Evo deshoja la margarita
No le gusta al presidente Evo Morales hacer cambios en su gabinete. En 11 años de gestión y con los momentos crudos que se han pasado, los cambios han venido siempre con cuentagotas.



La mayoría de los que iniciaron la gestión, la acabaron y solo al inicio de sus tres mandatos consecutivos se ha podido considerar cierta “revolución”.De hecho en los últimos años se ha dotado todavía de más estabilidad con la excepción del inicio de 2015, donde Morales tuvo que prescindir de cuatro ministros de forma urgente bien por estar envueltos en escándalos, bien por mera incompetencia. Entre escándalos se fueron Nemesia Achacollo de Desarrollo Productivo, dándole tiempo antes de acudir a declarar ante la Fiscalía por el caso del Fondo Indígena y también el ministro de Defensa Jorge Ledezma, al que no se le ocurrió otra cosa que repartir ayuda humanitaria entre los afectados por las lluvias torrenciales en el norte chileno con una campera que rezaba: Mar para Bolivia, un gesto diplomático que cayó muy mal. También se fueron por la puerta de atrás y sin dar explicaciones el ministro de Cultura Pablo Groux y el de Gobierno, Hugo Moldiz, tras apenas cuatro meses de gestión.No le gusta, pero la situación obliga. Morales se juega su última baza política para intentar estar en la papeleta electoral de 2019 y, aunque todavía no se ha decidido el camino y los más zafios operadores del partido (que ya lo empujaron al precipitado referéndum de febrero de 2016) le proponen torpezas como renunciar seis meses antes o hacerse directamente el loco, lo cierto es que el gobierno de Evo Morales debe volver a ilusionar. Y la cosa no está fácil.
El riesgo de la estampidaEl gobierno del MAS no atraviesa su mejor momento. Más al contrario, 2016 ha sido un año para olvidar con demasiados escándalos y pequeñas rencillas, además de la gran derrota en el referéndum constitucional. Los índices de popularidad se encuentran en el nivel más bajo desde que se lleva la cuenta, tanto en los de partido como en los que publica trimestralmente la cadena RTP. Entre los cuadros medios se siente una sensación de huida en estampida. Algo así como si los dirigentes y cargos públicos estuvieran preparando un desalojo rápido y limpio, sin dejar huella, quemando todo a su paso. El discurso totalitario e imprescindible articulado desde el Ministerio de Comunicación junto a sus otros voceros habituales no acaba de cuajar y muchos de los colaboradores circunstanciales, que nunca fueron del partido pero prefirieron callar y trabajar, creen que el rumbo imprimido va directo al fracaso. En las regiones, más de un diputado o senador ya está preparando desde hace tiempo el post-evismo arrimándose a potenciales líderes de otros partidos.Conforme avance el calendario y se acerque la cita electoral y sobre todo, el MAS decida si se enfrentará dos veces al escrutinio popular u optará por otra vía que obvie los resultados del 21 de febrero, la situación se va a tensar más. Morales debe decidir quedarse con aquellos que le hagan ganar, pero también con aquellos que no le abandonarán.El presidente ha contado con un núcleo duro desde el principio de los tiempos. Las crónicas de Plaza Murillo cuentan que ese mismo grupo está dividido entre los afines al canciller David Choquehuanca y los elegidos por el Vicepresidente Álvaro García Linera. El ministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana y el de Economía Luis Arce Catacora responderían al vicepresidente, mientras que el de Gobierno, Carlos Romero, sería más próximo a Choquehuanca, aun con inquietudes propias. El resto del gabinete, cargos menores, responden a afinidades de unos u otros. Lenny Valdivia (Transparencia), René Orellana (Planificación), Ariana Campero (Salud) a Choquehuanca; Milton Claros (Obras Públicas), Luis Sánchez (Hidrocarburos) a García Linera – Quintana… y así sucesivamente. Además, unos y otros tienen “infiltrados” en los viceministerios, direcciones clave o en la Fiscalía General del Estado.
