Autonomías bla bla bla

La retórica es el cementerio de las realidades humanas, decía José Ortega y Gasset. Eso le está pasando a las autonomías. Mientras la especie de parlamento que tiene ahora el país daba las últimas alzadas de mano para aprobar la ley marco de las autonomías, algunos bolivianos venían...

La retórica es el cementerio de las realidades humanas, decía José Ortega y Gasset. Eso le está pasando a las autonomías.

Mientras la especie de parlamento que tiene ahora el país daba las últimas alzadas de mano para aprobar la ley marco de las autonomías, algunos bolivianos venían practicando la autonomía real desde hacía mucho tiempo.

Cuando los pocos diputados opositores eran golpeados por los gruesos parlamentarios oficialistas en el mismo hemiciclo, para que no demoren la ley, ciudadanos que tienen una idea más pragmática de la autonomía, porque la han hecho una práctica de vida, estaban ejerciéndola a plenitud.

El lunes 19 de julio, cuando el presidente Evo Morales promulgaba la ley marco con un largo y confuso discurso repleto de soberbia, la autonomía pragmática era una vieja costumbre en varias regiones del país.

Un día antes de esta ceremonia en que unos se sintieron triunfadores y otros derrotados, la FELCN había informado que en Cochabamba existen 27 “narco-comunidades” (Los Tiempos, 19.7.10).

Es decir que estamos ante narco-autonomías que no se han detenido en elaborar estatutos, ni convocar a referendos, ni aprobar leyes: han optado por actuar de manera autónoma. Y punto. La retórica la han dejado para otros a los que les gusta perder el tiempo.

La idea no es nueva en Bolivia. El Chapare, por ejemplo, es una autonomía de facto desde hace muchos años. Goza de libre determinación, pues sus dirigentes han decidido expulsar de la zona a la DEA, a la FELCN, al UMOPAR y a la policía. Los ayllus de Sacasaca en Potosí decidieron hace tiempo vivir del contrabando, de entrada y de salida, de cualquier producto. Ni siquiera se les ocurrió que debían preguntar a nadie si podían o no pasarse por encima de las leyes de la república, o de lo que se llame la entidad que supuestamente comprende sus territorios.

En el momento en que los foros daban curso a los debates sobre tal o cual competencia autonómica y los ministros se solazaban pensando en todo lo que habían arrebatado a los proyectos departamentales, la autonomía real estaba muy madura.

La gente tiene ideas sencillas. En el pueblo de Tambillo, cerca de los salares, sólo se aplican dos “artículos”. El artículo 50 y el artículo 200, que expresan lo que, en “real money”, cobra la comunidad para cada auto traído de contrabando, y lo que cobran los “aduaneros” por dejarlo pasar. El pueblo tiene todos los servicios gracias al “artículo 50”. Sus habitantes no esperan nada de las autoridades. Las saben ineptas. Ellos son autónomos porque les da la gana.

Mucho antes de que la nueva CPE reconozca a los pueblos bolivianos el derecho a la “libre determinación y territorialidad”, los verdaderos autonomistas practicaban esos derechos. En realidad es la coca la que ha generado estos focos de autonomías que no tienen que someterse a la nueva constitución, como no se sometieron a las anteriores.

La prosperidad del Chapare, con mansiones y vagonetas de lujo, es producto de estas autonomías reales, ilegales pero reales.

Y no les interesa el bla bla bla de la autonomías.


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