Mejor ir con cautela

Pero desde el punto de vista de un economista los bancos están definidos no por lo que parecen, sino por lo que hacen. Lo esencial de la banca es la manera como promete acceso inmediato de efectivo a aquellos que colocan dinero a su cuidado, aun cuando invierten la mayoría de ese dinero en...

Pero desde el punto de vista de un economista los bancos están definidos no por lo que parecen, sino por lo que hacen. Lo esencial de la banca es la manera como promete acceso inmediato de efectivo a aquellos que colocan dinero a su cuidado, aun cuando invierten la mayoría de ese dinero en activos que no pueden liquidar de un momento a otro. Cualquier institución que haga esto es un banco, aunque prefiera no llamarse así.

 

Eso, por cierto, no es nuevo y ya en las depresiones de la economía estadounidense a principios del siglo pasado, los protagonistas fueron “fideicomisarios”, que actuaban como bancos, pero no tenían las regulaciones de la banca regular.

 

En la última crisis (es decir la que aún estamos soportando y sería mejor llamarla “la más reciente”, porque con seguridad que la última no será) también tuvo un protagonismo espectacular el “sistema bancario a la sombra”, o banca paralela, que es la que una y otra vez emerge, después de cada crisis, amparada en las olas desreguladoras que los neoliberales no dejan de provocar, sin escarmentar a pesar de las reiteradas quiebras de bancos.

 

Porque cuando los que están “a la sombra” provocan una burbuja, no es raro que hagan quebrar también a la banca tradicional o clásica.

 

En Bolivia tuvimos nuestra propia experiencia de “banca a la sombra” como efecto colateral del 21060. Se llamó “FINSA” ¿Recuerdan?

 

Lo raro (y lo peligroso) es que esas malas experiencias se olvidan muy pronto y el “esquema Ponzi” se repite una y otra vez. El esquema Ponzi es una operación fraudulenta de inversión, que implica el pago de prometedores o exagerados rendimientos (o utilidades).

 

Esta estafa consiste en un proceso en el que las ganancias que obtienen los primeros inversionistas son generadas gracias al dinero aportado por los nuevos inversores que caen engañados por las promesas de obtener grandes beneficios. El sistema sólo funciona si crece la cantidad de nuevas víctimas. Es una forma sofisticada de pirámide económica.

 

En tiempos de cambio estas situaciones son más peligrosas y en Bolivia estamos precisamente en tiempos de cambio. Eso obliga a que seamos más cuidadosos, que aprendamos a reconocer una especulación y a extremar precauciones. A eso nos referíamos ayer, cuando comentábamos las expectativas por el oro que, con seguridad, existe en nuestro país, aunque quizás no en las proporciones que hicieron que se lo pusiera por encima de los hidrocarburos. Quizás sí, pero, por ahora, mejor no especulemos.


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