¿Game over?
Hace cinco años menos unos días, La Mano del Moto publicaba su edición número 23 bajo el título de “Comicios Interruptus” y una caricatura del gran Mujik con Evo Morales celebrando el título, Samuel Doria Medina lamentándose en el piso y un Tuto Quiroga con cara de sonso vivo, como de...



Hace cinco años menos unos días, La Mano del Moto publicaba su edición número 23 bajo el título de “Comicios Interruptus” y una caricatura del gran Mujik con Evo Morales celebrando el título, Samuel Doria Medina lamentándose en el piso y un Tuto Quiroga con cara de sonso vivo, como de quien pasaba por ahí haciéndose el que no entendía lo que pasaba. También estaba el voluntarioso Vargas en su nube post Tipnis y en su avión, Juan del Granado, que corrió en una desesperada carrera sin miedo por la izquierda, pero que acabó en la lona y sin siglas. Faltaban casi tres meses para elecciones, pero todos sabían ya el resultado.
La realidad superó incluso los mejores pronósticos; el MAS bajó tres puntos de apoyo respecto a 2009, de 64% a 61%, pero igualmente consolidó los dos tercios de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Samuel Doria Medina con Unidad Demócrata fue el gran perdedor con un 24% de apoyo insuficiente en todos los sentidos mientras que Tuto Quiroga desapareció tan rápido como había retornado a la primera línea tras cosechar un pírrico 9 por ciento que agradeció y mucho el Movimiento Al Socialismo.
En Tarija, el MNR de Johnny Torres y UNIR, aquel entonces tan de Óscar Montes como de Rodrigo Paz, se aliaron con el PDC de Tuto Quiroga, y de hecho fue en Tarija donde sacaron su mejor resultado con un 19% global, sin embargo, ni hubo ni se pretendió una continuidad a ese proyecto.
La misma noche electoral, Montes, en antena TLT con Rodrigo Ayala, dio por cerrado aquel proyecto para centrarse en lo que tenía que suceder en Tarija. El propio Tuto se fue sin hacer ruido a sus menesteres habituales: escribir para El País de Madrid, cargar contra Venezuela, hacerse selfies en aeropuertos.
El MAS consolidó los dos tercios. Después vinieron las subnacionales de marzo, pero se administraron de una forma tan atropellada que lo que realmente parecía la primera derrota más o menos contundente del MAS en la última década y media, perdiendo La Paz y El Alto, la ciudad de Cochabamba y llevándose sonoros varapalos en Tarija o en Santa Cruz, además de las bajadas en feudos inexpugnables como Oruro; se comercializó como un escándalo del Tribunal Supremo Electoral que acabó llevándose la atención luego de haber dado la victoria en una ajustadísima segunda vuelta al MAS en Beni (tras haber sepultado la sigla de UD por publicar una encuesta) y haber reinterpretado la aritmética para evitar la segunda vuelta en Chuquisaca, donde Urquizu sostuvo el poder.
Todo eso pasaba, pero al final todo quedó enterrado bajo un: “igual iban a ganar”, y otros análisis bien concienzudos que absuelven a Tuto Quiroga, y sus aliados particularmente en Tarija para argumentar que en realidad el MAS era entonces demasiado sólido para ganarle y que nadie le podía plantar cara.
Con los dos tercios consolidados, el MAS eligió un nuevo Tribunal Supremo Electoral luego de forzar la renuncia casi colectiva; después convocó el referéndum del 21 de febrero y lo perdió. Luego el TCP anuló los resultados con su sentencia un mes antes de que expirara su mandato y finalmente se eligió un nuevo Tribunal Constitucional. Por el medio también se eligió Fiscal General, Contralor y algún que otro cargo de relevancia. Cuando la oposición se quiso dar cuenta de que habíamos perdido el mar, el oficialismo ya había convocado las Primarias para cuatro meses después. Y por supuesto, Evo Morales iba a ser uno de los candidatos.
Revival
Con sus diferencias contextuales, la última encuesta publicada en Bolivia, a cargo de una empresa colombiana semidesconocida - VíaCiencia - para las principales redes de televisión del país dijo la noche del lunes que Evo Morales se acercaba al 40%, que Mesa seguía cayendo hasta el 22 y que Óscar Ortíz estaba en el 9,5 por ciento. Un escenario prácticamente idéntico al vivido en 2014.
