Los leales de Evo
La estrategia masista para conservar el poder se ha hecho tan intrincada que ni siquiera esta vez se han hecho apuestas sobre los nombres que aparecerán o no aparecerán en el nuevo gabinete. Si fuéramos un país normal, dicen los estudiosos de Bolivia, hubiéramos elegido el día que se votó...



La estrategia masista para conservar el poder se ha hecho tan intrincada que ni siquiera esta vez se han hecho apuestas sobre los nombres que aparecerán o no aparecerán en el nuevo gabinete. Si fuéramos un país normal, dicen los estudiosos de Bolivia, hubiéramos elegido el día que se votó la Constitución para rememorar un cambio de régimen avalado mayoritariamente ese 25 de enero de 2009 en las urnas; pero como somos mucho más folklóricos, se vino a elegir el 22 de enero, día en que el presidente Evo Morales fue ungido en el Parlamento, ya Asamblea, y nombró a su primer gabinete, para declarar el feriado nacional, que luego de la polémica inicial, el rechazo y el despliegue institucional para asegurar que el mensaje llega a todos los ciudadanos, el común de los tarijeños lo celebra como cualquier otro feriado: saliendo tarde de la cama y a poder ser, para aterrizar en un asau al menos de pollo, o en algún río no muy lejano.
Este 22 de enero de 2019 no es del todo normal. El MAS se inventó una Primaria con el objetivo de hacer olvidar cuanto antes la derrota en La Haya y alejar lo más posible la cantaleta del Bolivia Dijo No de la fecha de las elecciones reales de octubre. Lo que ha conseguido, dicen los críticos, es que se dé la enésima prueba de la confusión entre partido y Estado y se dilapiden los recursos públicos en un ejercicio que poco tiene que ver con la democracia.
En cualquier caso, el MAS cuenta 13 años llevando la iniciativa política y solo ha perdido una vez: el 21 de febrero de 2016 dando argumento a la oposición hasta el día de hoy y encendiendo una batalla interna que se daba por agotada desde que los lineristas acabaron de devorar a los choquehuanquistas - últimos “disidentes” más o menos de peso - luego de haber fagocitado al ala nacionalista de izquierda, a los campesinos librepensantes y a cualquier marxista – troskista – leninista que hubiera osado cuestionar las velocidades de “la revolución”.
El affaire italiano
Si hay una persona invisible que es determinante en el Gobierno es Raúl García Linera. Hermano del vicepresidente Álvaro García Linera, en los tiempos de la “bifurcación” se erigió en el custodio de la pureza de la revolución. Él siempre ha negado su propia existencia, pero algunos de los represaliados más cercanos a Tarija, como Felipe Moza, lo ha identificado en las acciones más turbulentas. Si Álvaro pasa por ser el jacobino, Raúl es sencillamente el estalinista.
La detención y entrega exprés del ya anciano italiano Cesare Battisti, ha motivado una protesta airada por parte del sector rojo más antiguo del MAS. Raúl García Linera, Hugo Móldiz, David Tezanos, etc., han manifestado su desacuerdo con el accionar del Gobierno, autoritario al fin, que apenas se cortó permitiendo que el Conare se manifestara por el refugio del viejo “activista/terrorista” para ponerlo de patitas en la calle, es decir, en manos de Italia.
¿Supone una ruptura del MAS de los Movimientos Sociales con el MAS estructuralista de marxistas y acomodaticios conversos? Públicamente no.
Los unos ni siquiera se han pronunciado sobre el asunto y aplican la lógica dominante: Nadie tenía ni la más remota idea de quien era Battisti y si Italia dice que es un terrorista, pues no hay más que discutir. Esta lógica es el resultado de años de confusión sin formación identitaria y revolucionaria que corrija las taras de la subordinación, dicen aquellos que necesitan salvar la alianza del IPSP para tratar de sobrevivir en el poder.
Los otros se han apresurado a aislar a Evo Morales de la decisión tratando de cargar las tintas sobre el ministro de Gobierno, Carlos Romero, cuando la lógica responde con bastante claridad al accionar del Primer Mandatario.
Más allá del ajuste de cuentas pretendido por Hugo Móldiz contra Carlos Romero, aún dolorido por el caso Belaunde que precipitó su fugaz paso por el Ministerio de Gobierno, en juego está la cohesión de un MAS debilitado ante su año más difícil.
Adulones y desaparecidos
Si en la primera parte de la experiencia de Gobierno se identificaba la batalla entre “nacionalistas” y “chinos”, apoyados por el sector indigenista, que se volvieron después el contrapunto al ala del capitalismo de Estado de García Linera y sus afanes; en la actualidad el debate ideológico ha sido desalojado de las filas del Movimiento Al Socialismo y subordinado, dice el economista y bolivianista Pablo Stefanoni, al que parece ser el único objetivo político actual: sobrevivir en el poder.
