Dividir para reinar

así sea en forma apócrifa, aún hoy confiere cierto lustre intelectual. Pero no es de Maquiavelo de quien queremos comentar, sino del tino y de la vigencia de algunas de sus sentencias, propias o atribuidas. Comentando sobre la Nación Latinoamericana y la peculiar coincidencia que suele darse...

así sea en forma apócrifa, aún hoy confiere cierto lustre intelectual.

Pero no es de Maquiavelo de quien queremos comentar, sino del tino y de la vigencia de algunas de sus sentencias, propias o atribuidas.

Comentando sobre la Nación Latinoamericana y la peculiar coincidencia que suele darse entre extremos, decía Jorge Abelardo Ramos: “Si al imperialismo le bastaban con las 20 repúblicas, al estalinismo ya no le parecen suficientes” pues entre otros absurdos habían sugerido la división del Perú en dos “naciones” independientes: “una quechua y otra aymara” y peor aún, allá por los años 30 del siglo pasado, el teórico estalinista Jorge Obando contabilizaba ¡treinta y cuatro! nacionalidades, naciones y tribus oprimidas por el “Estado Multinacional Boliviano”

Esa invalorable recuperación histórica está contenida en el libro de Roberto A. Ferrero “Enajenación y nacionalización del socialismo latinoamericano”, cuya lectura cuidadosa nos muestra que los grandes peligros para la aún inconclusa constitución del “ser nacional” siguen vigentes y provienen de fuentes muy diversas. Tan diversas como el estalinismo dogmático o la “buena fe” de algunas organizaciones no gubernamentales, ONG.

Del libro de Ferrero tomamos, por ejemplo, este párrafo “Nadie niega que existan diferencias entre los países que integran el mosaico latinoamericano, porque casi 200 años de vida independiente y separada no han transcurrido en vano y las elites políticas y culturales de cada oligarquía regional se han ocupado de inventar la “argentinidad”, la “peruanidad”, la “bolivianidad” y hasta la “panameñidad”.

Lo que se niega –agrega Ferrero- es que tales diferencias sean de carácter sustancial, nacional, ya que –no obstante la negativa del imperialismo y de los estalinistas- Latinoamérica constituye básicamente una nación, según el canon clásico: comunidad de territorio, de vida económica y de cultura.

Los matices que marcan a los distintos países del continente centro y suramericano no son esenciales.

Claro que mientras más divididos estemos, y no solo divididos sino conflictuados e inclusive hostiles, mayor será la ganancia de los pescadores (aplicando aquello de río revuelto).

Para comprenderlo y actuar en consecuencia no nos hacen falta filósofos florentinos ni teóricos gramschianos. Basta un poco de sentido común. Lástima que por algo dirán que es el menos común de los sentidos. Pero basta mantener vivo el sueño de Bolívar, San Martín y O, Higgins: La Patria Grande.

Y para no dejar en el aire a don Nicolás, varios investigadores coinciden en que lo del fin que justifica lo medios es más correcto atribuírselo a Napoleón Bonaparte.


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