Banca mundial se sale con la suya

A todas luces, se trata de reformas que no garantizan el suficiente capital de respaldo que deben tener los bancos para que no sean rescatados con el dinero de todos los contribuyentes y evitar más crisis financieras.   A pesar de los meses de reuniones que sostuvieron los representantes de los...

A todas luces, se trata de reformas que no garantizan el suficiente capital de respaldo que deben tener los bancos para que no sean rescatados con el dinero de todos los contribuyentes y evitar más crisis financieras.

 

A pesar de los meses de reuniones que sostuvieron los representantes de los principales bancos centrales del mundo, y las expectativas generadas sobre la instauración de controles efectivos para evitar las farras financieras que ocasionaron la tremenda crisis que hoy vive el orbe (especialmente Europa y Estados Unidos); la semana pasada en la ciudad Suiza de Basilea se produjo un consenso que modifica casi nada la actual desregulación financiera.

 

Es decir, no se obliga a la gran banca a aumentar considerablemente los niveles de capital propio de reserva, que hoy apenas y llega al 2% de sus movimientos bancarios, pero que es fundamental a la hora de respaldar operaciones muy riesgosas, evitando que terminen (como en los últimos años) en rescates de bancos irresponsables con fondos públicos.

 

Es que con el pretexto de que se tiene que salvar el sistema, muchas organizaciones financieras globales que con sus operaciones extremadamente especulativas y sin un respaldo real, han recibido salvatajes multimillonarios a costa de los impuestos que pagan miles de trabajadores en el mundo.

 

Y cuando se esperaba que por lo menos el ratio de capital de reserva de la gran banca llegue al 20% para evitar crisis financieras como la del 2008, los grandes señores de las finanzas mundiales han hecho un gran lobby, consiguiendo subir el ratio de capital del 2.5% (como es en la actualidad) a solo 7%, y encima en tramos. Al 2013 llegarán al 3.5% y recién en el 2019, se alcanzará la meta del 7% establecida en el denominado Basilea III.

 

Pero lo más sorprendente es que incluso los bancos podrán contabilizar como capital de reserva los espectaculares fondos públicos que recibieron como rescate. Y es tan pequeña la variación que con solo vender algunos activos y dejar de pagar dividendos solo por una vez, cumplirán la meta, en lugar de hacer ampliaciones de capital por parte de los accionistas, que al parecer sólo les interesa las enormes ganancias de jugar al casino financiero, sin tener mayor responsabilidad cuando el riesgo se cumple y hay pérdidas de miles de millones de dólares.

 

El mayor pretexto para éstas reformas descafeinadas - como se las denomina en el Informe Semanal Nº 713 editado por la organización española Estudios de Política Exterior – ha sido el dogma según el cual si a los bancos se les obliga a reducir activos e inversión crediticia (controlar préstamos), se produce una ralentización del crecimiento económico. Y por eso, no tardaron en aparecer estudios, encargados por los propios bancos, entre ellos el Banco Internacional de Pagos, que “demuestran” que el aumento del ratio de capital de la banca mundial en un punto, afecta negativamente el crecimiento mundial en 0.19%.

 

O sea un chantaje más, como los que acostumbran hacer los operadores del neoliberalismo, tratando de infundir miedo si es que algo se quiere corregir o reformar y eso amenaza siquiera un dólar de utilidades.

 

Ante esta realidad, la fiesta de los banqueros no se hizo esperar. Al día siguiente de suscribirse la reforma light de Basilea III, por las agencias regulatorias de los principales países ricos, los mercados financieros estallaron en júbilo y subieron las acciones de los bancos europeos y asiáticos. Es comprensible el festejo, pues no se ha puesto fin a la ruleta que hace que pocos se llenen los bolsillos y que si algo sale mal paguemos todos.

 

Para el economista peruano Óscar Ugarteche, investigador titular de la Universidad Autónoma de México y seguidor incansable de la crisis económica global, las normas de Basilea III, si bien constituyen un paso en las correcciones necesarias para regresar a las finanzas basadas en reservas (respaldo real), dejando atrás las basadas en cobertura (especulación), son aún muy insuficientes.

 

Para Ugarteche, estás reformas tienen el mismo alcance que las que impulsó el presidente estadounidense Barack Obama semanas atrás. Es decir, el sentido es correcto pero no son contundentes. Además, el experto nos recuerda que de la crisis de la financiarización solo se sale con un cambio tecnológico en la base productiva que recupere la rentabilidad del sector real y la capacidad de compra de los salarios.

 

De igual modo, Martin Wolf, columnista del diario norteamericano Financial Times, ha definido a estas nuevas reglas diciendo que “la montaña ha parido un ratón”, sumándose a los tantos analistas que han expresado su preocupación debido a la ausencia de reformas más audaces. El propio presidente de la Autoridad Británica de Servicios Financieros (FSA), Adair Turner, ha señalado que el Reino Unido va a imponer a la banca reglas mucho más estrictas que las contenidas en Basilea III, a fin de evitar nuevos estallidos de la crisis financiera.

 

Así las cosas, todo indica que no hay la suficiente voluntad política para controlar a las grandes instituciones financieras privadas. Sin duda, tendremos que sufrir más terremotos financieros para que se aprueben mayores controles y así dejar la especulación que tanto daño ha hecho a la economía mundial.

Las economías emergentes y desarrolladas de los países reunidos en el G20, que fueron las que pidieron la reforma del sistema financiero, tendrán la última palabra al aprobar o no las medidas “light” que se acordaron en Basilea. La reunión del G20 será en noviembre, en Corea del Sur.


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