¿Qué hay detrás de la detención del exministro?
Salvar a la soldado Áñez
Murillo fue atrapado en Estados Unidos donde se quedó pese a la caída de Trump y la de la cúpula ultraderechista. El Gobierno habla de una mejora de relaciones. La expresidenta continua en prisión
Hay varias preguntas que todavía no tienen respuesta en el caso de la detención del ex ministro de Gobierno, Arturo Murillo, en los Estados Unidos por el caso de sobornos en la compra de material antidisturbios para su Ministerio. Caso que por cierto no ha avanzado apenas nada en Bolivia pese a haber sido ampliamente documentado en la prensa.
La fundamental es por qué Murillo seguía en Estados Unidos sabiendo que sus negocios turbios eran también delictuosos en ese país. Murillo no tiene sello azul ni nada parecido de la interpol y podía haber buscado un retiro jubiloso en cualquier otro país que no hubiera tenido mucho interés en encontrarle, sin embargo, siguió en ese país incluso después de la caída de Donald Trump, su Presidente admirado del que se esperaba cierta protección.
La respuesta obvia es que es “el Bolas” y que por ende, no se consideraría en riesgo de ser atrapado en el territorio norteamericano, donde por cierto se castiga más la corrupción entre particulares – se habla de penas de 20 años para Murillo – que en Bolivia el desfalco al Estado a través del negociado mayúsculo, sin embargo, otros personajes aparecen en la escena.
El exministro de Gobierno había sido un parlamentario gris siempre a la sombra de Samuel Doria Medina dentro de la estructura de Unidad Nacional. Un opositor convencido, pero mediocre, que no destacó precisamente por sus peticiones de información o por haber revelado turbios negocios en el Gobierno de Evo Morales. Su intervención más comentada en redes fue aquella en la que recomendó a las mujeres que no quisieran abortar que se tiraran del cuarto piso, pero dejaran al niño nacer. Una declaración que ya anticipaba sus intenciones.
El empresario y jefe de siempre de Murillo, Samuel Doria Medina, se desentendía de su fichita el miércoles en un tuit en el que aseveraba que el detenido había abandonado Unidad Nacional en 2018 y que había tenido “desencuentros” durante su etapa de Ministro. A Doria Medina se le olvida decir que lo que pasó es que su partido se retiró de la alianza Bolivia Dice No porque los Demócratas lo habían vetado como candidato, pero que Murillo decidió quedarse para obtener nuevo curul.
Con todo, sí es cierto que Murillo fue tomando de a poco posiciones extremistas más allá de la Alianza de Parlamentarios para las Américas, el principal lobby pro estadounidense asentado en el continente y habitualmente ocupado en “denunciar” los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
En su llegada al Ministerio sorprendieron las formas, cada vez más combativo y agresivo, lejos de cualquier línea de conciliación. Ahora se sabe que una de sus primeras acciones fue un negocio, el de los gases lacrimógenos. A Murillo se le vincula con la Resistencia Kochala, un grupo de choque – paramilitar, dicen otros - que ha operado en varios hechos en Cochabamba, pero también en Sucre.
El extremismo
A Murillo Prijic, como a casi todos los familiares migrantes croatas, les persigue la leyenda de la Ustacha, que no es leyenda, sino una organización terrorista basada en el racismo religioso y nacionalista croata que fue aliada de los nazis y aún jugó – y juega – un rol clave en la Guerra de los Balcanes, el último gran conflicto europeo del siglo XX.
Lo cierto es que Murillo firmó en calidad de Ministro de Gobierno la “carta de Madrid”, el resultado del Foro de Madrid, donde se reunieron a finales de 2020 la flor y nata de la ultraderecha iberoamericana en un encuentro promovido por VOX y otras organizaciones y que pretendía ser la antítesis del Foro de Sao Paolo o el Grupo de Puebla. Entre los firmantes está Santiago Abascal (VOX), Antonio Ledezma (exalcalde de Caracas), Eduardo Bolsonaro (Diputado brasilero e hijo del presidente Jair) y un par de halcones de Trump: John D. Fonte director del Center for American Common Culture de Hudson Institute y Alejandro Chafuen, director general internacional de The Acton Institute, además de Roger Noriega, ex embajador de EEUU ante la OEA con George Bush.
Murillo pasó por ser “el poder detrás del trono” en varias ocasiones, le susurró a Áñez ya en las escalinatas del Congreso antes de entrar a Palacio Quemado y en otros actos, donde le recomendaba a la Presidenta de qué hablar y de qué no hablar. Sin embargo, Murillo dio pocos pasos – incluidos sus tours internacionales – sin ir de la mano de Erik Foronda, secretario privado de Áñez y fuertemente ligado al poder de Whasington.
Foronda fue formalmente el responsable de prensa de la embajada americana en La Paz de 1995 a 2008 con cinco embajadores hasta que Philip Goldberg fue expulsado. Después siguió haciendo tareas de control y acompañamiento para los encargados de negocios de Estados Unidos, tanto designados por Demócratas como por Republicanos.
En el reportaje “La caída de Evo” publicado en New Yorker, el periodista John Lee Anderson señala que él mismo le dijo ser “agente de la CIA” cuando le preguntó por qué le parecía familiar. Lo cierto es que Foronda retornó a Estados Unidos cerca de la caída de Donald Trump, aunque con cargo del Gobierno Boliviano en la OEA.
Foronda mantiene sus ataques directos al régimen de Evo Morales y una especie de justificación velada del Gobierno de Áñez en sus cuentas públicas de twitter en las que ya no hay ninguna descripción ni referencia personal al menos desde el 19 de marzo, fecha en la que asumió la CIA Williams Joseph Burns, hombre de entera confianza de Joe Biden, el Presidente de Estados Unidos que ha entrado con ganas de mostrarse más progresista que nadie nunca en su investidura.
Foronda, mudo con Murillo, mantiene una línea conductual en sus mensajes: defender a Jeanine Áñez, a quien algunos estrategas de la derecha ven con potencial de unir a la oposición ante un posible fracaso de Arce básicamente porque se ha quedado en Bolivia y está asumiendo un encarcelamiento que tarde o temprano se volverá contra el Gobierno. Liberarse de la carga extremista de Arturo Murillo es un paso más en su construcción de liderazgo de futuro. Mientras tanto, el Canciller Rogelio Mayta habla de una mejora de relaciones con EEUU al tiempo que habla de la extradición de Murillo sin mencionar a Áñez ni cuál será la contrapartida.
Los caminos de las relaciones internacionales son muchas veces inexcrutables.