La noticia corrió en las redes y los haters - soldados digitales de unos y otros - lanzaron sus consignas habituales: “Evo es seguridad”, “Mesa es la única opción”, “Ortíz crece imparable”. En realidad no importaban los datos, porque todos iban a decir lo mismo que estaba en el manual. Impertérritos ante cualquier novedad o reflexión. Puro manual.
Los ejércitos aleccionados han pervertido las redes, advierten los analistas que siguen esos movimientos y los operadores que las manejan, y que no están dispuestos a renunciar a esa herramienta que sin embargo ya sirve para muy poco.
La encuesta de VíaCiencia deja un enorme porcentaje entre blancos, nulos, ningunos, etc., en Tarija incluso se acercaba al 50 por ciento, aunque acabó mostrando unas cifras que ni siquiera cuadraban. Con todo, la sensación de derrota anticipada se va asentando entre las filas de la oposición, que ven cómo la situación se parece demasiado a la de 2014, o peor.
En aquella ocasión, Tuto Quiroga se mantuvo en los márgenes del respeto con Samuel Doria Medina, y viceversa. Tal vez porque ambos sabían que no iban a ganar. Tal vez porque les daba vergüenza explicitar demasiado. En esta campaña, sin embargo, los del respeto es marginal.
¿Hay alguna opción?
El tono de Óscar Ortíz contra Carlos Mesa está siendo visceralmente alto, incluso para una supuesta colaboración en una hipotética segunda vuelta en la que uno debiera pedir el voto para el otro si el objetivo real fuera sacar a Evo Morales del poder. Este tono ha descuadrado aún más a los ciudadanos opositores de siempre, el tarijeño promedio, amante de las conspiraciones y que siempre ve un poco más allá.
Ortíz tuvo un serio revés con la renuncia de su candidato a la Vicepresidencia, Edwin Rodríguez, que además habló alto y claro en su carta de renuncia y después acusando directamente al jefe de Demócratas, Rubén Costas, de propiciar la división de la oposición para favorecer la victoria de Evo Morales y el MAS.
Desde el principio, con aquel episodio de la alianza con Samuel Doria Medina, el pulso a muerte y la posterior renuncia del empresario, se han venido ensayando hipótesis sobre las pretensiones reales de Demócratas, que tiene personería nacional pero que es visto básicamente como un partido cruceño. Solo en Santa Cruz es segundo y con poco más del 20 por ciento de los votos; en el resto del país apenas supera el 5 por ciento. Ni siquiera en Tarija donde cuenta con el apoyo del exalcalde Óscar Montes Barzón.
En una situación política sin grandes mayorías, la llave de la gobernabilidad la puede poner el partido que logre una bancada de diez o doce diputados, cifra a la que puede aspirar la alianza Bolivia Dice No con esfuerzo. El recuerdo del “procés catalán” en España, con la huida hacia delante de sus líderes históricos cambiando la autonomía por la retórica independentista cuando las justicia los asediaba, permite identificar paralelismos. El discurso autonomista está agotado en Bolivia y la reinvención de un proyecto a largo plazo exige primero una lógica de acumulación de fuerzas. Ser clave en la Asamblea suma.
También es cierto que en las últimas semanas se ha debatido también lo “milagroso” del modelo camba de desarrollo. Fetiche neoliberal de siempre, los pilares han empezado a trastabillar. Incahuasi, que generó una batalla con Chuquisaca, es algo así como el caballo de Troya de las regalías que se van a multiplicar en la capital oriental; pero además cada vez son más los negocios intermediados por el Gobierno y menos la “pujanza” natural cruceña. El Gobierno ha abierto la mano del transgénicos al más puro estilo Evo Morales, y ha ofrecido el lucrativo negocio de la caña de azúcar con destino etanol, comprado a precios fijos y por encima de los del mercado internacional.
El último movimiento de Ortíz apunta a la colisión total. Luego de la renuncia del potosino Rodríguez, un candidato con el que se pretendía explotar el discurso de la unidad Oriente - Occidente, Ortíz y Demócratas han buscado un candidata joven y mujer, de Cochabamba. Ni siquiera es conocida y ni siquiera se ha preparado una puesta en escena de impacto. En cualquier caso, Shirley Franco es una candidata con un perfil claramente seleccionado para seguir restando votación a Mesa en el sector urbano de clase media alta, el perfil que por lo general encontraba acomodo en Comunidad Ciudadana.
El MAS se frota las manos
La situación política puede haber desembocado en esta coyuntura producto del azar; pero por lo general, la gente prefiere pensar que hay hilos extraños que se mueven por detrás de todas las candidaturas. La acusación de “funcional al MAS” es recurrente incluso para Félix Patzi, el único que se dirige al mismo sector que es la base del MAS.
