Los chunchos, símbolo de la fiesta de San Roque (Segunda parte)
LOS PROMESANTES CHUNCHOS Está claro que los fundadores de la Villa de Tarija, junto a los primeros vecinos y a los cautivos Chiriguanos, fueron los que en las primeras solemnes procesiones dieron cabida a las danzas nativas hermanados por la fe popular, empeñados en suplicar al Santo Curandero...



LOS PROMESANTES CHUNCHOS
Está claro que los fundadores de la Villa de Tarija, junto a los primeros vecinos y a los cautivos Chiriguanos, fueron los que en las primeras solemnes procesiones dieron cabida a las danzas nativas hermanados por la fe popular, empeñados en suplicar al Santo Curandero les proteja de las epidemias y enfermedades. Ésta la razón por la que los bailes rituales se han constituido en la expresión costumbrista popular más antigua, desde la creación de la “Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija”.
Con el transcurrir del tiempo los creyentes devotos, imitando a aquellos sacerdotes indígenas que conjuraban los males, empezaron a utilizar esas análogas indumentarias, acompañados con aquellas rítmicas y armoniosas danzas ante el milagroso San Roque, en busca de algún favor extraordinario y que más tarde el pueblo les llamó “Los Chunchos”.
En la actualidad, con este nombre se conoce a aquellos individuos, promesantes varones, dedicados con fervor a rendir reverencias al gran Patrono de Tarija como muestra de gratitud y reconocimiento por alguna manifestación de misericordia del Santo o en señal de ruego y súplica en busca de cierto prodigio. Muchos, mostrando su obstinada fe y devoción se empeñan en mantener su promesa durante toda su vida, mientras otros por un determinado tiempo según la magnitud de su comprometida obligación.
La promesa, para estos singulares personajes, es impulsada por una notable expresión de fe, en la que adquieren un compromiso voluntario de cumplimiento, de una manera humilde y sincera, sin ningún afán de protagonismos sino como una verdadera adhesión de fe hacia el Creador, con la intermediación del Noble Santo Curandero.
Como corolario indicar que, el formar parte de la comunidad de los Promesantes Chunchos es un acto de entera devoción a San Roque, llevando en sí una promesa, además que muchos de los integrantes, con su participación, manifiestan un inmenso sentimiento de identidad chapaca.
Los Chunchos salen en las procesiones bailando danzas típicas nativas con una singular vestimenta, luciendo atractivos trajes de seda, enriquecidos con perlas y oropeles.
Generalmente las danzas poseen una coreografía sencilla, mostrando su donaire y elegancia en largas filas, al son de la sutil y genuina música nativa de las quenillas o camacheñas, de los incesantes tambores y los profundos ronquidos de las enormes cañas sonoras que despiertan la fe de los peregrinos.
En la cabeza llevan una especie de turbante cilíndrico, de unos 50 cm de alto, forrado de plumas de pavo, teñidas con colores del arco iris, y que se colocan sobre una pañoleta donde se sostiene y protege del lacerante ingreso de los rayos del sol de mediodía. Una característica particular de estos multicolores turbantes es que, en la parte superior, todos llevan las plumas de color blanco, como asemejándose a brillantes coronas resplandecientes o aureolas luminosas que se desplazan lentamente durante los bailes. Del borde del turbante se desprende un adornado velo fino que oculta el rostro del Promesante.
Sobre una elegante camisa blanca llevan puesto un llamativo ponchillo de seda, muy adornado, que cubre hasta los brazos, de cuyos codos penden cintas que representan el número de años que el promesante lleva danzando en la Fiesta Grande.
Por la espalda cuelga la “Estalla”, hecha de tela en forma de corazón, cubierta de conchas y lentejuelas y que representa el amor, la fe y la esperanza hacia el Patrono San Roque.
Sujeto a la cintura, llevan un característico pollerín de seda que les cubre hasta las rodillas y, como tratando de evitar mostrar las extremidades inferiores, hacen uso de unas medias opacas, por encima de las rodillas. Además, utilizan calzados negros, los mismos que en la actualidad son reemplazados por zapatos deportivos, que mejor soportan el cansancio del enorme recorrido en las diferentes procesiones.
