Rumbo al 18-O
Zamora, Sánchez y el infortunio de los hidrocarburos
Ya sin aspiraciones electorales, la gestión del Ministro de Hidrocarburos queda en entredicho por la levedad de sus logros y la gravedad de sus desmanes. Tarija no ha encontrado una sola respuesta a sus preocupaciones



En los últimos años se ha vuelto costumbre que el Ministro de Hidrocarburos del Gobierno de turno sea tarijeño. Es un gesto simbólico pero significativo, pues Tarija sigue aportando más de la mitad del hidrocarburo del país 30 años después, aunque eso sí, cada vez menos.
Con tantos desafíos en el sector, la plataforma parecía ser buena para que el ocupa de turno pudiera medrar o en el rubro o en la política. Pero el cargo parece estar gafado. Inauguró esta reciente tradición Pepe Sosa en 2011, en medio de la crisis por el reparto de regalías de Margarita con Chuquisaca. Tarija perdió, lo que ya nunca le permitió a Sosa abrirse cierto espacio en Tarija. Por si faltaba poco, unos meses después y en plena gestión de Lino Condori intentó intervenir Servicios Eléctricos de Tarija (Setar). Poco a poco desapareció, primero por YPFB Andina y luego por la nada.
Al Ministerio llegó Luis Alberto Sánchez en enero de 2015, catapultado como Sosa desde la Vicepresidencia de Contratos de YPFB. Sánchez, que había empezado de auditor en la YPFB residual de Goni acabó siendo el ministro más longevo del rubro con Evo Morales y puso a todo el sector a sus órdenes, incluida la petrolera mediante una Ley que lo hizo Presidente del Directorio.
Sánchez era puro optimismo y cifras, y en su gestión implementó la Ley de incentivos, hurtando el 12% de IDH a todos los receptores; aprobó la exploración en la Reserva de Tariquía, perforó el pozo seco más profundo del mundo en Boyuy; negoció a la baja el contrato de venta de gas con Argentina; aprobó el fracking en el Chaco Boreal y otros etcéteras que le llevaron a cargar cartel de no deseado en el Comité Cívico.
Pese a las veces que Morales ratificó su confianza en él, acabó renunciando unas horas antes de la caída del Gobierno del MAS el 10 de noviembre de 2019 y se le perdió la pista.
El presente
Tras la posesión de Jeanine Áñez, la cartera vacante cayó en Víctor Hugo Zamora, entonces senador del PDC, político de toda la vida, ingeniero ambiental. Las malas lenguas dicen que le cambió a Áñez el cargo en la directiva porque la Secretaría parecía más atractiva que la Vicepresidencia Segunda para hacer maldades políticas.
Zamora no estudió demasiado el rubro, porque además enseguida apareció la pandemia. Con unos brochazos críticos con la nacionalización y proponiendo una reforma del sector parecía suficiente. No tardaron en aparecer los escándalos de corrupción en YPFB en cada movimiento: por la contratación de seguros, por la contratación de catering, por la contratación de diésel, etc.
En cualquier caso, Zamora es la cabeza del sector, ergo, quien ha capitaneado la negociación de la adenda VIII de exportación de gas a Brasil que contiene una cláusula de confidencialidad, es decir, que se oculta al país, y que de lo poco que se sabe es perjudicial para los intereses del Estado, como la modificación de los acuerdos sobre el transporte del gas o la reducción de entregas mínimas.
Zamora, que no ha tenido problema en dar luz verde a ese contrato, muestra sin embargo reservas en actuar sobre los contratos de Tariquía, que básicamente siguen ahí, amenazando la Reserva Nacional. Tampoco ha resuelto los problemas de gas en Bermejo. Todo bien en Margarita y el Chaco sigue perdiendo potencialidad. Del pozo Jaguar X6 ni siquiera ha informado, pero las máquinas se han ido a la otra punta de Huacareta.
La gestión se parece demasiado a la de sus antecesores. De hecho hay quien señala que su elección como Ministro tuvo que ver precisamente con los puentes que su agrupación política tenía con los anteriores “dueños” del sector: Sánchez, Peñaloza, Canedo y compañía.
En política tampoco le ha ido mejor. Zamora era un segunda línea desde principios de siglo en el Consejo Departamental, siempre a las órdenes del ex alcalde Óscar Montes. Al acabar la legislatura, Zamora llegó a asegurar que no tenía ganas de seguir en La Paz, y se preveía un retorno cómodo a la política tarijeña. De repente se hizo Ministro luego de guardar silencio 21 días.
Montes, su jefe político, ya había transado con los Demócratas en 2019, siempre en esos cálculos – en 2014 se alió a Tuto - que le han costado la cruz de funcional al MAS. La llegada de Áñez al poder le sirvió para presentarlo como una victoria: Unir estaba en el Gobierno, dijo Montes al día siguiente de la designación de Zamora. Todos parecían felices con ese nuevo giro del destino.
Unos meses después, la relación entre los pesos pesados de UNIR se había deteriorado. Montes, animal político por excelencia, se había dado cuenta de que los Demócratas (Juntos) no iban a ganar, y no se podía permitir otra derrota. Zamora le pedía cobertura en el departamento – por los vuelos de Ginna Torrez o las promesas que nunca llegaban, como el laboratorio Covid –, pero Montes rehuía.
Resulta que Zamora era el dueño de la sigla de UNIR ante el TED, y antes de que la gresca fuera a mayores, Montes – que como tantos jamás contempló como opción real una declinación de Áñez – buscó estrategia de salida por la vía traumática: descabezó UNIR con una convocatoria asamblearia y fulminó a Zamora y a Torres para colocarse de nuevo como Presidente del partido. Al final, dicen sus afines, UNIR es lo único que tiene y todo el mundo sabe que es de Montes.
Zamora la quería pelear, pese a las encuestas, e hizo ruido para dejar patente la ruptura con el exalcalde y sumarse a la lista de los Paz Pereira, Rosas, Majluf, Ruiz, etc., que acabaron a malas. El segunda línea quería ser león... Pero sin consultar con nadie Áñez bajó su candidatura.
La posición de Zamora es compleja: ganó presencia, aun a la mala, pero se quedó sin piso. Reconversión o jubilación, dicen los analistas de la política local y nacional. Huida, dicen otros.