En Comunidad Ciudadana, mientras pelean con un pasado de hace década y media que nadie quiere aclarar, confían en que pase algo, que algo cambie, pero ni los más cercanos confían en que el candidato Carlos Mesa guarde un as en la manga que le permita recuperar terreno. Las encuestas no son favorables… pero “algo va a pasar”, repiten sus cercanos con aire de mística y temor.
La realidad superó incluso los mejores pronósticos; el MAS bajó tres puntos de apoyo respecto a 2009, de 64% a 61%, pero igualmente consolidó los dos tercios de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Samuel Doria Medina con Unidad Demócrata fue el gran perdedor con un 24% de apoyo insuficiente en todos los sentidos mientras que Tuto Quiroga desapareció tan rápido como había retornado a la primera línea tras cosechar un pírrico 9 por ciento que agradeció y mucho el Movimiento Al Socialismo.
En Tarija, el MNR de Johnny Torres y UNIR, aquel entonces tan de Óscar Montes como de Rodrigo Paz, se aliaron con el PDC de Tuto Quiroga, y de hecho fue en Tarija donde sacaron su mejor resultado con un 19% global, sin embargo, ni hubo ni se pretendió una continuidad a ese proyecto.
La misma noche electoral, Montes, en antena TLT con Rodrigo Ayala, dio por cerrado aquel proyecto para centrarse en lo que tenía que suceder en Tarija. El propio Tuto se fue sin hacer ruido a sus menesteres habituales: escribir para El País de Madrid, cargar contra Venezuela, hacerse selfies en aeropuertos.
El MAS consolidó los dos tercios. Después vinieron las subnacionales de marzo, pero se administraron de una forma tan atropellada que lo que realmente parecía la primera derrota más o menos contundente del MAS en la última década y media, perdiendo La Paz y El Alto, la ciudad de Cochabamba y llevándose sonoros varapalos en Tarija o en Santa Cruz, además de las bajadas en feudos inexpugnables como Oruro; se comercializó como un escándalo del Tribunal Supremo Electoral que acabó llevándose la atención luego de haber dado la victoria en una ajustadísima segunda vuelta al MAS en Beni (tras haber sepultado la sigla de UD por publicar una encuesta) y haber reinterpretado la aritmética para evitar la segunda vuelta en Chuquisaca, donde Urquizu sostuvo el poder.
Todo eso pasaba, pero al final todo quedó enterrado bajo un: “igual iban a ganar”, y otros análisis bien concienzudos que absuelven a Tuto Quiroga, y sus aliados particularmente en Tarija para argumentar que en realidad el MAS era entonces demasiado sólido para ganarle y que nadie le podía plantar cara.
Con los dos tercios consolidados, el MAS eligió un nuevo Tribunal Supremo Electoral luego de forzar la renuncia casi colectiva; después convocó el referéndum del 21 de febrero y lo perdió. Luego el TCP anuló los resultados con su sentencia un mes antes de que expirara su mandato y finalmente se eligió un nuevo Tribunal Constitucional. Por el medio también se eligió Fiscal General, Contralor y algún que otro cargo de relevancia. Cuando la oposición se quiso dar cuenta de que habíamos perdido el mar, el oficialismo ya había convocado las Primarias para cuatro meses después. Y por supuesto, Evo Morales iba a ser uno de los candidatos.
Revival
Con sus diferencias contextuales, la última encuesta publicada en Bolivia, a cargo de una empresa colombiana semidesconocida - VíaCiencia - para las principales redes de televisión del país dijo la noche del lunes que Evo Morales se acercaba al 40%, que Mesa seguía cayendo hasta el 22 y que Óscar Ortíz estaba en el 9,5 por ciento. Un escenario prácticamente idéntico al vivido en 2014.
La noticia corrió en las redes y los haters - soldados digitales de unos y otros - lanzaron sus consignas habituales: “Evo es seguridad”, “Mesa es la única opción”, “Ortíz crece imparable”. En realidad no importaban los datos, porque todos iban a decir lo mismo que estaba en el manual. Impertérritos ante cualquier novedad o reflexión. Puro manual.
Los ejércitos aleccionados han pervertido las redes, advierten los analistas que siguen esos movimientos y los operadores que las manejan, y que no están dispuestos a renunciar a esa herramienta que sin embargo ya sirve para muy poco.
