Rumbo al 18-O
¿Quién se baja? Nadie se baja
El bloque de centro derecha apuesta a que el MAS no alcanza al 40%, pero no todos los análisis ni los sondeos lo evidencian. El “todos contra todos” se concentra en dividir y bajar al mejor posicionado de ese bloque
Las crónicas desde el piso 23 de la Casa Grande del Pueblo hablaban de un despacho humeante y una pizarra/calculadora, un Juan Ramón Quintana histriónico, preocupado exclusivamente de lo que hacía el “enemigo”. Eran los meses de agosto y septiembre de 2019 y nadie sobraba. Todos y cada uno de los que se habían “animado” a concursar en las elecciones de octubre eran “necesarios” para lograr el objetivo final que el Movimiento Al Socialismo (MAS) se había trazado para esa campaña: superar en diez puntos al segundo clasificado, dado que difícilmente lograría pasar el 50% luego de haber perdido el referéndum de 2016.
Garantizar que había dos opositores “grandes” reclamando la unidad para canalizar el resultado del 21 de febrero de 2016 era pan comido: Carlos Mesa tenía cada vez más ganas de reivindicarse y las encuestas le decían que podía, y Samuel Doria Medina no faltaría a su cita. La incógnita era Rubén Costas en Santa Cruz, que acabó resultando “mejor” de lo esperado: el candidato pasaba a ser Óscar Ortiz y se diseñaba una confrontación collas - cambas “infalible”.
En cualquier caso, la cosa no estaba clara, y ahí se fueron “sumando” opciones: resucitar al MNR, siempre en el corazón de los bolivianos, con candidato propio y discurso ultraliberal; Jaime Paz Zamora con el PDC para los que creían que se podía buscar una izquierda socialdemócrata a la europea; un par de candidatos ultraconservadores para alentar a la ultraderecha más conservadora: Víctor Hugo Cárdenas con UCS e Israel Rodríguez con el FPV y el partido policial de PAN – Bol.
La bajada de Paz y el recambio autorizado por Chi Huyn Chung, otro candidato cristiano pero que movilizó a una buena cantidad de jóvenes y sector popular desencantado del MAS empezó a mover el piso por lo incierto, pero todas las encuestas daban la victoria aun sin sobrar ninguno de todos los candidatos.
La debacle de Ortiz y Demócratas en Santa Cruz, que hizo que quedara con un 4% a nivel nacional, dio chance a Carlos Mesa de entrar a pulsear una segunda vuelta. Era cuestión de décimas. Finalmente todos saben lo que pasó, y cada uno le ha dado la razón a quien ha querido.
Revival 2020
Ya con Evo Morales fuera del poder, el escenario electoral pintaba diferente. Carlos Mesa se sentía con el derecho legítimo de volver a postular, pues en su fuero interno estaba convencido de que nada hubiera sido posible sin él. También Luis Fernando Camacho se sintió legitimado luego de lo sucedido en octubre y noviembre, por el relato épico y la promesa de renovar estructuras.
Habían sido los dos protagonistas hasta entonces, pero todo el bloque opositor veía opciones de “conciliar”, hasta que se cruzó la ambición de Palacio: Jeanine Áñez dio por concluida la transición y pensó que lo mejor era quedarse.
A la carrera se sumó sorprendentemente un Tuto Quiroga, siempre muy dispuesto en estas chances. Además se mantuvo el partido policial Pan Bol, que al final también tenían papel en los sucesos de octubre, y también Chi Hyun Chung, que por algo había sido la gran sorpresa de 2019 quedando tercero doblando al propio Ortiz.
Cálculos apretados
Virginio Lema, Cárdenas o Rodríguez sacaron porcentajes “ridículos” en 2019, muy por debajo del 1%. Los candidatos de 2020 parecen tener algo más de base electoral e incondicionales, dispuestos a votar independientemente de lo que suceda. La campaña, dicen los estrategas, ayuda a hartar a todos y lo del voto útil puede quedar descolocado.
El problema para el centro derecha es que el MAS no baja tanto como aseveran. El voto duro, dicen todas las encuestas, ronda el 40%. El otro 60% se tiene que repartir entre un centro derecha moderado como el de Mesa, una derecha liberal y conservadora como la de Áñez, un Fernando Camacho, siempre sospechoso de supremacista; un pastor evangélico como Chi; un ultraliberal subvencionado como Tuto Quiroga, y Pan Bol.
Ni el más avezado de los especialistas en sondeos y encuestas se atreve a dar un pronóstico. En 2019 el “voto útil” le fue bien a Mesa, pero nada asegura que eso vaya a volver a suceder en 2020, ni que le alcance.
La batalla por ser segundos es encarnizada, y en ella también se juega que el MAS pueda quedar en el 39,9% o en el 40,01%. Las diferencias son abismales.
Por el momento, la última posibilidad de “conciliar” candidaturas, fusionando leales de uno y otro lado, ha pasado. Todos siguen en pie. Nadie sabe desde qué piso de la Casa Grande del Pueblo se están haciendo ahora los cálculos.