Reconfiguración política
Bolivia y sus oposiciones
La oposición de derecha suele hablar de unidad sin sentar las bases para una concurrencia; los matices ideológicos de unos sobre otros, tanto en el manejo del Estado como en la configuración moral conservadora o liberal. La izquierda nacional y la propuesta federal siguen huérfanas de liderazgo



Miguel V. de Torres/La Mano del Moto
El conflicto por la realización del Censo de Población y Vivienda y la aplicación inminente de los resultados ha dejado al descubierto las grietas políticas en el oficialismo y también en la oposición. La sincronización de los tiempos permitió llegar a uno de los puntos álgidos en la pelea a la vez que el MAS institucional (el de Arce) le arrebataba la presidencia de Diputados al MAS orgánico (el de Evo) en una jugada pública y notoria que ha irritado más todavía al expresidente Evo Morales, al que apenas le quedan 23 diputados leales.
Desde entonces el volumen de los ataques en cada declaración, que siempre hay que leer en clave interna, no han parado de crecer dejando tocado al Instrumento Político de la Soberanía Popular, que demora su propio Congreso Orgánico pese al ultimátum del TSE. La división es un hecho, pero solo el paso del tiempo permitirá saber si eso se traduce en escisión o no. De momento aún se está en las definiciones: al vicepresidente del MAS, Gerardo García, le parece una temeridad hablar de división y recuerda que otras cabezas también salieron del partido armando gran polvareda, pero a la hora de la verdad ninguna de esas salidas se ha materializado en partidos alternativos con peso real.
Heridas de oposición
A pesar del mal momento que parece atravesar el Movimiento Al Socialismo (MAS), la oposición a nivel nacional no ha reaccionado de una forma solvente, al contrario. Los analistas advierten que el tema ha vuelto a distraer a una oposición que no tiene ninguna voluntad de construir un proyecto de país alternativo al del Movimiento Al Socialismo para disputar la hegemonía electoral, algo que es recurrente, sobre todo en momentos de extrema debilidad.
En 2019 el MAS llegó a las elecciones desfondado en su credibilidad con Evo Morales como candidato a pesar de haber perdido el referéndum de 2016 y muertos de miedo ante una hipotética segunda vuelta que les alejara del poder.
La oposición, o más específicamente, todas las oposiciones creyeron que era su momento de ganarle a Evo y que solo necesitaban ser segundos para ganar en segunda vuelta. Así, Carlos Mesa fue el primero en lanzar su candidatura en solitario sin esperar a nadie más, aunque se sumaron algunos partidos como el Movimiento Sin Miedo de La Paz. Poco después se presentó la alianza entre Unidad Nacional de Samuel Doria Medina y los Demócratas de Rubén Costas, que en realidad no era nueva alianza ya que compartían grupo en la Asamblea, pero por alguna extraña razón, la prensa paceña aseguraba que ambos grupos se rendirían ante Carlos Mesa. Cuando ya era evidente que no habría un frente único, se lanzaron en solitario otras opciones tradicionales como el MNR con Virginio Lema, que al final logró un 0,69%.
Aún faltó un último movimiento: Los Demócratas forzaron la fórmula y vetaron a Doria Medina, al que desafiaron a consultar con la militancia registrada. Antes de ser humillado renunció a la alianza pero ya era tarde, el candidato de 2005, 2009 y 2014 se quedaba fuera en 2019 tras una arriesgada maniobra política.
Con todo, las elecciones de 2019 acabaron con Evo Morales en México y Jeanine Áñez sentada en el salón del trono, a priori para dirigir interinamente el país hasta convocar una nueva elección, que después se demoró hasta octubre por la irrupción de la pandemia, un evento que por cierto también condicionó lo electoral donde la oposición… no tomó nota.
Que Jeanine Áñez iba a ser candidata en esa elección se vio claro desde la performance del primer día con la biblia en la mano. Los Demócratas que en 2019 habían sido vapuleados con Óscar Ortiz al frente sacando apenas un 4% veían la oportunidad de reivindicarse mientras otros partidos regionales también se acercaron. Fue la primera que convocó a la unidad, pero no lo logro.
Carlos Mesa no tardó en revalidar su candidatura frustrada en 2019 argumentando derecho legítimo a hacerlo y exigiendo el apoyo del resto al considerar que sin su campaña, no hubiera sido posible que el MAS reaccionara como reaccionó… pero no lo logró.
Además, el otro protagonista de los sucesos de 2019 que acabaron en renuncia de Evo, Luis Fernando Camacho, también lanzó su candidatura presidencial pese a las muchas críticas que le recordaron que prometió que no se metería en política. Hoy es gobernador de Santa Cruz y en ese momento, para su plan, resultaba necesario lograr una amplia bancada cruceña, y lo hizo.
Aun hubo más, el propio Tuto Quiroga se lanzó en solitario para buscar la presidencia y participar así en los debates. Tanto Tuto como Áñez acabaron declinando sus candidaturas dejando a docenas de candidatos colgados y a Demócratas, que respaldaba a Áñez, sin bancada.
El resultado electoral es conocido, el MAS volvió a sacar un resultado histórico, aún sin lograr los dos tercios en la asamblea, a la que entraron también Comunidad Ciudadana de Mesa y Creemos de Luis Fernando Camacho, que hasta hoy no acaban de sintonizar sus funciones.
