Expertos consideran la esfera digital como un nuevo “opio del pueblo”
Los investigadores Carola García y Raúl Anthony Olmedo, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), advierten que una de las grandes falacias de la esfera digital “se encuentra en las redes sociodigitales, ya que la movilización social, la protesta, la ruptura, la lucha...



Los investigadores Carola García y Raúl Anthony Olmedo, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), advierten que una de las grandes falacias de la esfera digital “se encuentra en las redes sociodigitales, ya que la movilización social, la protesta, la ruptura, la lucha reivindicativa se inhiben ante la simulación de participación en lo virtual”.
Por su parte, el filósofo surcoreano-alemán y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, Byung-Chul Han, agrega que ello ocurre porque “la indignación digital no puede cantarse. No es capaz de acción ni de narración. Más bien, es un estado afectivo que no desarrolla ninguna fuerza poderosa de acción”. Por tanto, dicha acción no alcanza una incidencia en el plano de la realidad social concreta. Sólo “se limita a la reproducción al infinito de la simulación”.
En este sentido, García y Olmedo consideran que la esfera digital en general y las redes sociodigitales en particular “responden a la misma acción de los medios de comunicación tradicionales: la simulación de la participación y consecuente (in)acción de los individuos. Una baja participación, con una simulación a partir de asentir con un like, o con la brevedad de los caracteres de twitter, generalmente recubierto con la replicación de contenidos más que con la generación de un diálogo”.
El nuevo “opio del pueblo”
Los investigadores de la UNAM observan que “la esfera digital es quizá, la innovación que ha generado más cambios en la vida social del colectivo y en las formas de comunicar entre los individuos. En ella se configuran redes de poder económico en un mundo digital que es concatenado con el discurso de la libertad”, pero que en la práctica constituye en realidad “una forma revestida y actualizada que el capitalismo utiliza para someter a la sociedad y condicionarla a defender su propio sometimiento”.
[caption id="attachment_472454" align="alignright" width="300"] Se cede la esencia del individuo a cambio de existir en el mundo digital.[/caption]
Esto en los hechos “modifica las propias concepciones de ser/estar en sociedad”, afirman. Y es que si en la sociedad concreta se establecía un contrato social (como decía Jean-Jacques Rousseau) donde el individuo cede su libertad a cambio de la seguridad en su vida y bienes que el Estado le garantiza, la esfera digital requiere un nuevo contrato, y con ello, un intercambio diferente: se cede la esencia del individuo a cambio de su existencia en el mundo digital.
“Ya no es la libertad que se intercambia por seguridad, sino la información y la seguridad a cambio de la existencia, de ser/estar en el mundo virtual”, explican García y Olmedo.
Por tanto, afirman, “las redes digitales en particular y la internet en general, se han convertido en el nuevo opio del pueblo ya que su fascinación es la fuerza que ata a los sujetos y los condiciona a ingresar en ese nuevo mundo”.
Así, esta acumulación de información del individuo para fines comerciales y políticos es “la otra cara de la libertad digital”. Es decir, un individuo cede su propia condición (la libertad, en este caso, del anonimato analógico) para ser insertado en el nuevo espacio público, “donde la única libertad que posee es ser parte del conjunto de individuos que sólo están allí, existiendo en la esfera digital”.
Los expertos consideran que existe un proceso de fascinación que acompaña a las industrias culturales, y que en la era digital se magnifica y se refleja en procesos existenciales donde, a pesar de las posibilidades de doble vía para producir contenidos y recibirlos, “el sujeto adquiere rasgos contemplativos”, como abrumado, ante la infinitud de la red y la imposibilidad de acceder a todos sus contenidos.
Big Data: el individuo digital mercantilizado
Volverse digital implica entregar ciertos rasgos o datos básicos a las empresas digitales (Google, Microsoft, Facebook, Twitter, WhatsApp, etc.), que suelen incluir nombre, edad, fecha de nacimiento, entre otros. Estos datos son analizados por las empresas y sus sofisticados algoritmos, y después de ser segmentados, pasan a formar parte de los bancos de datos que son vendidos por estas empresas a quien vean conveniente, o al mejor postor.
