Oposición ¿Sobre los restos de Mesa?
El calendario corrve y la oposición sigue dividida. Cada “líder”/aspirante tiene su propio equipo de asesores/intérpretes y algunos aduladores. Cada cual lee y lee encuestas en las que ve a un Evo Morales cayendo a niveles nunca vistos: la última, publicada en Página Siete el pasado...



El calendario corrve y la oposición sigue dividida. Cada “líder”/aspirante tiene su propio equipo de asesores/intérpretes y algunos aduladores. Cada cual lee y lee encuestas en las que ve a un Evo Morales cayendo a niveles nunca vistos: la última, publicada en Página Siete el pasado domingo, le concedía apenas un 27 por ciento de la intención de voto con solo un 6 por ciento de indecisos, algo que nunca había pasado.
La interpretación para cada uno de ellos (Samuel Doria Medina, Rubén Costas, Luis Revilla, Tuto Quiroga, Víctor Hugo Cárdenas, Jaime Paz y otros resucitados aspirantes) es casi la misma: El presidente Evo Morales es derrotable en una segunda vuelta. La pregunta que les atormenta es ¿Y por qué no por mí?
La encuesta de P7 ha puesto a dos puntos a Carlos Mesa, más o menos como la que ya publicó hace un año aunque después lo dejó fuera de los sondeos por la propia petición del expresidente y su insistencia en que no sería candidato. A nadie de la oposición le ha extrañado que, dada la coyuntura reciente con los casos Odebrecht y Quiborax, con los que el oficialismo se ha esforzado por enseñarle el ingreso a San Pedro, Mesa resulte el favorito ahora del votante urbano opositor promedio.
Lo que sí les sigue extrañando a todos los “líderes”/aspirantes de la oposición es el por qué el MAS ha elegido a Mesa como objetivo de su virulencia instrumental que, en clave electoral, le hace sumar enteros respecto a los demás, algo que el MAS, evidentemente, conoce a la perfección.
¿Por qué el MAS quiere a Mesa?
El MAS ha ganado elecciones durante doce años casi sin despeinarse, prácticamente sin oposición al frente. La única vez que realmente parecía confrontaban dos modelos de país fue cuando la Media Luna clamaba por la autonomía. Se resolvió con el referéndum revocatorio incontestablemente. Desde entonces no ha necesitado tener a nadie enfrente a quien derrotar, le ha bastado con la idea abstracta de la derecha y el neoliberalismo que nunca tuvieron capacidad de polarizar o generar una alternativa.
¿Por qué entonces el MAS querría posicionar nítidamente a Carlos Mesa en este momento? Tal vez la respuesta es que han cambiado de asesores y simplemente quieren aplicar un modelo tan innovador como clásico.
Mesa no tiene aparato, lo que no lo convierte en un “outsider” esencialmente porque ha sido, ni más ni menos, que presidente del Gobierno luego de que su compañero de fórmula, Gonzalo Sánchez de Lozada, se fuera en helicóptero para no volver.
Con esos antecedentes, para el MAS es fácil colgarle la etiqueta de ser quien se quedó a terminar el trabajo de Goni y sobre todo, se evita el contraste entre lo viejo, que hoy por hoy sería Evo, y algo nuevo. Es cierto que Mesa no es nuevo, aunque tampoco el resto de “líderes”/aspirantes.
Ahora bien, una variable poco contemplada en esa estrategia es que el 40 por ciento del padrón, incluso algo más, llegó a la vida adulta luego del 2000. Son los famosos Millenials que con menos ruido también definirán elecciones en Bolivia aunque les traiga bastante sin cuidado. Para estos dos millones de votantes, Evo lleva prácticamente toda la vida en el poder y Carlos Mesa es tal vez un vago recuerdo del pasado si es que le han prestado atención a lo que sus padres decían entonces.
Polarizar ideológicamente con Mesa, luego de doce años de dispersión, no parece ya tan fácil. Resulta inaudito entrar al fondo de la cuestión del tema que ha dado el empujón definitivo a Carlos Mesa. El MAS haciendo escándalo por una nacionalización obviamente ilegal al calor de los convenios de protección de inversiones, último resabio de la colonia con forma de democracia intervenida, es tan sui géneris como ver a Carlos Mesa defendiéndola.
Mesa, estudioso de los nuevos tiempos políticos, no va a entrar a confrontar modelos de país ni a explicar sus intenciones sobre la economía, sino que abrazará causas y más causas (ya abrazó la marítima). Ponerse al frente de las plataformas ciudadanas por el 21F parece una salto de manual, pero también tiene su riesgo. El último latinobarómetro advierte que un 40% de los continentales ya no considera la democracia un valor absoluto ni por encima de su seguridad y desarrollo económico, o más bien, la capacidad de comprar cosas.
