Definitivamente, un sainete

Lo de Colombia y Venezuela, como dijimos hace días, es un sainete tragicómico (¿Puede existir eso?) entre dos personajes particularmente hábiles en el manejo mediático: Álvaro Uribe Vélez y Hugo Chávez. Muchos coincidimos en esto. “Santos debe hacer su mejor esfuerzo para que Uribe...

Lo de Colombia y Venezuela, como dijimos hace días, es un sainete tragicómico (¿Puede existir eso?) entre dos personajes particularmente hábiles en el manejo mediático: Álvaro Uribe Vélez y Hugo Chávez. Muchos coincidimos en esto.

“Santos debe hacer su mejor esfuerzo para que Uribe acepte la embajada en Beijing”, escribió la revista británica The Economist como consejo sencillo para evitarle al nuevo presidente lo que puede convertirse en una pesadilla: la interferencia de Álvaro Uribe en todo lo que suceda en Colombia.

Pocos son los que dudan que detrás de la fuerte denuncia contra Venezuela exista otra cosa que no sea el temor a perder peso en la política interior, con riesgos graves para su propia persona.

La justicia colombiana tiene sobre el tapete serias denuncias por tráfico de influencias que rindió jugosos beneficios para los hijos de Uribe Vélez.

Ese poder judicial, precisamente, fue el que ahogó la pretensión uribista de una segunda reelección presidencial, a pesar de todas las maniobras del ejecutivo y del dócil congreso, donde, adicionalmente, varios senadores y representantes fueron acusados de complicidad con los sanguinarios paramilitares, cuando no de haber sido elegidos por presión violenta de estos.

Del lado venezolano son también las cuestiones domésticas las que llevaron a Hugo Chávez a escenificar el drama de la agresión al país, con anuncio mediático que incluyó la presencia de Diego Armando Maradona, convirtiendo el asunto en un sainete diplomático.

Porque si el colombiano teme por su futuro inmediato, el venezolano se desvela por las elecciones legislativas del 26 de setiembre que, por primera vez en sus diez años de gobierno, pueden resultarle adversas llevando al régimen a una situación compleja y delicada. Lula da Silva fue el más cáustico de los presidentes de la región: “Lo que me pareció extraño es que esto ocurre a pocos días de que el compañero Uribe deje la presidencia. El nuevo presidente dio señales claras de que quiere construir la paz. Marchaba todo bien hasta que Uribe hizo la denuncia. La pregunta que todos se hacen, es qué llevó al presidente de Colombia a desempolvar un tema archisabido, la presencia de miembros de las FARC en suelo venezolano. Menear el asunto apenas dos semanas antes de abandonar el cargo inspira sospechas.

Cuando Lula declaró esto públicamente el gobierno colombiano (todavía encabezado por Uribe) reaccionó ofendido. Ese, que según la mayoría de los observadores es solo un pretexto para distraer la atención pública de otros asuntos relevantes, logró parcialmente su cometido al acaparar la atención de los cancilleres de Unasur, reunidos la semana pasada en Quito.

Lo peor sería que el espectáculo continúe, porque Uribe, obvio, no deseará estando en el llano ser formalmente investigado por sus 8 años de gobierno que su sucesor, Juan Manuel Santos no parece muy dispuesto a tapar. ¿Y, mientras tanto, unasur y otros asuntos importantes?


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