[caption id="attachment_472455" align="alignnone" width="520"] Big Data: recolección de datos personales y venta al mejor postor.[/caption]
Hay casos abundantes en los medios de comunicación, y la mayoría de ellos se centran en escándalos de Facebook y su dueño, Mark Zuckerberg. Por ejemplo, documentos filtrados por la red de televisión estadounidense NBC revelaron cómo Zuckerberg supervisó la estrategia para vender los datos de los usuarios de Facebook a sus socios comerciales, que invierten grandes sumas de dinero en anuncios publicitarios dentro de la plataforma.
Otro sonado caso es el de Cambridge Analytica, empresa de análisis de datos relacionada a la campaña de Donald Trump en las elecciones norteamericanas, que, según revelaciones del New York Times, compró y almacenó “indebidamente una enorme cantidad de información” de millones de usuarios de Facebook, e “intentó influir en el voto de los estadounidenses” usando estos datos.
Han se basa en este tipo de ejemplos cuando afirma que en la era digital “se ha pasado del Big Brother (el Gran Hermano, de la novela 1984 de George Orwell) al Big Data en el que la entrega de datos no sucede por coacción, sino por una necesidad interna”. Esta necesidad es interna tanto para el individuo en su intento por adaptarse al nuevo mundo virtual, como para el sistema capitalista en su proceso de transición al capitalismo cognitivo, afirma.
A decir de García y Olmedo, todo esto lleva “no sólo a la conformación de un nuevo espacio, sino a la contribución a la hipersegmentación del mercado para las empresas que intentan incrementar sus ventas ante consumidores que son cada vez más intolerantes a la publicidad”.
Así, la esfera digital se convierte en “un mundo donde la información se vuelve mercancía y donde la identidad se asume como un conjunto de variables que al conocerlas en su interacción podrán dinamizar el capitalismo en su proceso de producción/consumo”, agregan.
De la comunicación a la hipercomunicación caótica
Según Byung-Chul Han -reconocido diseccionador de los males que aquejan a la sociedad hiperconsumista y neoliberal tras la caída del muro de Berlín-, el espacio público se ha ampliado con la llegada de los medios de comunicación.
Pero con la introducción del mundo digital, el espacio público “se extrapoló a un grado tal que absorbió la esfera privada y del tiempo libre de los individuos en tanto el medio digital privatiza la comunicación, por cuanto desplaza de lo público a lo privado la producción de información”. Además, la propia esfera digital ha dejado de ser un espacio comunicativo y vehículo y se ha convertido en “un espacio/contexto desde donde emana la sociedad virtual y la hipercomunicación”, agrega.
El filósofo surcoreano-alemán enfatiza que este nuevo espacio se caracteriza por una sobrecarga de información de diversas (y a veces dudosas) fuentes en las que fluye un nivel tan amplio de datos, fechas, hechos y acontecimientos que “dejan de ser información y se vuelven ruido”, lo que impide escuchar al otro, ya que “la tormenta digital de datos e informaciones, nos hace sordos para el callado retumbar de la verdad y para su silente poder violento”.
Ese ruido, explica, se origina gracias a la apertura de la esfera digital hacia todos los individuos que quieren ser parte de la esfera pública, aunque no posean un tema a tratar en dicho lugar. Así, ellos mismos se vuelven el tema, es decir, “se desdibuja la división entre el espacio público y privado para dar cabida al espacio digital”.
Interconexión sin comunicación
El fallecido sociólogo y filósofo polaco, Zygmunt Bauman, advertía que en las redes sociodigitales se expresan los procesos de la vida cotidiana, pero en un modo “narcisista” en el que se busca la atención de manera tal que se llega a la “pornografía de la comunicación y a la inanición social”.
[caption id="attachment_472456" align="alignright" width="398"] Interconexión sin comunicación, el dilema del mundo digital[/caption]
Es en este sentido que García y Olmedo profundizan su análisis: la aparente socialización que se da en la esfera digital es otra de sus grandes falacias, “toda vez que no es comunicación, sino interconexión. Es decir, no es el intercambio de mensajes o códigos lo que caracteriza la comunicación en lo digital, por el contrario, la comunicación se condiciona a una conexión, reduce la acción a una vigilancia pasiva entre los individuos y se inhibe el sentido humano por el afectivo que emana del narcicismo”.