El MAS puede haber elegido a Mesa porque tiene en su poder documentos o hechos que realmente le puedan complicar judicialmente más que lo que lo puede hacer el asunto Quiborax o puede hacerlo simplemente ante la seguridad que el resto de los “líderes”/aspirantes no tardarán en apuñalarlo por la espalda hasta desangrarlo.
O tal vez no.
La interpretación para cada uno de ellos (Samuel Doria Medina, Rubén Costas, Luis Revilla, Tuto Quiroga, Víctor Hugo Cárdenas, Jaime Paz y otros resucitados aspirantes) es casi la misma: El presidente Evo Morales es derrotable en una segunda vuelta. La pregunta que les atormenta es ¿Y por qué no por mí?
La encuesta de P7 ha puesto a dos puntos a Carlos Mesa, más o menos como la que ya publicó hace un año aunque después lo dejó fuera de los sondeos por la propia petición del expresidente y su insistencia en que no sería candidato. A nadie de la oposición le ha extrañado que, dada la coyuntura reciente con los casos Odebrecht y Quiborax, con los que el oficialismo se ha esforzado por enseñarle el ingreso a San Pedro, Mesa resulte el favorito ahora del votante urbano opositor promedio.
Lo que sí les sigue extrañando a todos los “líderes”/aspirantes de la oposición es el por qué el MAS ha elegido a Mesa como objetivo de su virulencia instrumental que, en clave electoral, le hace sumar enteros respecto a los demás, algo que el MAS, evidentemente, conoce a la perfección.
¿Por qué el MAS quiere a Mesa?
El MAS ha ganado elecciones durante doce años casi sin despeinarse, prácticamente sin oposición al frente. La única vez que realmente parecía confrontaban dos modelos de país fue cuando la Media Luna clamaba por la autonomía. Se resolvió con el referéndum revocatorio incontestablemente. Desde entonces no ha necesitado tener a nadie enfrente a quien derrotar, le ha bastado con la idea abstracta de la derecha y el neoliberalismo que nunca tuvieron capacidad de polarizar o generar una alternativa.
¿Por qué entonces el MAS querría posicionar nítidamente a Carlos Mesa en este momento? Tal vez la respuesta es que han cambiado de asesores y simplemente quieren aplicar un modelo tan innovador como clásico.
Mesa no tiene aparato, lo que no lo convierte en un “outsider” esencialmente porque ha sido, ni más ni menos, que presidente del Gobierno luego de que su compañero de fórmula, Gonzalo Sánchez de Lozada, se fuera en helicóptero para no volver.
Con esos antecedentes, para el MAS es fácil colgarle la etiqueta de ser quien se quedó a terminar el trabajo de Goni y sobre todo, se evita el contraste entre lo viejo, que hoy por hoy sería Evo, y algo nuevo. Es cierto que Mesa no es nuevo, aunque tampoco el resto de “líderes”/aspirantes.
Ahora bien, una variable poco contemplada en esa estrategia es que el 40 por ciento del padrón, incluso algo más, llegó a la vida adulta luego del 2000. Son los famosos Millenials que con menos ruido también definirán elecciones en Bolivia aunque les traiga bastante sin cuidado. Para estos dos millones de votantes, Evo lleva prácticamente toda la vida en el poder y Carlos Mesa es tal vez un vago recuerdo del pasado si es que le han prestado atención a lo que sus padres decían entonces.
Polarizar ideológicamente con Mesa, luego de doce años de dispersión, no parece ya tan fácil. Resulta inaudito entrar al fondo de la cuestión del tema que ha dado el empujón definitivo a Carlos Mesa. El MAS haciendo escándalo por una nacionalización obviamente ilegal al calor de los convenios de protección de inversiones, último resabio de la colonia con forma de democracia intervenida, es tan sui géneris como ver a Carlos Mesa defendiéndola.
Mesa, estudioso de los nuevos tiempos políticos, no va a entrar a confrontar modelos de país ni a explicar sus intenciones sobre la economía, sino que abrazará causas y más causas (ya abrazó la marítima). Ponerse al frente de las plataformas ciudadanas por el 21F parece una salto de manual, pero también tiene su riesgo. El último latinobarómetro advierte que un 40% de los continentales ya no considera la democracia un valor absoluto ni por encima de su seguridad y desarrollo económico, o más bien, la capacidad de comprar cosas.
El MAS puede haber elegido a Mesa porque tiene en su poder documentos o hechos que realmente le puedan complicar judicialmente más que lo que lo puede hacer el asunto Quiborax o puede hacerlo simplemente ante la seguridad que el resto de los “líderes”/aspirantes no tardarán en apuñalarlo por la espalda hasta desangrarlo.
O tal vez no.