La otra segregación

Las que lo preceden son las exclusiones de grupos sociales o étnicos que causan el estallido de la rebelión de los excluidos y las que lo acompañan, consecuencia de la confrontación de grupos sociales en pugna por el control del poder. Se trata pues de un determinismo histórico cuyo peligro...

Las que lo preceden son las exclusiones de grupos sociales o étnicos que causan el estallido de la rebelión de los excluidos y las que lo acompañan, consecuencia de la confrontación de grupos sociales en pugna por el control del poder. Se trata pues de un determinismo histórico cuyo peligro potencial en lo que se refiere a sus consecuencias, está en la hondura de las pasiones y la magnitud de los intereses de los que enfrentan a los que quieren cambiar la sociedad y los que se oponen el cambio.

Hace cuatro años que este fenómeno, convertido en drama que en algunos momentos se desarrolla en las vecindades de la tragedia, ha subido a la escena boliviana. El elenco (lo que equivale a decir el país o al menos sus dirigentes) está dividido en partidas  enemigas que no actúan por el éxito de la obra común sino por el fracaso del adversario que habrá de ser, piensan equivocadamente, su propio éxito. En escenario tal el libreto nacional cae vencido por las pasiones que se desbordan y por el afán de es destruir al adversario. Bajo auspicio tan infausto, merman las posibilidades de llevar a la práctica los cambios que de manera urgente e inaplazable necesita el país.

Es entonces cuando la otra discriminación asoma su imagen nefasta y amenazadora. Es la discriminación contra el que piensa diferente. "Si no estás conmigo estás contra mí", reza la consigna. La practican con entusiasmo parecido la derecha y la izquierda, el gobierno y la oposición. Y por extensión perversa, la asumimos la mayoría de los ciudadanos. Nos miramos chueco porque pensamos distinto. Desconfiamos de las palabras porque tememos que nos interpreten mal. Nos distanciamos y hasta nos enemistamos. El clima social está así de enrarecido y la culpa está en los dislates y (peor todavía) en los extravíos de los que en vez de mostrarnos el norte nos aproximan al abismo y en lugar de construir soluciones  intercambian insultos, se denuncian entre sí, se amenazan. Al calor de sus pasiones se desvían del camino correcto e incumplen sus obligaciones de dirigentes.

Parecen haber olvidado, muy rápida y fácilmente, las dolorosas experiencias por las que hemos pasado en el pasado reciente cuando se insultaba y agredía a la gente, se asaltaban, destruían y robaban oficinas del Estado, circulaban listas negras y los correos electrónicos esparcían miedos; y cuando, apenas ayer, se detenía a ciudadanos para trasladarlos casi clandestinamente a la sede del gobierno.

Después trajo un lapso fugaz de esperanza el acercamiento entre el presidente del estado plurinacional y el gobernador cruceño.

Que duró muy poco. Tan poco que ni siquiera tuvimos tiempo para asimilarlo. Ahora el paisaje está nublado por la guerra de denuncias y acusaciones que libran el vicepresidente y el gobernador, porque hay el temor justificado de que este enfrentamiento, hasta hoy verbal, degenere en otro tipo de hechos que vaya uno a saber hasta dónde y hacia qué pueden conducirnos.

Como consecuencia, hay una ruptura tácita del diálogo que hace poco y en forma auspiciosa iniciaron el presidente Morales y el gobernador Costas. La reanudación inmediata de ese diálogo es la única posibilidad de impedir las muy graves consecuencias que puede traer la situación actual.


Más del autor