Capitalismo cognitivo
Los investigadores de la UNAM observan que, actualmente, el capitalismo ya no sólo se basa en la idea de producción como eje central, sino que está dando paso a una nueva forma a través del consumo y los servicios; “allí es donde aparece el capitalismo cognitivo”.
Según el economista español, Ramón Zallo, esta nueva forma da protagonismo al capital financiero “que pivota sobre la gestión del conocimiento y la innovación, con un modo social de regulación todavía inestable que se caracteriza por la desposesión, la flexibilidad y la individualización social, una expansión global de los mercados y la emergencia de nuevos países industrializados”.
Al mismo tiempo, el capitalismo cognitivo difiere de la Revolución Industrial y otras fases en que, si antes se direccionó el desarrollo hacia la materialización de mercancías y productos de uso, en el capitalismo cognitivo la direccionalidad del desarrollo está enfocada en la propia innovación, en el constante desarrollo sobre la propia tecnología, enfatizan García y Olmedo.
Y la innovación no se da sólo en el propio proceso dinámico de explotación, “sino que también innova el propio sistema y con ello las categorías de análisis como trabajo, salario y capital variable”, agregan.
En este sentido, el economista y profesor de la Universidad de París, Carlo Vercellone, considera que el capitalismo actual está en una fase “dentro de la cual se encuentra el crecimiento en potencia del rol del conocimiento y de la dimensión cognitiva del trabajo”.
Para García y Olmedo, en esta fase, aunque nueva, se mantiene la esencia del desarrollo capitalista: la lógica creación-destrucción, pero que se matiza bajo la funcionalidad-obsolescencia. El sociólogo francés Henri Lefèbvre señalaba ya en 1972 que la obsolescencia está programada para incentivar el consumo, y de esta manera alimentar el ciclo producción-consumo, motor del sistema. Esta lógica se habría profundizado en la actualidad.
[caption id="attachment_472457" align="aligncenter" width="524"] Obsolescencia programada: uno de los rasgos negativos del llamado capitalismo cognitivo.[/caption]
Y es que cuando la comunicación se inserta en el circuito capitalista, cambia su significado: “más comunicación significa más capital. El círculo de comunicación e información conduce al círculo acelerado del capital”, dice Han.
Por otro lado, los cambios se perciben tanto en lo cotidiano como en la forma de socialización y en la movilización ya que, como mencionaron los investigadores de la UNAM, “el sujeto se aísla en las redes y simula su acción política y social a través de la repetición de información y la acumulación de la comunicación”.
Por su parte, el filósofo surcoreano-alemán y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, Byung-Chul Han, agrega que ello ocurre porque “la indignación digital no puede cantarse. No es capaz de acción ni de narración. Más bien, es un estado afectivo que no desarrolla ninguna fuerza poderosa de acción”. Por tanto, dicha acción no alcanza una incidencia en el plano de la realidad social concreta. Sólo “se limita a la reproducción al infinito de la simulación”.
En este sentido, García y Olmedo consideran que la esfera digital en general y las redes sociodigitales en particular “responden a la misma acción de los medios de comunicación tradicionales: la simulación de la participación y consecuente (in)acción de los individuos. Una baja participación, con una simulación a partir de asentir con un like, o con la brevedad de los caracteres de twitter, generalmente recubierto con la replicación de contenidos más que con la generación de un diálogo”.
El nuevo “opio del pueblo”
Los investigadores de la UNAM observan que “la esfera digital es quizá, la innovación que ha generado más cambios en la vida social del colectivo y en las formas de comunicar entre los individuos. En ella se configuran redes de poder económico en un mundo digital que es concatenado con el discurso de la libertad”, pero que en la práctica constituye en realidad “una forma revestida y actualizada que el capitalismo utiliza para someter a la sociedad y condicionarla a defender su propio sometimiento”.
[caption id="attachment_472454" align="alignright" width="300"] Se cede la esencia del individuo a cambio de existir en el mundo digital.[/caption]
Esto en los hechos “modifica las propias concepciones de ser/estar en sociedad”, afirman. Y es que si en la sociedad concreta se establecía un contrato social (como decía Jean-Jacques Rousseau) donde el individuo cede su libertad a cambio de la seguridad en su vida y bienes que el Estado le garantiza, la esfera digital requiere un nuevo contrato, y con ello, un intercambio diferente: se cede la esencia del individuo a cambio de su existencia en el mundo digital.
