El MAS en crisis

Aunque, tratándose de opositores, lo más frecuente es que les acuse y les denigre sin razón. Por medio de este vil procedimiento trata de inhabilitarlos de los cargos que los adversarios obtuvieron legítimamente en las urnas. Así hemos visto que está ocurriendo con algunos gobernadores y...

Aunque, tratándose de opositores, lo más frecuente es que les acuse y les denigre sin razón. Por medio de este vil procedimiento trata de inhabilitarlos de los cargos que los adversarios obtuvieron legítimamente en las urnas. Así hemos visto que está ocurriendo con algunos gobernadores y alcaldes.

 

No obstante, pronto cambiaron las tornas. Los acusadores están pasando a ser acusados, incluso por sus correligionarios. Los denunciantes tienen que salir a la arena para negar, desmentir o atacar con más fuerza a quienes les acusan. Se ha declarado una guerra interna en el partido de Gobierno.  El barullo de acusaciones y desmentidos que rebalsa los límites de la prensa diaria parecería la hilacha de un tejido en desintegración.  Masistas contra masistas. Autoridades aún en sus cargos, contra aquellos que fueron destronados sólo hace unos días. Militantes resentidos por no haber recibido las recompensas esperadas, se convierten en implacables enemigos. La guerra se bate entre beneficiarios del poder contra excluidos. Los afectados - autoridades o gente de a pie -  niegan las denuncias y contraatacan con furor. La sucia pelota de basura sigue rodando monte abajo, acumulando más y más porquería. Los mutuos arañazos que se propinan los camaradas del mismo partido son tan manifiestos que ya no pueden echar la culpa de todos los males a las perversas maniobras del imperialismo estadounidense ni de la CIA ni de la DEA ni a la oposición neoliberal y vende patrias.

 

Se confirma que, su poder se desgasta por sí mismo, y erosiona en la medida en que se alarga, cuando se le añaden las intrigas, las venganzas, las decepciones, las calumas, ese mismo poder se va destruyendo por sí mismo. Esta fatalidad difícilmente evitable se agrava cuando la administración de la justicia ha perdido su majestuosa imparcialidad, cuando ha sido politizada, partidarizada, domesticada, cuando ya no ejerce el tutelaje del buen ciudadano. Entonces, el falsamente acusado, el injustamente ofendido, el vilmente denunciado, no tiene la garantía de hacer respetar su inocencia y su verdad.  Inevitablemente, el veneno que exhalan los excesos de poder emponzoña el entorno palaciego y todo el ámbito ciudadano. Los que eran fieles, ahora son hostiles.  De un lado y del otro, en vez de hablar, se muerden. Ni unos ni otros perdonan. La palabra perdón es blasfemia para ellos. La reconciliación, si alguna vez de produce, se da sólo a condición de un alto precio y sin la garantía de que dure por largo tiempo.

Lo dicho hasta aquí nos lleva a una conclusión: El conglomerado político que nos gobierna está pasando por una seria crisis de unidad y coherencia. Y es que nació y triunfó con el objetivo de la conquista del poder – como todos los políticos – pero esta vez con la ambición de lucrar de todo –repito – todos los poderes. Y se le está indigestando.


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