Completa su indumentaria las sonoras “flechas” las que mantienen en sus manos y sirven para marcar el paso y el ritmo de las danzas; son piezas de madera que llevan en un extremo coloridas plumas multicolores, donde se sujetan varias piezas delgadas de caña brava, las que, al batirlas con ayuda de los dedos, desprenden un llamativo sonido.
Pese a que estas expresiones de danzas-rogativas datan de épocas anteriores, se asevera también que los Promesantes Chunchos son los mismos leprosos que en sus ruegos por restablecer sus lesiones acudían al Santo Curandero buscando mitigar sus males. Es el caso del padre Lorenzo Calzavarini quien indica: “La fiesta de San Roque está impregnada de teología popular sobre la base de los conceptos de enfermedad y salud, relacionados entre sí por la ritualidad de los Chunchos. Los Chunchos son leprosos que en los meses de agosto y septiembre sufren por falta de comida”.
Esta afirmación, al parecer, está basada en que, concluido el hospital de Lazareto en 1858, la presencia de individuos infectados por la lepra, hizo que sean también ellos los que imploren misericordia por su dolor y consuelo para su mal, ofreciendo culto a San Roque con la participación de los neófitos de Itaú (población ubicada en la provincia Gran Chaco del departamento de Tarija), eximios conocedores de sus atávicos rituales y hábiles constructores de la leprosería en Lazareto.
Por lo que es acertado indicar que, la comunidad afectada por la lepra tiene que haber tenido una particular influencia dentro del ceremonial culto de los Promesantes Chunchos, por tratarse de una peculiar enfermedad contumaz e incurable en ese entonces, proclive a cualquier promesa, ofrenda o sacrificio, a cambio de aplacar su espantoso sufrimiento. Sin que sean, precisamente los enfermos de lepra los únicos precursores de los Promesantes Chunchos.
Nace aquí también la creencia de atribuir a que, en las procesiones del Santo Patrono, los Promesantes Chunchos hagan resaltar su presencia con aquella pequeña madera en forma de flecha, provocando un resonante chasquido, de la misma manera que la comunidad de leprosos alertaba su presencia limosnera, cuando se avecinaban a la ciudad suplicantes desde el Lazareto, en busca de solidaridad.
Además, es común atribuir a aquellos dolientes, la actual indumentaria que llevan los “Chunchos”, cubriendo su cuerpo totalmente para evitar mostrar las huellas de aquella despreciable enfermedad, tapando su rostro con un velo de gasa y las piernas con un par de medias opacas. Aunque podría tratarse también de una firme decisión de ocultar su identidad.
A este respecto, indica el padre Calzavarini: “La vestimenta misma de los Chunchos describe la enfermedad: rostros cubiertos, indumentaria que cubre la totalidad del cuerpo”.
Otras aseveraciones señalan también que, el rítmico sonido de estas pequeñas cañas sobre la madera, son una imitación a los disparos de flecha que efectuaban, en épocas pasadas, los bárbaros chiriguanos en sus continuas y temibles incursiones al valle tarijeño.
Los vestidos cortos de vivos colores y el atractivo turbante de finas plumas multicolores, con algunas variaciones, se mantienen desde los albores de esta notable fiesta.
Pasado el tiempo y con la inesperada y brusca desaparición de los personajes afectados por la lepra, aquellas místicas danzas se transformaron en ordenados bailes de alabanza de los fieles creyentes que suplicaban al Santo Curandero San Roque les conserve la salud y evite la presencia de nuevas pestes en la población, con lo que, en la década de los setenta del siglo XIX, este grupo se estructura en una hermandad de danzantes y bailarines, Promesantes Chunchos, integrada por campesinos y obreros que, en busca de protección y alivio a sus males, se constituían en obstinados promesantes que cada año acompañaban al Santo en procesión por las calles de la ciudad, visitando las iglesias y a los enfermos del Hospital.
Hasta la primera mitad del siglo XX, el grupo integrante de los “Chunchos” eran personas de extracción social de bajos recursos económicos, hoy en día los “Chunchos” no reconocen distinción alguna de clase social ni económica, todos los participantes, al unísono, se han constituido en unos verdaderos promesantes en busca de salud y bienestar familiar.