“Ya no es la libertad que se intercambia por seguridad, sino la información y la seguridad a cambio de la existencia, de ser/estar en el mundo virtual”, explican García y Olmedo.
Por tanto, afirman, “las redes digitales en particular y la internet en general, se han convertido en el nuevo opio del pueblo ya que su fascinación es la fuerza que ata a los sujetos y los condiciona a ingresar en ese nuevo mundo”.
Así, esta acumulación de información del individuo para fines comerciales y políticos es “la otra cara de la libertad digital”. Es decir, un individuo cede su propia condición (la libertad, en este caso, del anonimato analógico) para ser insertado en el nuevo espacio público, “donde la única libertad que posee es ser parte del conjunto de individuos que sólo están allí, existiendo en la esfera digital”.
Los expertos consideran que existe un proceso de fascinación que acompaña a las industrias culturales, y que en la era digital se magnifica y se refleja en procesos existenciales donde, a pesar de las posibilidades de doble vía para producir contenidos y recibirlos, “el sujeto adquiere rasgos contemplativos”, como abrumado, ante la infinitud de la red y la imposibilidad de acceder a todos sus contenidos.
Big Data: el individuo digital mercantilizado
Volverse digital implica entregar ciertos rasgos o datos básicos a las empresas digitales (Google, Microsoft, Facebook, Twitter, WhatsApp, etc.), que suelen incluir nombre, edad, fecha de nacimiento, entre otros. Estos datos son analizados por las empresas y sus sofisticados algoritmos, y después de ser segmentados, pasan a formar parte de los bancos de datos que son vendidos por estas empresas a quien vean conveniente, o al mejor postor.
[caption id="attachment_472455" align="alignnone" width="520"] Big Data: recolección de datos personales y venta al mejor postor.[/caption]
Hay casos abundantes en los medios de comunicación, y la mayoría de ellos se centran en escándalos de Facebook y su dueño, Mark Zuckerberg. Por ejemplo, documentos filtrados por la red de televisión estadounidense NBC revelaron cómo Zuckerberg supervisó la estrategia para vender los datos de los usuarios de Facebook a sus socios comerciales, que invierten grandes sumas de dinero en anuncios publicitarios dentro de la plataforma.
Otro sonado caso es el de Cambridge Analytica, empresa de análisis de datos relacionada a la campaña de Donald Trump en las elecciones norteamericanas, que, según revelaciones del New York Times, compró y almacenó “indebidamente una enorme cantidad de información” de millones de usuarios de Facebook, e “intentó influir en el voto de los estadounidenses” usando estos datos.
Han se basa en este tipo de ejemplos cuando afirma que en la era digital “se ha pasado del Big Brother (el Gran Hermano, de la novela 1984 de George Orwell) al Big Data en el que la entrega de datos no sucede por coacción, sino por una necesidad interna”. Esta necesidad es interna tanto para el individuo en su intento por adaptarse al nuevo mundo virtual, como para el sistema capitalista en su proceso de transición al capitalismo cognitivo, afirma.
A decir de García y Olmedo, todo esto lleva “no sólo a la conformación de un nuevo espacio, sino a la contribución a la hipersegmentación del mercado para las empresas que intentan incrementar sus ventas ante consumidores que son cada vez más intolerantes a la publicidad”.
Así, la esfera digital se convierte en “un mundo donde la información se vuelve mercancía y donde la identidad se asume como un conjunto de variables que al conocerlas en su interacción podrán dinamizar el capitalismo en su proceso de producción/consumo”, agregan.
De la comunicación a la hipercomunicación caótica
Según Byung-Chul Han -reconocido diseccionador de los males que aquejan a la sociedad hiperconsumista y neoliberal tras la caída del muro de Berlín-, el espacio público se ha ampliado con la llegada de los medios de comunicación.
Pero con la introducción del mundo digital, el espacio público “se extrapoló a un grado tal que absorbió la esfera privada y del tiempo libre de los individuos en tanto el medio digital privatiza la comunicación, por cuanto desplaza de lo público a lo privado la producción de información”. Además, la propia esfera digital ha dejado de ser un espacio comunicativo y vehículo y se ha convertido en “un espacio/contexto desde donde emana la sociedad virtual y la hipercomunicación”, agrega.
