transporte.En los países vecinos el costo de vida, sin lugar a dudas, es mayor al de Bolivia. Los carburantes tienen un costo mucho mayor, justamente por esta razón el gobierno, a través de una campaña mediática en los días precedentes, puso en conocimiento de la población. El gas licuado, sin ir lejos, resulta cuatro veces más caro en algunas zonas fronterizas. Y a la inversa, para quienes venían del exterior, la vida en Bolivia les resultaba una ganga, un regalo, es decir que con pocos dólares podían vivir cómodamente.Quiero recordar también que desde años atrás, cisternas transportadoras de combustible viajaban cargadas tanto de ida como de vuelta; llegando con el diesel importado, pero regresando también ¿cargados? ¿Con qué? Eso ya no era fácil de entender. A ello hay que sumar surtidores donde casi nunca tenían gasolina, trailers con depósitos de diesel gigantes, instalación de surtidores unos frente de otros, ninguno de GNV a mitad de trayectos largos, entre otros que despertaban cierta susceptibilidad respecto del contrabando.También incomprensible por qué se tardó tanto en arreglar esta situación. No son diez  ni veinte años; entiendo que data de más de treinta años que esta diferencia de precios con los países vecinos ha sido notable y una permanente tentación -y acción- de contrabando. Lo doloroso es que siendo el país más pobre del continente sur, subvencionemos el combustible a los vecinos cuya economía ha estado siempre mejor. ¿Será que ahora es la oportunidad? ¿La supuesta solidez de nuestra economía resistirá este ajuste? ¿Las reservas que nos han dicho que existen serán un respaldo suficiente? Esperamos que este golpe duro a la economía de todos no sea una medida más, sino que constituya parte de una política sólida de fortalecimiento de la economía nacional, una base real para una vida más digna para todos.


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