El conocido profesor e impulsor de la fiesta, don Humberto Arce nos indica que: “....en la actualidad no son solamente obreros y campesinos los que bailan para el Santo, los hay estudiantes, profesionales, y si se quiere, de la llamada sociedad y ya maduritos y casados. Esto quiere decir que el llamado progreso de nuestro pueblo no puede borrar esta tradición, más bien se acrecienta, ya que el número de Chunchos aumenta cada año y de esto lo sabe el pueblo”.
Con varias semanas de anticipación, estos promesantes efectúan continuos ensayos, donde practican los diferentes pasos y danzas que serán mostrados al Santo en las diversas procesiones, a partir del primer domingo de septiembre de cada año.
Antiguamente existía una gran diversidad de danzas, puesto que el número de promesantes era relativamente pequeño, que se prestaba a este tipo de demostraciones. Entre las más conocidas se encontraban: La Cadena, La Primera, La segunda, La Tercera, La Cuarta, La Cruzada Doble, La sencilla, etc., con distintas melodías musicales y con variados pasos y movimientos como el chapaqueño, el suri, la garra, etc.
En la actualidad es tal la cantidad de “Chunchos” que es imposible lograr coordinar tantos bailes ni conseguir un correcto orden establecido, como el que se podía lograr tiempo atrás.
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El reverendo padre Carmelita Garvin Grech, de una manera concluyente manifiesta que los chunchos bailan por alguna promesa y que el participar como tales, es un acto de fe y de religiosidad, no un acto cultural. Por este motivo los integrantes de este inmenso grupo están sujetos a varias reglas como: haber cumplido con los sacramentos del bautismo y primera comunión; pasar cursos por algunos días sobre lo que representa una promesa y llevar una vida ordenada, tratando de imitar la ejemplar vida de San Roque.
Por su peculiar historia, su singular costumbre y dilatada trayectoria, estos Promesantes representan el símbolo más sobresaliente de la fiesta de San Roque. Ellos con sus bailes, sus cantos y esforzado sacrificio, tienen la sólida convicción de obtener el socorro del gran “Patrono de Tarija”.
Está claro que los fundadores de la Villa de Tarija, junto a los primeros vecinos y a los cautivos Chiriguanos, fueron los que en las primeras solemnes procesiones dieron cabida a las danzas nativas hermanados por la fe popular, empeñados en suplicar al Santo Curandero les proteja de las epidemias y enfermedades. Ésta la razón por la que los bailes rituales se han constituido en la expresión costumbrista popular más antigua, desde la creación de la “Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija”.
Con el transcurrir del tiempo los creyentes devotos, imitando a aquellos sacerdotes indígenas que conjuraban los males, empezaron a utilizar esas análogas indumentarias, acompañados con aquellas rítmicas y armoniosas danzas ante el milagroso San Roque, en busca de algún favor extraordinario y que más tarde el pueblo les llamó “Los Chunchos”.
En la actualidad, con este nombre se conoce a aquellos individuos, promesantes varones, dedicados con fervor a rendir reverencias al gran Patrono de Tarija como muestra de gratitud y reconocimiento por alguna manifestación de misericordia del Santo o en señal de ruego y súplica en busca de cierto prodigio. Muchos, mostrando su obstinada fe y devoción se empeñan en mantener su promesa durante toda su vida, mientras otros por un determinado tiempo según la magnitud de su comprometida obligación.
La promesa, para estos singulares personajes, es impulsada por una notable expresión de fe, en la que adquieren un compromiso voluntario de cumplimiento, de una manera humilde y sincera, sin ningún afán de protagonismos sino como una verdadera adhesión de fe hacia el Creador, con la intermediación del Noble Santo Curandero.
Como corolario indicar que, el formar parte de la comunidad de los Promesantes Chunchos es un acto de entera devoción a San Roque, llevando en sí una promesa, además que muchos de los integrantes, con su participación, manifiestan un inmenso sentimiento de identidad chapaca.
