Soberanía

El ministro de Defensa chileno afirmó ahora que es una gran oportunidad para cerrar acuerdos con Bolivia”. Magnífico. Pero añadió que él espera una solución realista. Aquí está el quid. No tengo la menor duda de que la reivindicación marítima de Bolivia es una causa legítima, cuya...

El ministro de Defensa chileno afirmó ahora que es una gran oportunidad para cerrar acuerdos con Bolivia”. Magnífico. Pero añadió que él espera una solución realista. Aquí está el quid. No tengo la menor duda de que la reivindicación marítima de Bolivia es una causa legítima, cuya solución se ha postergado por causas de todos conocidas. La principal de todas ellas se comprime en una sola palabra; soberanía. La mayor parte de las muchas y posibles soluciones al diferendo se han topado con la barrera infranqueable del soberanismo.

El concepto de soberanía nació en La Europa del siglo XVI con el afianzamiento de los estados. Maquiavelo contribuyó a consolidar el concepto y la práctica al atribuir al Príncipe poderes universales dentro de su territorio del que se consideraba dueño y señor: habitantes, mar territorial y (no se había pensado en aquel entonces) espacio aéreo.

Así mismo, el agudo filósofo y político florentino sostuvo la legitimidad de la razón de Estado como justificación ética de acciones que distaban mucho de la recta doctrina tradicional. Bajo la sentencia  - que se le atribuye - de que el fin justifica los medios se fue conformando una doctrina política parecida a la que hoy domina, especialmente, en el campo empresarial: “lo que cuenta son los resultados”. Esta breve introducción pretende explicar las consecuencias que la palabra soberanía proyecta sobre la reivindicación marítima de Bolivia.

Podrán negociarse y hallarse soluciones pragmáticas de buena voluntad, lo más amplias posibles, entre Bolivia y Chile para que nuestro país tenga un acceso al Pacífico. Pero, mientras siga en pie la doctrina y práctica de la soberanía. Ahí se paró el caballo.

Sintetizando las posibles soluciones al conflicto, las reduzco a dos: la soberanista histórica y jurídica, frente a las pragmáticas, consecuencia de una visión integracionista globalizadora. Explico lo segundo. Los países son cada día más interdependientes, unos dependemos de otros en tal o cual medida. De la interdependencia a la globalización no hay más que una diferencia de nombre y dimensión. Los países son interdependientes, el mundo se ha globalizado. La fría consecuencia lógica sería: luego las soberanías están llamadas a desaparecer y, asunto resuelto.

No obstante, todavía existen y pesan mucho otros elementos que afianzan el soberanismo irrenunciable de muchos países. El más antiguo es el hegemonismo. Las grades y pequeñas potencias aspiran a desarrollarse, no por medio de la integración respetuosa, negociada y equitativa, sino por medio de la hegemonía de unas sobre las otras. He aquí una dificultad que no parece próxima a desaparecer. El otro parapeto lo han levantado las ideologías. En ese momento es imposible imaginar a Colombia paseando del brazo con Venezuela. Los ejemplos se multiplican.

Mi modesta conclusión es que hay que aprovechar las soluciones realistas y pragmáticas que se ofrezcan, en el sobrentendido de que todavía no llegó el tiempo deseado de arriar las banderas soberanistas. Aprovecho la oportunidad para saludar amigablemente a quienes piensan lo contrario.


Más del autor