Editorial: Quién quiere el Gobierno



A dos meses de elecciones, los nervios empiezan a aflorar y la real politik a aflorar. Las encuestas no se pueden publicar, pero todas coinciden en que la situación es insostenible para el Gobierno, y que la indolencia con la que ha gestionado la crisis del Covid puede arrastrar no solo su candidatura, sino su gobierno transitorio alargado por la emergencia que ellos mismos derogaron en plena curva ascendente, como si el virus atendiera a decretos.
En esas, Áñez ha cambiado de secretario privado, como les adelantábamos hace dos semanas, y ha desarrollado la teoría de los dos caminos para polarizar con el MAS y dejar sin espacio fundamentalmente a Carlos Mesa. Para completar la estrategia, Murillo, el perfecto ejecutor, ha adelantado “propuestas irrechazables” para la candidatura de Carlos Mesa.
Los voceros acreditados pero no oficiales han interpretado que hay una oferta para unir la candidatura e incluso que Áñez se bajará de la carrera como sacrificio, una vez más, por el país, aunque otros advierten que solo es el enésimo intento de arrinconar a Comunidad Ciudadana, que rechaza la “unidad posible” con todos los de siempre.
En el entorno del MAS no dan crédito de lo que podría significar una candidatura Mesa – Doria Medina en un momento como el actual. Como no podían tapar su júbilo, han hilado el argumento de que ni sumando todos vencerían a Luis Arce ni en primera vuelta. En cualquier caso, la normativa no permite saltar de fórmula a otra fórmula, con lo que lo único factible es la renuncia de alguno de los cuatro y la sustitución por otro no inscrito.
Todos anuncian sorpresas pero ninguno parece dispuesto a ceder. Las puñaladas ya han volado. La política se la juega, y no todo vale.