¿Qué opciones de oposición tiene el país?
Para el MAS en general y Evo Morales en particular, todo aquel no alineado con ellos es “la derecha”, incluso la mitad de su propio partido, sin embargo, la catalogación no es tan simple. En Bolivia las oposiciones tienen ligeros matices entre sí que son los responsables de que al final la propuesta crezca mínimamente o muera. ¿A quién representa cada quién?
El partido más consistente hasta el momento venía siendo Unidad Nacional, manejado como una empresa por su dueño, Samuel Doria Medina, que hace seis meses dio un paso al costado de la dirección para tratarse de un cáncer del que aparentemente ha salido sin mayores contratiempos. Doria Medina, pese a sus maneras de multimillonario y su rol de ministro en la capitalización de los años 90, trata de colocar a Unidad Nacional en la órbita de la socialdemocracia y se alinea con los Demócratas de Estados Unidos. Su crítica al MAS pasa por la ineficiencia y la mala gestión, pero no plantea una reducción del Estado ni eliminar su participación en la economía, algo de lo que el millonario sabe.
En una línea similar se posiciona Comunidad Ciudadana, a la que las alas más radicales de la oposición califican de “socialista” mientras que no olvidan el desliz de su jefa de bancada en senadores, Andrea Barrientos, que aseguró tener “más coincidencias con el MAS que con Creemos” desatando una polémica que le obligó a renunciar. Mesa contempla afinar el Estado pero mantener su participación en todas las áreas estratégicas. No plantea una desnacionalización ni nada parecido, cree en la asistencia estatal y su análisis de fracaso del MAS para por la mala gestión. Mesa es también liberal en los asuntos más relacionados a la moral, como el aborto, el matrimonio igualitario o el consumo de drogas recreativas.
Más indefinida ha quedado la propuesta de Luis Fernando Camacho al mezclarla con los asuntos regionales, donde practica la intervención del Estado con amplias dosis de populismo. En su alcance nacional, Camacho partió de una visibilidad de ultraderecha que defendía el libre mercado y articulaba los temas de identidad, wiphalas, cruceñidad, etc., y aún hoy es su nicho más combativo junto al conservador católico, que auspician sus fórmulas e ideas segregacionismo.
El lobby ultraliberal en lo económico sí lo representa Tuto Quiroga, uno de los políticos bolivianos “favoritos” de la red Atlas Network y que siempre llega “en forma” a la víspera de las elecciones, donde suele promover las ideas de libre mercado con esos ejemplos de titularizar YPFB y repartirla entre los bolivianos, etc. En lo moral Tuto puede colocarse en la equidistancia, ya que trata de no mojarse demasiado ni en un sentido ni en otro.
Por el momento, aunque algunos comunicadores intenten crear una figura más al estilo de Javier Milei y su anarcocapitalismo en Argentina, la propuesta no acaba de cuajar, mientras que la ultraderecha racista y clasista que escenificaron sujetos como Arturo Murillo o Luis Fernando López en el gobierno de Áñez sigue teniendo una representación marginal en Bolivia, pero ruidosa.
Las opciones “desiertas”
Hay dos opciones de oposición en Bolivia presentes en el imaginario, pero vacías en la representación actual. Por un lado, la izquierda nacional y por el otro, la opción republicana federal entendida como una propuesta de organización con capacidad electoral.
La izquierda nacional quedó prácticamente huérfana desde la muerte del periodista y político Andrés Soliz Rada, uno de los pocos que supo marcar diferencias y ser complementario con el Movimiento Al Socialismo (MAS) y que cooperó en el gobierno cuando le tocó y fue crítico desde fuera cuando también le tocó. Por lo general, el MAS de Evo atrajo hacia sí y acabó desarticulando todo el discurso nacionalista de izquierda con la nacionalización primero y la industrialización después, ambas cuestiones inconclusas, mientras que la articulación económica mantiene los principios de la 21060. La asunción de Arce, a quien se le intenta posicionar junto a Marcelo Quiroga Santa Cruz para diferenciarlo del capitalismo andino de Evo Morales, tampoco a ha contribuido a revitalizar el espacio a la izquierda pese a que las condiciones sociales hoy son mucho más propicias que hace dos décadas por la configuración urbana y las nuevas necesidades insatisfechas de la clase media que el Censo pondrá al descubierto.
Por otro lado, la articulación autonomista del pasado nunca ha logrado concentrar un frente nacional que sumara identidades regionales para proponerle una nueva forma de organización de principios federales, entre otras cosas, porque la Ley electoral lo impedía al exigir que toda candidatura fuera efectivamente nacional y vetara la concurrencia de agrupaciones departamentales en la competencia presidencial con el fin de sacar unos escaños que fueran decisivos para forjar mayorías a cambio de beneficios específicos para la región.
Esta prohibición ha generado partidos nacionales “fake”, es decir, fuertemente arraigados en una región, como los Demócratas en el Oriente o el Movimiento Sin Miedo en La Paz, que artificialmente se han extendido al territorio con el ánimo de medrar, pero con poco éxito.
La nueva Ley Electoral si contempla la posibilidad de conformar una candidatura con la suma de agrupaciones departamentales de los nueve departamentos, una apuesta arriesgada que puede generar distorsiones importantes en la configuración legislativa, pero que de momento nadie ha decidido explorar.