El filósofo surcoreano-alemán enfatiza que este nuevo espacio se caracteriza por una sobrecarga de información de diversas (y a veces dudosas) fuentes en las que fluye un nivel tan amplio de datos, fechas, hechos y acontecimientos que “dejan de ser información y se vuelven ruido”, lo que impide escuchar al otro, ya que “la tormenta digital de datos e informaciones, nos hace sordos para el callado retumbar de la verdad y para su silente poder violento”.
Ese ruido, explica, se origina gracias a la apertura de la esfera digital hacia todos los individuos que quieren ser parte de la esfera pública, aunque no posean un tema a tratar en dicho lugar. Así, ellos mismos se vuelven el tema, es decir, “se desdibuja la división entre el espacio público y privado para dar cabida al espacio digital”.
Interconexión sin comunicación
El fallecido sociólogo y filósofo polaco, Zygmunt Bauman, advertía que en las redes sociodigitales se expresan los procesos de la vida cotidiana, pero en un modo “narcisista” en el que se busca la atención de manera tal que se llega a la “pornografía de la comunicación y a la inanición social”.
[caption id="attachment_472456" align="alignright" width="398"] Interconexión sin comunicación, el dilema del mundo digital[/caption]
Es en este sentido que García y Olmedo profundizan su análisis: la aparente socialización que se da en la esfera digital es otra de sus grandes falacias, “toda vez que no es comunicación, sino interconexión. Es decir, no es el intercambio de mensajes o códigos lo que caracteriza la comunicación en lo digital, por el contrario, la comunicación se condiciona a una conexión, reduce la acción a una vigilancia pasiva entre los individuos y se inhibe el sentido humano por el afectivo que emana del narcicismo”.
Capitalismo cognitivo
Los investigadores de la UNAM observan que, actualmente, el capitalismo ya no sólo se basa en la idea de producción como eje central, sino que está dando paso a una nueva forma a través del consumo y los servicios; “allí es donde aparece el capitalismo cognitivo”.
Según el economista español, Ramón Zallo, esta nueva forma da protagonismo al capital financiero “que pivota sobre la gestión del conocimiento y la innovación, con un modo social de regulación todavía inestable que se caracteriza por la desposesión, la flexibilidad y la individualización social, una expansión global de los mercados y la emergencia de nuevos países industrializados”.
Al mismo tiempo, el capitalismo cognitivo difiere de la Revolución Industrial y otras fases en que, si antes se direccionó el desarrollo hacia la materialización de mercancías y productos de uso, en el capitalismo cognitivo la direccionalidad del desarrollo está enfocada en la propia innovación, en el constante desarrollo sobre la propia tecnología, enfatizan García y Olmedo.
Y la innovación no se da sólo en el propio proceso dinámico de explotación, “sino que también innova el propio sistema y con ello las categorías de análisis como trabajo, salario y capital variable”, agregan.
En este sentido, el economista y profesor de la Universidad de París, Carlo Vercellone, considera que el capitalismo actual está en una fase “dentro de la cual se encuentra el crecimiento en potencia del rol del conocimiento y de la dimensión cognitiva del trabajo”.
Para García y Olmedo, en esta fase, aunque nueva, se mantiene la esencia del desarrollo capitalista: la lógica creación-destrucción, pero que se matiza bajo la funcionalidad-obsolescencia. El sociólogo francés Henri Lefèbvre señalaba ya en 1972 que la obsolescencia está programada para incentivar el consumo, y de esta manera alimentar el ciclo producción-consumo, motor del sistema. Esta lógica se habría profundizado en la actualidad.
[caption id="attachment_472457" align="aligncenter" width="524"] Obsolescencia programada: uno de los rasgos negativos del llamado capitalismo cognitivo.[/caption]
Y es que cuando la comunicación se inserta en el circuito capitalista, cambia su significado: “más comunicación significa más capital. El círculo de comunicación e información conduce al círculo acelerado del capital”, dice Han.
Por otro lado, los cambios se perciben tanto en lo cotidiano como en la forma de socialización y en la movilización ya que, como mencionaron los investigadores de la UNAM, “el sujeto se aísla en las redes y simula su acción política y social a través de la repetición de información y la acumulación de la comunicación”.