Rumbo al 7M
11 meses con Mario
El exgobernador no ha logrado recuperar relevancia en Tarija y se ha acabado sumando a la carrera electoral con un viejo rival que agradece su blanqueamiento



El exgobernador Mario Cossío retornó a Bolivia el 16 de diciembre de 2019. Evo Morales ya había fijado residencia en Argentina y Jeanine Áñez había aplastado la resistencia con el decreto militar de impunidad. Corrían tiempos de efervescencia política y cambio en el país y el exgobernador no se lo quería perder.
El retorno no fue el esperado. Como el día que le suspendieron del cargo en 2010, no hubo una multitud en la plaza ni caravanas de simpatizantes protegiéndolo. Una década no pasa en balde. Su primer paso fue por el Palacio de Justicia y voila, quedó libre de todo en un santiamén.
En un año, Cossío ha tratado de retomarle el pulso a la sociedad tarijeña, esa sociedad tarijeña que vibraba con sus discursos encendidos y aplaudía sus arrebatos cantores tan chapacos. Su entonces asesor armó una tercera vía y es hoy el Gobernador. Su partido había quedado reducido a tres vocerías con mucho rating que sopesaba la conversión municipal.
Cossío quería marcar perfil nacional, pero lo costó. Entró de a poco, pero tan rápido se sucedieron los acontecimientos en enero y febrero que se acabó sumando a Creemos de Luis Fernando Camacho, un partido que tenía por bandera la renovación y la lucha contra la clase política tradicional que en Santa Cruz representaba Rubén Costas, con quien Cossío compartió tantas cosas.
Como la cosa no cuajaba, Cossío dio el paso al costado en el momento clave y abandonó Creemos para tratar de empujar una posición de “unidad” que nunca se materializó. Tampoco la estrategia de lograr resonancia a nivel nacional, y el asunto empezaba a preocupar.
Con Camacho en carrera, el triunfo del MAS en la elección de octubre era predecible, pero la severa diferencia obtenida cayó como una ducha fría sobre las espaldas de los teóricos de la “dictadura” y de que “el 70% de la población no quiere que vuelva el MAS”. El 55% de los bolivianos respaldó una opción frente a las otras en unas elecciones limpias.
La pataleta duró lo que tardó en llegar la convocatoria a las elecciones subnacionales, es decir, menos de un mes. Cossío tenía que volver a intentar hacerse un hueco y lo logró convocando a todos los partidos a un diálogo conjunto para buscar un “frente de unidad” contra el MAS. Tal vez era el único de los sentados en aquella mesa del hotel Los Ceibos que lo creía posible, y eso que nunca fue ingenuo.
El asunto fracasó y con ello, la posibilidad de Camino al Cambio y Mario Cossío de volver a la primera línea de la política departamental, aunque no era precisamente lo que buscaba. La decisión más difícil se puso sobre la mesa: Oliva o Montes.
Para los que se quedaron, reeditar la alianza con Adrián Oliva se convertía en asunto complejo, fundamentalmente porque se sienten “traicionados”, ya que Oliva contempló poco la alianza UD-A una vez que se aposentó en la planta noble de la Gobernación de Tarija. Por otro lado, Luis Pedraza ha cargado duro contra Óscar Montes en varias oportunidades, acusándole de ser funcional al MAS en cada candidatura.
Cossío en realidad guarda una vieja rivalidad con Montes, de la que él salió siempre vencedor hasta que en 2010 fue desalojado de la Gobernación ante el silencio sepulcral de sus ahora aliados. A Montes le conviene la alianza con Cossío, porque lo acerca a un núcleo duro al que no tiene acceso, precisamente por sus sombras y oscuridades en la relación con Evo Morales y sus operadores en Tarija.
La partida en serio está a punto de comenzar, y el factor Mario Cossío puede ser más determinante de lo que se cree. Tal vez más para mal que para bien, o lo contrario.