Los Chunchos salen en las procesiones bailando danzas típicas nativas con una singular vestimenta, luciendo atractivos trajes de seda, enriquecidos con perlas y oropeles.
Generalmente las danzas poseen una coreografía sencilla, mostrando su donaire y elegancia en largas filas, al son de la sutil y genuina música nativa de las quenillas o camacheñas, de los incesantes tambores y los profundos ronquidos de las enormes cañas sonoras que despiertan la fe de los peregrinos.
En la cabeza llevan una especie de turbante cilíndrico, de unos 50 cm de alto, forrado de plumas de pavo, teñidas con colores del arco iris, y que se colocan sobre una pañoleta donde se sostiene y protege del lacerante ingreso de los rayos del sol de mediodía. Una característica particular de estos multicolores turbantes es que, en la parte superior, todos llevan las plumas de color blanco, como asemejándose a brillantes coronas resplandecientes o aureolas luminosas que se desplazan lentamente durante los bailes. Del borde del turbante se desprende un adornado velo fino que oculta el rostro del Promesante.
Sobre una elegante camisa blanca llevan puesto un llamativo ponchillo de seda, muy adornado, que cubre hasta los brazos, de cuyos codos penden cintas que representan el número de años que el promesante lleva danzando en la Fiesta Grande.
Por la espalda cuelga la “Estalla”, hecha de tela en forma de corazón, cubierta de conchas y lentejuelas y que representa el amor, la fe y la esperanza hacia el Patrono San Roque.
Sujeto a la cintura, llevan un característico pollerín de seda que les cubre hasta las rodillas y, como tratando de evitar mostrar las extremidades inferiores, hacen uso de unas medias opacas, por encima de las rodillas. Además, utilizan calzados negros, los mismos que en la actualidad son reemplazados por zapatos deportivos, que mejor soportan el cansancio del enorme recorrido en las diferentes procesiones.
Completa su indumentaria las sonoras “flechas” las que mantienen en sus manos y sirven para marcar el paso y el ritmo de las danzas; son piezas de madera que llevan en un extremo coloridas plumas multicolores, donde se sujetan varias piezas delgadas de caña brava, las que, al batirlas con ayuda de los dedos, desprenden un llamativo sonido.
Pese a que estas expresiones de danzas-rogativas datan de épocas anteriores, se asevera también que los Promesantes Chunchos son los mismos leprosos que en sus ruegos por restablecer sus lesiones acudían al Santo Curandero buscando mitigar sus males. Es el caso del padre Lorenzo Calzavarini quien indica: “La fiesta de San Roque está impregnada de teología popular sobre la base de los conceptos de enfermedad y salud, relacionados entre sí por la ritualidad de los Chunchos. Los Chunchos son leprosos que en los meses de agosto y septiembre sufren por falta de comida”.
Esta afirmación, al parecer, está basada en que, concluido el hospital de Lazareto en 1858, la presencia de individuos infectados por la lepra, hizo que sean también ellos los que imploren misericordia por su dolor y consuelo para su mal, ofreciendo culto a San Roque con la participación de los neófitos de Itaú (población ubicada en la provincia Gran Chaco del departamento de Tarija), eximios conocedores de sus atávicos rituales y hábiles constructores de la leprosería en Lazareto.
Por lo que es acertado indicar que, la comunidad afectada por la lepra tiene que haber tenido una particular influencia dentro del ceremonial culto de los Promesantes Chunchos, por tratarse de una peculiar enfermedad contumaz e incurable en ese entonces, proclive a cualquier promesa, ofrenda o sacrificio, a cambio de aplacar su espantoso sufrimiento. Sin que sean, precisamente los enfermos de lepra los únicos precursores de los Promesantes Chunchos.
Nace aquí también la creencia de atribuir a que, en las procesiones del Santo Patrono, los Promesantes Chunchos hagan resaltar su presencia con aquella pequeña madera en forma de flecha, provocando un resonante chasquido, de la misma manera que la comunidad de leprosos alertaba su presencia limosnera, cuando se avecinaban a la ciudad suplicantes desde el Lazareto, en busca de solidaridad.
