LA MIES ES MUCHA

Y recorría Jesús las ciudades todas y las aldeas, enseñando en sus sinagogas y predicando el evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Una tras otra recorría las ciudades y las aldeas que encontraba a su paso. En cada una de ellas según su costumbre enseñaba en las...

Y recorría Jesús las ciudades todas y las aldeas, enseñando en sus sinagogas y predicando el evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.

Una tras otra recorría las ciudades y las aldeas que encontraba a su paso. En cada una de ellas según su costumbre enseñaba en las sinagogas cuando el pueblo concurría a ellas para el oficio sabático.

Durante estos días llevado por su inagotable bondad, curaba toda enfermedad y toda dolencia; como en todas partes acudían a él, ciegos y sordos, tullidos y lisiados, leprosos y endemoniados y todos en él hallaban remedio.

¡Qué abismo con aquellos escribas y fariseos, que insensibles a sus penas solo les hablaban para imponerles una dura ley.

La impresión que causaba en Jesús el pueblo hacia de que se compadeciese entrañablemente de ellos porque los miraba como ovejas sin pastor y nos lo cuenta S. Marcos (6, 34)

¿Qué les importaba a los escribas y fariseos el sufrimiento del pueblo? Solo les interesaba sus contiendas de legalidad y a los saduceos sus bajas intrigas políticas; y después de 20 siglos se repite la historia, ni a los legalistas ni a los políticos les interesa el hambre del pueblo.

 

 

 

 

 

Los que viven siguiendo a Cristo, si, sienten arder en su pecho las llamas de la caridad cristiana y la búsqueda de la justicia.

Ante esta situación Jesús llama a sus discípulos y les dice: “La mies es mucha y los obreros pocos” (Lc. 10,  1-2 - 17-20)

¿Las palabras de Jesús, son palabras de lamento, de invitación?  ¿Pocos los operarios?

Han de ser más, como mucha es la mies.

Llaman la atención las palabras de Jesús pero la visión de Jesús era más vasta.

Miraba a los siglos venideros y hablaba también a sus futuros discípulos.

Cuando Jesús mandó a sus discípulos, les dio poder para lanzar espíritus inmundos, curar toda suerte de enfermedades y les dio normas concretas que debían seguir para su misión.

Las palabras del Maestro siguen vigentes, se escucha su voz a través de los siglos, El dijo: “El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”.

Hoy estamos todos llamados a trabajar en la mies, todos los cristianos debemos llevar el evangelio a cada uno de nuestros amigos y familiares, hagamos conocer a ese Jesús amigo, que quiere vivir en el corazón de los hombres, hagamos conocerlo a El, a sus enseñanzas, a sus promesas, a sus  bondades, su temor, sin vergüenza, con convicción y con entusiasmo.

También dijo “Todo aquél que declare por mi ante los hombres, también yo lo reconoceré delante de mi Padre que esta en los cielos, mas quién me niegue ante los hombres, también yo lo negaré ante mi Padre que está en los cielos”.


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