Rumbo al 18-O
Los cálculos de Mesa
Tanto el MAS como Juntos se desgastan con el paso del tiempo a base de escándalos, pero ambos unen fuerzas para enfrentar al enemigo común: Carlos Mesa, que pierde en la polarización y en el recuerdo del pasado



Después de que una pandemia haya pasado por encima del país, la carrera electoral sigue detenida prácticamente en el mismo punto en que se suspendió en marzo: El MAS sigue teniendo el respaldo de su voto duro; Carlos Mesa es el voto útil y Jeanine Áñez la alternativa, aunque su campaña es la que más ha volteado en todo este tiempo según explican los estrategas.
Inicialmente, Áñez se presentaba como la mano dura que no permitiría bajo ningún concepto el retorno del MAS al poder, lo que en muchos foros se interpretaba como un previsible “mamertazo”, pero el ejercicio del poder exige ciertas concesiones que han sido aprovechadas por Luis Fernando Camacho, el candidato de Creemos situado más a la derecha.
Con Camacho exigiendo que las elecciones se pospongan hasta que se acabe la pandemia y la intervención violenta de los bloqueos, el propio ministro de Gobierno Arturo Murillo ha quedado disminuido en su desempeño del papel de duro.
Como la crisis se resolvió por la vía del diálogo, los articuladores de la campaña de Áñez trataron de arriar agua a su molino presentándola como la artífice de la “segunda pacificación” y paladín del diálogo, un mensaje que colisiona con lo vivido, pero que sobre todo, a mediano plazo, le deja sin espacio.
El propio MAS se dio cuenta del movimiento táctico de Áñez y activó sus redes para recordar que fue Evo Morales quien medió con los movimientos sociales a costa del desgaste electoral que le podía causar pedir la desmovilización. “Somos un partido de Estado y lo hicimos por eso” aseveraba Sebastián Michel, uno de los pocos voceros “académicos” que le quedan al MAS.
Las encuestas secundan la tendencia, pero Juntos es Gobierno y seguirá en la carrera hasta el final, exactamente igual que pasó en octubre con su candidato Óscar Ortiz, que entonces representaba a Demócratas bajo la apariencia de Bolivia Dice No, que se quedó con un 4% a la hora de la verdad, pero que si hubiera sido más, no se hubiera desencadenado lo que se desencadenó.
La pesadilla del MAS
En cualquier caso, el más interesado en mantener viva la candidatura de Jeanine Áñez es Luis Arce Catacora y toda la estructura del MAS. Más después de los últimos acontecimientos y revelaciones, que han asustado aún más a su voto blando simpatizante ocasional.
En la elección fallida de 2019 el MAS sumó algo más del 47% de los votos. Ningún organismo internacional habla de “fraude gigantesco”, sino en todo caso de una modificación quirúrgica que hiciera suficientes los 10 puntos de ventaja con Mesa para evitar la segunda vuelta.
Desde 2016, cuando el MAS perdió el referéndum con un 49% de los votos, nada hacía indicar que se pudiera haber recuperado popularidad o aceptación, más al contrario, la deriva autoritaria acabó por afirmar la caída. El MAS intentó posicionar una campaña de economía versus democracia, pero no le funcionó, por lo que en ese 47% los analistas entienden que se recoge el voto duro y el favor de mucho funcionario público.
Llegar al 40% es la obsesión de los estrategas masistas, que sin embargo se han concentrado antes en “bajar” a Mesa, aceptando la polarización con Áñez, pero también sacando a relucir las coincidencias programáticas y lecturas compartidas con el candidato de Comunidad Ciudadana, que de garantizar su llegada.
Los analistas más pegados al proceso de cambio señalan que las movilizaciones de principios de agosto sirvieron para cohesionar fuerzas y librar algunos pulsos al interior del instrumento político, y que además fue un ejercicio para cambiar la perspectiva: el MAS pasaba a ser el moderado, el “partido de Estado” que garantiza la gobernabilidad, y niegan un gran impacto electoral.
Otros, sin embargo, creen que la movilización ha vuelto a “asustar” al voto urbano que no es de derecha, pero que no quiere volver a la inestabilidad social. Algo que los anteriores señalan que desembocará, precisamente, en un voto al MAS.
Más problemas ven en el asunto del presunto estupro de Evo Morales, hasta ahora filtrado con éxito desde el Ministerio de Gobierno y para el que el MAS no ha encontrado una respuesta. Ni el insulto, ni la minimización, ni el “¡montaje!” están logrando desviar la atención de un asunto que más allá del efecto electoral, amenaza gravemente al legado que Evo Morales ha intentado construir.
Los cálculos de Mesa
Mientras tanto, Carlos Mesa calcula sus opciones de repetir al menos la votación del 37% que logró en octubre de 2019 y tal vez mejorarla. La posibilidad de llegar al 40% en un escenario de un MAS en descomposición y un Gobierno candidato superado por el Covid existe. En cualquier caso, cada vez que el país se tensiona, sus limitaciones en la gestión 2003-2004 salen a relucir.
El expresidente no puede jugar la baza de la experiencia, porque tropieza con sus renuncias, y simplemente le queda plantear una transición tranquila, sin revanchismos y sin apasionamientos. Eso sí, en un Gobierno sin poder Legislativo.
Los analistas coinciden: quién crea que el juego ha terminado, se equivoca.