Rumbo al 18-O
Por qué Camacho no es Ortiz
Las buenas perspectivas del ex cívico en Santa Cruz frente a las del resto del país alientan la teoría de que renunciará para resguardarse en la Gobernación, velando por sus postulados frente al siguiente Gobierno



Óscar Ortiz y Luis Fernando Camacho tienen multitud de cosas en común, aunque con matices. Ambos son cruceños; ambos han saltado a la política desde las entrañas de poderosas organizaciones cruceñas: la Cainco uno y el Comité Cívico el otro, aunque ambas controladas por el poder agroindustrial de la CAO; ambos hablan de su trayectoria profesional, aunque uno siempre estuvo cerca del poder y el otro es hijo de empresario nato; ambos han sido candidatos a la Presidencia que eligieron a un potosino como compañero de fórmula.
La propia trayectoria en las encuestas es parecida, así como su argumentación. Óscar Ortiz, que acabó siendo el cabeza de lista de la alianza Bolivia Dijo No, pensada inicialmente para coronar a Samuel Doria Medina, a lo que se opuso Rubén Costas, recitó durante nueve meses que era “el que más crecía en las encuestas” y que por lo tanto, era el que más opciones tenía de enfrentar al MAS en la segunda vuelta. Ortiz hablaba en términos porcentuales – crecer dos sobre seis es más que crecer cuatro sobre 23 – y no mentía.
Camacho también crece poderosamente en el oriente, ya que ha pasado del 7 al 13 en un mes, y la retirada de Jeanine Áñez le ha dejado espacio libre para endurecer su discurso contra el MAS y contra Carlos Mesa, y también para hablar de la vieja política y la nueva política, que acaba dando resultados. Ortiz también hablaba en esos términos, convencido de que él – en la Asamblea desde 2005 – y su partido Demócratas, eran la renovación.
Ortiz, a la hora de la verdad, se dio de bruces contra el piso sumando un 4% y – en su relato – gracias, porque una votación mayor hubiera hecho incontestable la victoria del Movimiento Al Socialismo en primera vuelta. En aquella ocasión, el “voto útil” le funcionó a Comunidad Ciudadana, y allí jugó un papel relevante Luis Fernando Camacho en el cabildo de Santa Cruz, convocado con motivo de los incendios y derivado hacia asuntos netamente políticos, pero también el que por entonces se identificaba como su mentor, Branko Marinkovic, quien tradujo el lunes las palabras de Camacho a doble página en El Deber pidiendo nítidamente el voto para Mesa y no para Ortiz.
Los matices
El escenario, teóricamente, es similar: El MAS es puntero en las encuestas, Mesa le sigue y el candidato cruceño es tercero a una distancia, a priori, insalvable. El contexto, sin embargo, es diferente.
Para algunos analistas, la batalla de Camacho no es por el poder nacional, que también, sino por la ruptura de la hegemonía de los Demócratas de Rubén Costas en Santa Cruz, un movimiento que contextualiza todas sus acciones, particularmente desde la decisión de Jeanine Áñez de dejar su candidatura.
En 2019 Costas seguía siendo el representante oficial de la defensa de los intereses cruceños, aunque cada vez más puesto en duda, precisamente por la estrategia desplegada del MAS en la región oriental, donde se alió con los grandes intereses de la CAO desplazando los prejuicios a otros focos, como el racismo.
A partir de la elección de 2019, donde el proyecto Demócratas fracasó no solo a nivel nacional, donde se quedó en el 4%, sino también en su intención de retener el poder en Santa Cruz, donde fue superado incluso por Chi Hyun Chung. En medio del desconcierto, emergió la figura de Luis Fernando Camacho, desde la misma entraña pero con otros pilares.
Si un departamento ha cuestionado la legitimidad del Gobierno de Jeanine Áñez ha sido precisamente Santa Cruz, escenario clave en los sucesos del pasado octubre y noviembre, y consciente del papel jugado por unos y otros. Que Costas y sus Demócratas aparecieran en el Gobierno se “toleró” al inicio, por la cohabitación con las fichas de Camacho en un supuesto Gobierno de concentración bajo el control del poder camba.
Todo cambió después, cuando Áñez se convirtió en candidata y purgó a los ministros camachistas. Para entonces, Camacho ya había desinflado el vuelo nacional y se asentaba como el nuevo “defensor de los intereses de Santa Cruz”, aunque su desempeño le imponía mantenerse vigente en la lucha nacional.
Su campaña, sin embargo, se concentra específicamente en Santa Cruz: el bulo del presidente seguro si el 70% de los cruceños vota lo mismo; o la reacción a la renuncia de Jeanine Áñez, que fue recibida con tono bronco, en línea con su discurso de la nueva y la vieja política pactista con el MAS, con la que se refiere a Costas, así lo señala.
Los números son elocuentes. Camacho está por encima del 40% en Santa Cruz y Carlos Mesa apenas suma el 14%, algo que no sucedía en los sondeos de 2019. Mesa, en aquella elección, logró más del 40% de apoyo de Santa Cruz, lo que le permitió posicionar la idea de la segunda vuelta hurtada por el fraude, que de otra manera no hubiera logrado.
El plan Camacho
Mientras el establishment “opinador” intima a Luis Fernando Camacho a retirarse de la candidatura por el simple hecho de unir fuerzas contra el MAS, los estrategas de Camacho analizan la forma de retirarse si se da el caso.
A Luis Fernando Camacho no le alcanza para ser Presidente, pero su campaña lo ha fortalecido como líder cruceño. En sus paralelismos bíblicos, queda todavía el desprendimiento, “la entrega por todos nosotros”, la “crucifixión”, es decir, retirarse advirtiendo que se resguarda en Santa Cruz – concretamente en la Gobernación de Santa Cruz - para garantizar que se cumpla con determinados puntos de su programa.
O tal vez no.