La mirada en el tablero
¿Pero dónde está Víctor Hugo Zamora?
Quienes sospechan de que Zamora se convirtió en el vaso comunicante entre los altos intereses del MAS en la gestión anterior con la de Áñez siguen sumando argumentos



Pasan los meses y Víctor Hugo Zamora no aparece. Apenas hay un débil rastro de existencia en redes sociales, donde suele hablar con cierta rabia y amargura, incluso cuando es para felicitar a un familiar. Su paso por el Ministerio de Hidrocarburos de Jeanine Áñez lo ha llevado al exilio, a pesar de que recién en marzo se interpuso la primera denuncia formal por conducta antieconómica, en ese caso por no poner en marcha la planta de urea y amoniaco.
Es verdad que la gestión de Zamora en lo concreto generó polémica casi a diario, aunque muchas iban intermediadas por Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), empresa matriz en la que el Ministro, a pesar de todo, se convierte en presidente del Directorio. La polémica estalló casi en cada contratación: Lo hizo con los seguros, lo hizo con el servicio de cáterin, lo hizo con la contratación de combustibles, carísimos, con los vuelos, y con casi todo, pero no dejaban de ser – dicen los estantes y habitantes del poder – asuntos mundanos de “presunta” corrupción del día a día, en el que los montos son bajos y las penas, si es que alguien acaba dictando algo a la década y media de proceso, también.
También es el caso de los delitos imputados por la planta de urea: nada que le llevara a pasar el resto de su vida en prisión, por lo que desde el propio entorno de Zamora y desde otras filas de la oposición se asume que existen otros asuntos que pueden estallar en cualquier momento, o que se gestionan con cuidado para que no estallen.
Zamora se subió al carro de los últimos, y esto no es un dato menor. Él no fue nombrado Ministro en la primera hornada, la del 13 de noviembre, sino el 14 de noviembre, es decir, 48 horas después de que Áñez tomara el poder en aquella estrambótica sesión sin quorum en que se declaró presidenta “ipso facto”. Esto supone que detrás de su nombramiento hubo un largo periodo de negociación, pues la cartera de Hidrocarburos, que da el control de YPFB, que es la empresa más grande de Bolivia, no es menor. Pero además, Zamora no estuvo entre los que firmaron el polémico decreto que autorizaba el uso de armas de fuego real contra la población civil a las Fuerzas Armadas, liberándoles de responsabilidad penal, algo que en realidad no es posible según los Tratados Internacionales, ya que en ese caso la asumen, precisamente, quienes firman la orden ejecutiva.
Sin embargo, Zamora se convirtió pronto en un entusiasta del Añismo, a quien empezó a llamar “presidente” como lo hacían los ministros más conservadores, y a ligar discursos cada vez más duros contra el masismo y sus acciones después de casi diez años de práctico mutismo en la Asamblea Plurinacional.
Y es que Zamora pudo ser presidente, dos veces. Las malas lenguas dicen que prefirió quedarse con la cartera de Secretario y no la decorativa de Segundo Vicepresidente que acabó ocupando Áñez, de Demócratas, aunque le tocaba al PDC. La permuta tuvo que ver con la “prejubilación” de la beniana y las mayores opciones de figurar y tener acceso a información sensible.
Después también pudo acabar siendo presidente, esta vez en virtud a las negociaciones en la Universidad Católica Boliviana de la zona sur de La Paz, y no lo dicen las malas lenguas sino el informe de la Conferencia Episcopal sobre lo que sucedió aquellos días. Según aquello, Adriana Salvatierra lo propuso y finalmente se quedaron a conversar a solas con Óscar Ortiz y monseñor Eugenio Scarpellini. De allí salió Áñez presidenta, y tal vez Zamora ministro de Hidrocarburos.
Zamora no encontró nada que denunciar en sus 11 meses de gestión, aunque bien es verdad que la última parte se convirtió en ministro de salud de Tarija por aquello de la pandemia. Al contrario, Zamora entró rápidamente a negociar la ampliación del contrato con Brasil – donde se da por hecho que se refugia – y firmó una ampliación con numerosas concesiones para el país vecino, desde la reducción del volumen de compra obligatoria hasta asumir el pago del transporte del gas hasta la frontera que anteriormente asumía Brasil. Se estima unos 100 millones de dólares anuales ahorrados a Brasil en este sentido.
También hubo otros temas: los contratos de Tariquía quedaron como estaban; Shell se fue del Jaguar sin explicar el fracaso y nunca explicó quién pagó el pozo (seco) más profundo del mundo perforado en Boyuy y que Repsol quiso parar y el Ministerio anterior le “¿convenció?” para seguir. Mientras tanto, Zamora se metió en la aventura electoral de Áñez incluso rompiendo su relación de décadas con Óscar Montes, quien acabó golpeando para quedarse con el control del partido que le había cedido precisamente a Zamora, y siempre fue un testimonio clave en aquella paranoia de la supuesta deflagración pretendida en Senkata y que se usa como justificante de la operación represiva.
Quienes sospechan de que Zamora se convirtió en el vaso comunicante entre los altos intereses del MAS en la gestión anterior con la de Áñez, que se encargó de salvaguardar los intereses petroleros, fundamentalmente, y de otras carteras, siguen sumando argumentos. ¿Acaso alguien busca al ex ministro?