Inversionistas confundidos

Lo que ahuyenta a los inversionistas no son las leyes bolivianas, sino la frecuencia con que son cambiadas. El gobierno del presidente Evo Morales acaba de hacer el tercer cambio de los contratos petroleros en lo que va de estos primeros años del siglo XXI. En estos diez años, en efecto, las...

Lo que ahuyenta a los inversionistas no son las leyes bolivianas, sino la frecuencia con que son cambiadas.

El gobierno del presidente Evo Morales acaba de hacer el tercer cambio de los contratos petroleros en lo que va de estos primeros años del siglo XXI.

En estos diez años, en efecto, las empresas petroleras recibieron un cordial tratamiento de parte del Estado boliviano, cortesía de Gonzalo Sánchez de Lozada, luego el gobierno de Morales cambió ese tratamiento por una actitud dura, pero ahora acaba de volver a las condiciones de Sánchez de Lozada.

Los inversionistas deberán aprender que una cosa es lo que dicen los políticos bolivianos y otra –a veces opuesta- la que hacen.

Después de la ruidosa ceremonia del 1 de mayo de 2006, cuando se “nacionalizó” (por tercera vez en Bolivia) el petróleo, cualquiera hubiera pensado que las cosas cambiaron para siempre.

Los inversionistas podían haber pensado, junto con muchos bolivianos, que un cambio sería posible sólo cuando se haya ido Morales –dentro de 50 años, dicen sus voceros- pero se ha dado ahora.

Pero esto no alegra a las empresas, seguramente, porque lo que los inversionistas quieren son reglas claras y permanentes.

Pero si las reglas van a estar cambiando con tanta frecuencia como en Bolivia, las empresas no saben a qué atenerse. Y ellas tienen la costumbre de hacer planes a mediano y largo plazo.

Lo cierto es que ahora acaban de comprobar, una vez más, que lo malo de Bolivia es que todo cambia mucho.

Quien sabe qué otras sorpresas tiene reservadas para los inversionistas el gobierno del cambio.


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