El núcleo duroUn cambio profundo en el gabinete de Evo Morales supondría prescindir al menos de la mayoría de esos rostros. Algo que por el momento se antoja complicado.Juan Ramón Quintana es el que cada año aparece con fuerza en las apuestas. El ministro de la Presidencia controla prácticamente todos los resortes de la gestión. Mientras el Presidente viaja y visita las más recónditas comunidades, normalmente junto al Vicepresidente, Quintana toma las decisiones. El ministro ya se tomó “un respiro” cuando se alejó del gabinete para configurar Ademaf, un movimiento que según Wilson García Mérida, director del Sol de Pando, le permitió controlar todos los aparatos de inteligencia del Estado al tiempo de desvincularse de las ONG que inicialmente representadas y volver con el apoyo del partido.Quintana es quien en última instancia toma todas las decisiones políticas y organiza las respuestas que se articulan después, con particular gusto, en el Ministerio de Comunicación o en cualquier otro sometido a presión o crisis. Hoy por hoy parece imposible un Gobierno sin Quintana, no por el efecto cosmético que tendría, que sería sin duda beneficioso para Morales, sino por la cantidad de equilibrios que en estos años ha forjado y que deberían volver a renegociarse, en plena etapa preelectoral. El nacimiento de su cuarto hijo y el hecho de que no haya renovado contratos a colaboradores mientras que otros acólitos se acomodan en otras departiciones parecen señales que hay que seguir.Carlos Romero, actual ministro de Gobierno, ha pasado por diferentes carteras e incluso renunció en la anterior legislatura para ser elegido Senador. Las “malas lenguas” aseguran que su propósito era ser electo Presidente del Senado, no solo por tener la posibilidad de ser presidente interino del país por algunos momentos y satisfacer su ego, sino por labrarse una especie de perfil alternativo y propio que lo hiciera ser considerado en la batalla sucesoria. Las mismas “malas lenguas” aseguran que Quintana y García Linera le cerraron el paso. Romero duró apenas cuatro meses como senador raso tras su fracaso en el asalto a la presidencia, que finalmente fue ocupada por Alberto Gonzáles. La angurria y la calamitosa gestión del ministerio de Gobierno de Hugo Moldiz en el arranque de la legislatura en 2015 hizo que el presidente volviera a reclutar a Romero para el gabinete, que no dudó ni por un instante.Lo cierto es que Romero ha jugado bruscamente en esta legislatura pero ha logrado controlar los cuerpos de seguridad del Estado y dar relativa estabilidad.La salida de David Choquehuanca, el Canciller, no tendría apenas efectos en el objetivo de lograr mejor llegada al público descontento. Choquehuanca no tiene efectos ejecutivos sobre los principales temas de política exterior (Mar, negociaciones petroleras, Mercosur, etc) y su política indigenista ha quedado prácticamente marginada. La Cancillería ha quedado tocada por el escándalo del Fondo Indígena. La falta de política de comunicación propia le ha señalado como responsable último salvo por la intervención de “la mano blanca” que posteriormente nunca quiso aclarar con la precisión debida. Por otro lado, la salida del ministro de Economía Luis Arce Catacora tendría un gran simbolismo, puesto que supondría reconocer la delicada situación actual. Otra cosa es que sin Arce Catacora las políticas económicas cambiaran. En esta década de masismo no solo se han enterrado los temores “socialistas” iniciales. Nadie ha colectivizado nada más allá de las nacionalizaciones de empresas que flagrantemente se burlaban del país. El sistema de bienestar (salud, educación, pensiones…) sigue en quiebra social. Los dólares son exportados a la gran banca transnacional y las grandes empresas internacionales siguen adjudicándose muchos millones en Bolivia…Como sea, Evo Morales tiene previsto volver a concurrir a unas elecciones. A las de 2019. Y más allá, ganarlas. El efecto CAMC – Zapata ha servido de válvula de escape para los responsables de la “idea” del referéndum constitucional del 21 de febrero, que a la postre se demostró suicida. Morales debe aligerar peso y rodearse de gente que le ayude a decidir bien. Y lo más probable, es que nada cambie. La respuesta, el 23 de enero.
