No descuidar el entorno.

Para el caso nuestro, desde nuestra óptica, hay varios oscuros, principalmente por incumplimiento de expectativas quizás prematuramente despertadas, pero las expectativas fueron construcción nuestra, más que oferta concreta de Lula. La relación intensa de Bolivia con el Brasil es inevitable,...

Para el caso nuestro, desde nuestra óptica, hay varios oscuros, principalmente por incumplimiento de expectativas quizás prematuramente despertadas, pero las expectativas fueron construcción nuestra, más que oferta concreta de Lula.

La relación intensa de Bolivia con el Brasil es inevitable, cualquiera que sea el gobierno que suceda al de Lula y, por eso, nos importa y nos interesa quien vaya a ser el sucesor.

Pero dejemos por ahora esos espacios oscuros y concentrémonos en lo que viene: Dilma  Rousseff, correligionaria de Lula, que cuenta con 36%, según un sondeo reciente, o José Serra, del Partido de la Socialdemocracia, que en el mismo sondeo aparece empatado con Dilma

El jueves pasado el mandatario brasileño, Luiz Lula da Silva, participó en la noche del jueves de un acto de la candidata presidencial Dilma Rousseff en el que acusó a la "elite golpista" que quiso quitarlo del gobierno.

"Hay adversarios diciendo que Lula no debería meterse en la campaña, porque es presidente y debería mantenerse como un magistrado, pero cuando me querían derribar yo no era visto como un magistrado" afirmó Lula ante unas 15.000 personas en un acto del Partido de los Trabajadores, en Porto Alegre.

Es una acusación fuerte, porque la política en el Brasil no ha sido siempre tranquila y todavía muchos recordamos las difíciles gestiones de Joao Goulart y, más atrás, la de Getulio Vargas.

El Brasil tiene y ha tenido siempre parámetros geopolíticos sólidos. Es expansionista. Pero es también evidente que Lula ha jugado un rol importante en los intentos de integración regional que, sin su respaldo decidido y frontal, habrían tenido más dificultad para gestionarse.

Muchos recordamos aún las tenebrosas épocas delas dictaduras militares en Sudamérica, entre las cuales las brasileras fueron de las más represoras y reaccionarias. Hubo un momento en que con ironía solía decirse que en el Brasil “hasta caminar por las aceras de la izquierda era considerado subversivo”.

Las circunstancias han cambiado, pero no tanto que podamos dormir sobre laureles que aún están por ser conquistados.

En la Argentina, el gobierno de Kirchner está sólido, pero no invulnerable. En Chile la derecha se regodea de haber recuperado el gobierno y es prematuro vaticinar qué sucederá en el inmediato futuro.

En Colombia, el obsecuente aliado de Washington, Álvaro Uribe Vélez, dejará esta semana la presidencia, a pesar de haber hecho todos los intentos, abiertos y de los otros, para quedarse un tercer periodo como presidente. Su sucesor, Juan Manuel Santos, ha dado algunos indicios de mejor talante, pero su currículo no inspira suficiente confianza. Unasur y ALBA tienen todavía mucho por hacer para servir de apoyo consistente a la unidad regional.

Se vienen, entonces, tiempos de incertidumbre en el continente y, por eso, consolidar lo nuestro, avanzar en el proceso de cambios sociales hacia la verdadera equidad y la democracia funcional, es doblemente importante. Hagamos lo nuestro, pero sin descuidar lo que sucede en el entorno inmediato.


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