Sin Luis Arce Catacora, Juan Ramón Quintana ni David Choquehuanca, el gabinete actual es de un perfil político más bajo y controlado en su práctica integridad por el Vicepresidente. De entre las figuras clave, solo Héctor Arce tiene cierta luz propia al considerarse un histórico y muy cercano a Evo Morales, el resto engrosa las filas bien de los “adulones” o los “desaparecidos”.
El primer bloque es capitaneado por la ministra de Comunicación Gisela López, que sin haber alcanzado los niveles de Marianela Paco, ha concentrado la política comunicativa en el culto a Evo y en la anulación de cualquier clase de disidencia. La estrategia es recurrir a Evo siempre y en todo momento. En ese bloque se alinea Minería, Defensa y Desarrollo Productivo, con César Navarro, Javier Zabaleta y César Cocarico, pero tiene sobre todo como figura destacada a Luis Alberto Sánchez, ministro de Hidrocarburos, experto en festejar cualquier paso por todo lo alto, aunque sea el pozo más profundo y sin gas del planeta.
En este grupo se encuentran también algunos diputados como Valeria Silva o alcaldes como el presidente de la FAM Álvaro Ruíz, que no dudan en evidenciar su lealtad a Evo Morales como líder supremo, pero que deben enfrentar incoherencias serias con los mensajes que ellos mismos quieren trasladar, el feminismo en el primer caso o el pacto fiscal en el segundo.
El otro bloque no tiene ni capitán y está conformado por senadores y ministros que básicamente no querrían estar ahí o simplemente no quieren que se les recuerde que estuvieron ahí. Viven alrededor del Vicepresidente, procuran no destacar demasiado, reniegan en algunas ocasiones de la propia esencia del partido y procuran no llevarse una reprimenda en público. Alfredo Rada en Presidencia, Mariana Prado en Planificación, los primeros senadores de cada departamento (Ciro Zabala, Milcíades Peñaloza, René Joaquino) son algunos de ellos.
Viene la campaña más dura del MAS de los últimos años; Morales ha ido recortando poder a su Estado Mayor de los Movimientos Sociales y se ha refugiado cada vez más en su Estado Mayor ministerial y ni eso, sino en un grupo de notables que le hablan al oído en un tiempo donde no le hacen falta secretos, sino probablemente, leales.
Un gabinete de guerrilla
Entre el 22 y el 23 de febrero, según la pericia de los lobbys internos masistas en acordar o desencontrarse, el presidente Evo Morales presentará su gabinete para la última gestión de esta legislatura. La particularidad del asunto ha reducido las maniobras de esos lobbys, que en el pasado han buscado incluso operaciones mediáticas con diferentes desenlaces. Nadie se atreve en esta ocasión ni siquiera de sugerir algo a Morales que pudiera salir mal.
Lo normal – dicen los estrategas – es que Morales conforme un gabinete de “guerrilla”, capaz de sorprender al rival político y al ciudadano, pero también capaz de defender y defenderse de los ataques que llegarán en estos tiempos.
En el caso de carteras agotadas y maltrechas, lo recomendable es el cambio traumático, incluso con autocrítica inmediata, es decir, un nuevo Ministro que critique lo hecho por el anterior como respuesta a las nuevas críticas. El problema es que a nueve meses de las elecciones y luego de 14 años de gestión, toparse con un Ministro que trace planes a largo plazo puede resultar chocante para los votantes. En cualquier caso, en el punto de mira están las carteras de Desarrollo Productivo de César Cocarico, la de Minería de César Navarro y la de Hidrocarburos de Luis Alberto Sánchez, que en los últimos meses han dado ruido y pocas nueces.
Las carteras políticas no han resultado en 2018; Comunicación ha entrado en un espiral de confrontación poco creativo; Presidencia anda encerrado en sus debates orgánicos y teóricos perdiendo portavocía; la Cancillería no pasa de la acción fotogénica y ha perdido Unasur y Planificación se ha enredado entre el perfil renovador de su ministra y el mensaje económicamente ortodoxo que plantean sus medidas.
En ese escenario, los que plantean un perfil más duro vuelven a recurrir a Quintana como alternativa incluso para la cartera de Exteriores, pero dentro del gabinete, y manejar otros perfiles en Comunicación, que pueda ejercer realmente de portavoz del Gobierno.
Los que parecen intocables son Carlos Romero en Gobierno, que ha acumulado todo el poder en el último lustro en ese rubro tan sensible y el sucesor de Luis Arce Catacora, Mario Guillén, en Economía.
En cualquier caso, Evo Morales nunca ha sido afecto a los cambios de gabinete, peor en momentos de incertidumbre. En ese sentido, no se descarta una ratificación masiva de todo su equipo para la recta final de la legislatura para llegar a las elecciones sin sobresaltos.
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