Cambiar en Hidrocarburos
La caída del precio de los hidrocarburos ha sido el principal problema de Bolivia en los dos últimos años. No era difícil de reconocer. Era un asunto sobre el que no se tiene ninguna capacidad de influencia. Los números cantan por sí solos. Sin embargo, el Ministerio de Hidrocarburos y el de Economía han mantenido su discurso siempre exitista, siempre de buenas noticias y números magníficos, abrumadores, disparados a discreción.Lo cierto es que no hay certificación de reservas; que Repsol, como acostumbra, llegó a dar una mano con el anuncio de magníficas reservas, muy oportunas, en el entorno de Margarita, poco antes de concretar los nuevos pozos en Huacaya, y que eso no ayuda mucho ni a la captación de nuevos inversores ni menos, a la apertura de nuevos mercados, que siguen sin existir.Lo cierto también es que la producción de gas natural (61 millones de metros cúbicos fue el record en 2016) se encuentra por debajo de la demanda máxima contratada (20 millones para Argentina, 30,5 para Brasil y 15 para el mercado interno) y se solivianta agradeciendo que nos piden menos y retrasando, por ejemplo, la puesta en funcionamiento de la planta de urea y amoníaco que consumirá otro 1,5 millones.Lo cierto también es que los planes de inversión y exploración se vienen repitiendo demasiado tiempo y ni el ministro Luis Alberto Sánchez ni nadie del sector ha dicho todavía si se va a apostar por el fracking o no.Lo cierto es que la licitación de la planta petroquímica de propileno y polipropileno en Yacuiba se lleva entre algodones y más de uno está tentado en declararla desierta para no “complicarse la vida” ni en el corto ni en el medio plazo.Lo cierto es que YPFB sigue estando a merced de las empresas transnacionales que le quieran hacer un favor, sean ahora chinas, rusas y venezolanas, porque se ha ido más dinero en canchas de fútbol que en tecnología propia.¿Será suficiente cambiar al ministro tarijeño Luis Alberto Sánchez? o ¿acaso será necesario dar un giro al timón completo? ¿Quizá bastará con sincerarse un poco más? ¿Con transparentarse más? Lo cierto es que en 2017 vienen retos de primera magnitud, y la ficha es una de las que se barajan como intercambiable.
Cambiar en Economía
Bolivia ha crecido menos que la última década y prácticamente todos los indicadores son negativos. Para algunos, existe una crisis. El Ministerio de Economía no contempla una confesión semejante y más bien gusta de interpretar los datos en el contexto secuencial.Lo cierto es que se ha “inventado” incluso un modelo al que ha bautizado como Social Comunitario Productivo y que básicamente, según el ministro Luis Arce Catacora, debe el crecimiento a la demanda interna. Según el ministro esto blindaba al país de las fluctuaciones incluso del mercado del crudo, pero cuando ha caído el precio, todas las fuentes de financiación se encuentran copadas al máximo, según sus propias declaraciones, y aún así no se ha crecido lo esperado. Lo cierto es que insiste en el modelo de demanda interna pero avala la contratación de más de 6.000 millones de dólares a empresas extranjeras de todo tipo y conmina al empresariado local a dedicarse a la agroindustria; o a la horticultura ecológica de alto valor en el mercado extranjero.Lo cierto es que se ha autorizado la “exportación” del ahorro interno de las AFP a la gran banca transnacional que financia al “imperio” junto a las Reservas Internacional Netas (RIN), que sigue ocupándose a eso en más del 90 por ciento pese a que la Constitución propone invertirlas en desarrollos productivos propios.Lo cierto es que se ha convencido al país de que dar bonos, como daba Gonzalo Sánchez de Lozada, es más socialista que invertir en las reformas estructurales de la educación o de la atención a la tercera edad. El Ministerio de Economía, como el de Hidrocarburos, como el de Comunicación, viven del éxito. De comparar magnitudes en las que siempre salen ganadores y de negar la mayor. El presidente Evo Morales pidió en su discurso del 6 de agosto en Tarija, a todos y cada uno de sus ministros, crecer. El objetivo estaba por cerca del 5 por ciento. El doble aguinaldo se cifraba en el 4,5 por ciento. Apenas se ha alcanzado el 4. Morales dijo: todos fuera. De momento nadie ha renunciado. Veremos las decisiones del presidente.