Crisis en Juntos
Lo de Branko y lo de Rubén
La presidenta Jeanine Áñez, de Demócratas, apostó por el enemigo declarado de Rubén Costas para el Ministerio de Planificación, lo que rompe la vía de la confluencia opositora



Áñez tenía que decidir y decidió por Branko Marinkovic. Si hubiera sido un sopapo en la plaza 24 de septiembre se hubiera oído hasta el octavo anillo, y no es que Rubén Costas no lo viera venir, pues al final, los escarceos extramatrimoniales iniciaron en su bando. Por partes.
El martes cayó el enésimo ministro de la breve gestión de Jeanine Áñez, Carlos Díaz dejó el Ministerio de Planificación por asuntos personales. Hasta ahí todo normal: uno más del área económica que se había comprometido con la transición y que no quería involucrarse en lo político daba el paso al costado luego de haber oído como le cargaban la responsabilidad del endeudamiento externo y otros asuntos.
El gabinete de Áñez nunca fue muy técnico, tal vez si lo hubiera sido nunca se hubiera lanzado a candidatear, dicen los analistas, pero desde el primer momento se llenó de políticos, diputados y senadores de su confianza. Aun así, el gabinete se fue quedando sin voceros acreditados más allá de los duros – Arturo Murillo y Luis Fernando López – y los archiquemados Yerko Núñez y Víctor Hugo Cárdenas.
La apuesta de Áñez por Marinkovic para el ministerio de Planificación tiene tantas lecturas como asesores se pregunte, aunque todos coinciden en el impacto en el núcleo central de la candidatura y en sus ramificaciones cruceñas.
Aunque la nueva “generación pitita” apenas lo conoce, Branko Marinkovic es un potentado empresario cruceño con intereses en financieras y agroindustriales, ortodoxo liberal y con mucha fe en sí mismo, pues en los años duros de la lucha autonómica asumió como presidente del Comité Cívico de Santa Cruz y representó la línea más dura de oposición a Evo Morales. Toda su acción se recuerda con infinidad de declaraciones de índole separatista y racista que le dieron enorme popularidad en Santa Cruz, y aunque gusta de la política, el Ministerio de Planificación es su primer cargo público.
En aquellos años compartió focos con Rubén Costas, que ya era Gobernador, pero a ambos se les ubica en “logias” diferentes: Toborochis o Caballeros del Oriente. El entendimiento funcionó hasta que estalló el caso del Hotel Las Américas. Branko acabó acusado de intentar organizar una milicia armada para atentar en nombre del separatismo y acabó huyendo a Brasil. Costas se quedó y hasta hoy sigue gobernando.
Al retorno de su exilio, ya sin Evo Morales en el poder, Marinkovic acusó abiertamente a Costas de haber pactado con el MAS y este se defendió señalando que él no huyó, sino que se quedó a enfrentar al régimen.
Ese fue el desencadenante, aunque Branko había aparecido en escena unos días antes de la elección del 20 de octubre del año pasado. Justo después del cabildo multitudinario que presentó en sociedad a Luis Fernando Camacho. El lunes, a dos páginas en El Deber, Marinkovic pedía el voto útil contra el MAS, que ya en ese momento era el de Carlos Mesa.
Rubén Costas quedó descolocado tras una campaña en la que sostuvo hasta el final las opciones de un Óscar Ortiz poco creíble que acabó con un 4% a nivel nacional y superado incluso por Chi en el supuesto feudo de Santa Cruz. Aunque al final ese resultado es el que permitiera desencadenar las protestas contra Morales pidiendo la segunda vuelta, la humillación fue severa.
Las casualidades de la política hicieron que finalmente su partido, Demócratas, llegara al poder con Jeanine Áñez, una senadora en retirada que había permutado la Secretaría de Cámara por la más cómoda Vicepresidencia Segunda de la Directiva, fue posesionada Presidenta.
Es cierto que Áñez eligió a su equipo y que Costas perdió pronto cualquier tipo de control de la situación si es que alguna vez la llegó a tener. Los benianos Núñez, Coimbra y Guzmán, más Arturo Murillo y el secretario personal de entonces, Erik Foronda, la fueron llevando de la transición a la candidatura: primero sacaron al equipo de Camacho, después fueron cediendo espacios para Samuel Doria Medina – con cuentas pendientes con Costas por su exclusión en 2018 -, luego vinieron los órdagos con Óscar Ortiz – primero jefe de campaña, luego Ministro de la Reactivación, luego de Economía -, y finalmente: Branko.
Hace un mes, en los mentideros de la política se hablaba del ultimátum de Costas a Áñez. Murillo, enterado, largó aquello de que se iba a hacer una oferta irrechazable a Carlos Mesa para aunar candidaturas. Nada se supo de aquello, pero después empezaron a gotear las encuestas y a Mesa, siempre en su mismo salón, no pareció interesarle ceder espacios para los Demócratas díscolos de Rubén Costas y avalar un movimiento que iba a volver a patear el avispero de la guerra sucia.
Poco va a planificar Marinkovic a dos meses de elecciones y cuando la Presidenta ya ha dicho que el futuro de Bolivia son los bonos, así que los analistas circunscriben su nombramiento como Ministro a la firma del certificado de defunción de los Demócratas de Costas y a la de cualquier posibilidad de renuncia a la candidatura.
Después vendrá Santa Cruz y falta por ver qué hará Ortiz cuando se reincorpore al gabinete, pero en cualquier caso, la mano grande ya está jugada.