Además, es común atribuir a aquellos dolientes, la actual indumentaria que llevan los “Chunchos”, cubriendo su cuerpo totalmente para evitar mostrar las huellas de aquella despreciable enfermedad, tapando su rostro con un velo de gasa y las piernas con un par de medias opacas. Aunque podría tratarse también de una firme decisión de ocultar su identidad.
A este respecto, indica el padre Calzavarini: “La vestimenta misma de los Chunchos describe la enfermedad: rostros cubiertos, indumentaria que cubre la totalidad del cuerpo”.
Otras aseveraciones señalan también que, el rítmico sonido de estas pequeñas cañas sobre la madera, son una imitación a los disparos de flecha que efectuaban, en épocas pasadas, los bárbaros chiriguanos en sus continuas y temibles incursiones al valle tarijeño.
Los vestidos cortos de vivos colores y el atractivo turbante de finas plumas multicolores, con algunas variaciones, se mantienen desde los albores de esta notable fiesta.
Pasado el tiempo y con la inesperada y brusca desaparición de los personajes afectados por la lepra, aquellas místicas danzas se transformaron en ordenados bailes de alabanza de los fieles creyentes que suplicaban al Santo Curandero San Roque les conserve la salud y evite la presencia de nuevas pestes en la población, con lo que, en la década de los setenta del siglo XIX, este grupo se estructura en una hermandad de danzantes y bailarines, Promesantes Chunchos, integrada por campesinos y obreros que, en busca de protección y alivio a sus males, se constituían en obstinados promesantes que cada año acompañaban al Santo en procesión por las calles de la ciudad, visitando las iglesias y a los enfermos del Hospital.
Hasta la primera mitad del siglo XX, el grupo integrante de los “Chunchos” eran personas de extracción social de bajos recursos económicos, hoy en día los “Chunchos” no reconocen distinción alguna de clase social ni económica, todos los participantes, al unísono, se han constituido en unos verdaderos promesantes en busca de salud y bienestar familiar.
El conocido profesor e impulsor de la fiesta, don Humberto Arce nos indica que: “....en la actualidad no son solamente obreros y campesinos los que bailan para el Santo, los hay estudiantes, profesionales, y si se quiere, de la llamada sociedad y ya maduritos y casados. Esto quiere decir que el llamado progreso de nuestro pueblo no puede borrar esta tradición, más bien se acrecienta, ya que el número de Chunchos aumenta cada año y de esto lo sabe el pueblo”.
Con varias semanas de anticipación, estos promesantes efectúan continuos ensayos, donde practican los diferentes pasos y danzas que serán mostrados al Santo en las diversas procesiones, a partir del primer domingo de septiembre de cada año.
Antiguamente existía una gran diversidad de danzas, puesto que el número de promesantes era relativamente pequeño, que se prestaba a este tipo de demostraciones. Entre las más conocidas se encontraban: La Cadena, La Primera, La segunda, La Tercera, La Cuarta, La Cruzada Doble, La sencilla, etc., con distintas melodías musicales y con variados pasos y movimientos como el chapaqueño, el suri, la garra, etc.
En la actualidad es tal la cantidad de “Chunchos” que es imposible lograr coordinar tantos bailes ni conseguir un correcto orden establecido, como el que se podía lograr tiempo atrás.
[gallery type="slideshow" size="full" ids="70670"]
El reverendo padre Carmelita Garvin Grech, de una manera concluyente manifiesta que los chunchos bailan por alguna promesa y que el participar como tales, es un acto de fe y de religiosidad, no un acto cultural. Por este motivo los integrantes de este inmenso grupo están sujetos a varias reglas como: haber cumplido con los sacramentos del bautismo y primera comunión; pasar cursos por algunos días sobre lo que representa una promesa y llevar una vida ordenada, tratando de imitar la ejemplar vida de San Roque.
Por su peculiar historia, su singular costumbre y dilatada trayectoria, estos Promesantes representan el símbolo más sobresaliente de la fiesta de San Roque. Ellos con sus bailes, sus cantos y esforzado sacrificio, tienen la sólida convicción de obtener el socorro del gran “Patrono de Tarija”.