Bravuconada de Chávez

Tan fácil es llamar la atención de la prensa como lanzar a todos los vientos una bravuconada tonitruante que pone a dos países al borde de la guerra. Esto es lo que hizo a mitad de semana en Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Con su voz forzadamente cavernosa y su gesto...

Tan fácil es llamar la atención de la prensa como lanzar a todos los vientos una bravuconada tonitruante que pone a dos países al borde de la guerra. Esto es lo que hizo a mitad de semana en Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Con su voz forzadamente cavernosa y su gesto amenazante, decidió romper relaciones diplomáticas con su vecina Colombia.  “¡Mon Dieu, c’est la guerre!” exclamaría horrorizado algún  viejo alarmista,  en francés, digo,  porque hace muchos años que la lengua de Molière se consideraba como el lenguaje diplomático.  No obstante, para meter miedo al mundo, a Chávez le bastó y sobró la lengua de Cervantes.

 

Yo entendí que el valiente general de paracaidistas no tiene una intención efectiva de hacer la guerra sino de responderle groseramente a  su colega colombiano, Álvaro Uribe, porque su embajador ante la Organización de Estados Americanos había solicitado se investigara la presencia de campamentos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas en territorio venezolano. Lo cual, es un secreto a voces. Pero Uribe quiere que la OEA lo certifique oficialmente antes de transferir su mandato presidencial a su amigo y sucesor electo, Francisco Santos, el próximo 7 de agoto.  Así entendimos que le ruptura de relaciones es una bravuconada más de las que Chávez es experto.

 

De todos modos, las cancillerías del continente han tomado la cosa con más cuidado, supuesto que en su lenguaje técnico, la ruptura de relaciones  es “el último paso” de las vía diplomática, después de haber agotados los otros recursos, tales como retirar al embajador, elevar protestas y “notas verbales” que, por cierto son escritas – no necesariamente en francés - sobre papel membretado de la representación diplomática, para mejor constancia.

 

En los medios periodísticos se ha quitado hierro a la bravuconada chavista. Se sobrentiende que la retirada de embajadores se prolongará tan sólo hasta el mes que viene cuando el ganador de las últimas elecciones colombina. Francisco Santos, asuma el poder y despida a su predecesor y amigo, Álvaro Uribe.  Se confirmaría entonces que la decisión hostil del general paracaidista fue la última bofetada que le quería propinar al mandatario colombiano saliente.  Y que cuando Santo asuma la Presidencia, “charlaremos”.

 

Lo que de veras preocupa es el fondo de la denuncia del Gobierno colombiano sobre la existencia de campamentos guerrilleros de las FARC en territorio venezolano, con el  beneplácito de Chávez.  Entonces, si la OEA tiene la honradez de confirmar oficialmente el apoyo logístico – y económico también – de Chávez a la guerrilla más antigua de América, quedará certificada la calidad  de cínico que adorna al presidente bolivariano pues, sabiendo que las FARC son una banda narcoterrorista, quiere hacerlas pasar ante la faz del mundo como un patriótico, justiciero y libertador grupo “beligerante”.  Más importante aún,  es que el nuevo Presidente colombiano termine con las guerrillas de la forma menos cruenta posible.


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