La encuesta de VíaCiencia deja un enorme porcentaje entre blancos, nulos, ningunos, etc., en Tarija incluso se acercaba al 50 por ciento, aunque acabó mostrando unas cifras que ni siquiera cuadraban. Con todo, la sensación de derrota anticipada se va asentando entre las filas de la oposición, que ven cómo la situación se parece demasiado a la de 2014, o peor.
En aquella ocasión, Tuto Quiroga se mantuvo en los márgenes del respeto con Samuel Doria Medina, y viceversa. Tal vez porque ambos sabían que no iban a ganar. Tal vez porque les daba vergüenza explicitar demasiado. En esta campaña, sin embargo, los del respeto es marginal.
¿Hay alguna opción?
El tono de Óscar Ortíz contra Carlos Mesa está siendo visceralmente alto, incluso para una supuesta colaboración en una hipotética segunda vuelta en la que uno debiera pedir el voto para el otro si el objetivo real fuera sacar a Evo Morales del poder. Este tono ha descuadrado aún más a los ciudadanos opositores de siempre, el tarijeño promedio, amante de las conspiraciones y que siempre ve un poco más allá.
Ortíz tuvo un serio revés con la renuncia de su candidato a la Vicepresidencia, Edwin Rodríguez, que además habló alto y claro en su carta de renuncia y después acusando directamente al jefe de Demócratas, Rubén Costas, de propiciar la división de la oposición para favorecer la victoria de Evo Morales y el MAS.
Desde el principio, con aquel episodio de la alianza con Samuel Doria Medina, el pulso a muerte y la posterior renuncia del empresario, se han venido ensayando hipótesis sobre las pretensiones reales de Demócratas, que tiene personería nacional pero que es visto básicamente como un partido cruceño. Solo en Santa Cruz es segundo y con poco más del 20 por ciento de los votos; en el resto del país apenas supera el 5 por ciento. Ni siquiera en Tarija donde cuenta con el apoyo del exalcalde Óscar Montes Barzón.
En una situación política sin grandes mayorías, la llave de la gobernabilidad la puede poner el partido que logre una bancada de diez o doce diputados, cifra a la que puede aspirar la alianza Bolivia Dice No con esfuerzo. El recuerdo del “procés catalán” en España, con la huida hacia delante de sus líderes históricos cambiando la autonomía por la retórica independentista cuando las justicia los asediaba, permite identificar paralelismos. El discurso autonomista está agotado en Bolivia y la reinvención de un proyecto a largo plazo exige primero una lógica de acumulación de fuerzas. Ser clave en la Asamblea suma.
También es cierto que en las últimas semanas se ha debatido también lo “milagroso” del modelo camba de desarrollo. Fetiche neoliberal de siempre, los pilares han empezado a trastabillar. Incahuasi, que generó una batalla con Chuquisaca, es algo así como el caballo de Troya de las regalías que se van a multiplicar en la capital oriental; pero además cada vez son más los negocios intermediados por el Gobierno y menos la “pujanza” natural cruceña. El Gobierno ha abierto la mano del transgénicos al más puro estilo Evo Morales, y ha ofrecido el lucrativo negocio de la caña de azúcar con destino etanol, comprado a precios fijos y por encima de los del mercado internacional.
El último movimiento de Ortíz apunta a la colisión total. Luego de la renuncia del potosino Rodríguez, un candidato con el que se pretendía explotar el discurso de la unidad Oriente - Occidente, Ortíz y Demócratas han buscado un candidata joven y mujer, de Cochabamba. Ni siquiera es conocida y ni siquiera se ha preparado una puesta en escena de impacto. En cualquier caso, Shirley Franco es una candidata con un perfil claramente seleccionado para seguir restando votación a Mesa en el sector urbano de clase media alta, el perfil que por lo general encontraba acomodo en Comunidad Ciudadana.
El MAS se frota las manos
La situación política puede haber desembocado en esta coyuntura producto del azar; pero por lo general, la gente prefiere pensar que hay hilos extraños que se mueven por detrás de todas las candidaturas. La acusación de “funcional al MAS” es recurrente incluso para Félix Patzi, el único que se dirige al mismo sector que es la base del MAS.
En Comunidad Ciudadana, mientras pelean con un pasado de hace década y media que nadie quiere aclarar, confían en que pase algo, que algo cambie, pero ni los más cercanos confían en que el candidato Carlos Mesa guarde un as en la manga que le permita recuperar terreno. Las encuestas no son favorables… pero “algo va a pasar”, repiten sus cercanos con aire de mística y temor.