Y de repente: Marcela
Andaba el Movimiento Al Socialismo (MAS) en Tarija tan apesadumbrado en su insignificancia ejecutiva;



tan acomplejado tras la última derrota; tan malhumorado por el poder que dejó escapar; tan desconcertado por las decisiones del número 1; tan desarraigado con sus actos en la plaza Luis de Fuentes regados con vinos caros que más de uno temió un suicidio colectivo.El diagnóstico, una especie de depresión postparto precipitada tras un embarazo de mieles y rosas de un Lino Condori primerizo e incauto que acabó con un soberano porrazo electoral luego de que la comadrona mayor hubiera decidido cambiar al padre a última hora, por uno más guapo y pintudo, para recoger los frutos de una supuesta gestación en la que todos habían sido felices a manos llenas. Las bases huyeron en estampida. Los amigos se quedaron en sus feudos. El Instrumento no funcionaba.Durante la gestión de Lino Condori, el partido se fue descomponiendo. La forma de gestionar los intereses sectoriales por un lado y de mimar el poder territorial por otro, acabó enfrentando a todos con todos. Las decisiones que relegaron a las bases de las listas en beneficio de los blancoides y placeros Milcíades Peñaloza, Pancho Navajas y con Pablo Canedo como joya paradigmática de la corona tensó la cuerda con los campesinos, con Luis Alfaro como símbolo del cisma.Después vino la caída de Julia Ramos, la Comandante con mando en plaza quizá más obediente de entre todos los Comandantes departamentales del MAS. La lideresa que movía los hilos y engrasaba la estructura. La amiga del presidente, miembro de su guardia pretoriana, era encarcelada con ignominia un año antes que la responsable del escándalo del Fondo Indígena, Nemesia Achacollo. Alguna ministra simpar ha pretendido defenestrarla antes de ser juzgada.Mientras los movimientos sociales hacían aguas, los arribistas, aliados e invitados empezaban su carrera de fondo a codazos para estar bien colocados en 2019, desde el legítimo objetivo político de desgastar la gestión de Adrián Oliva pero con el riesgo evidente de dejar al descubierto el pastel/intención, cargando así más rechazo en la cuenta del MAS. Álvaro Ruíz, William Guerrero, Johnny Torres, Walter Ferrufino… y un largo etcétera de ejecutivos, tecnócratas y llamados de los que después de declarar telefonean a la vicepresidencia para registrar las fichas.Y de repente, el MAS se acordó que era un partido fundamentalmente campesino.El asunto del Prosol es eminentemente sindical, la reivindicación de los 6.000 bolivianos tiene mucho de estratégico. La Asamblea, de mayoría masista, se ha rendido a los deseos del sector cuando lo han requerido. El nuevo MAS, que sigue insistiendo en la estrategia urbana para tomar el poder no ha podido ni chistar sobre el reclamo que tanto escuece entre los urbanos. La contundencia del bloqueo de abril y la masiva, de verdad, marcha de septiembre (¿alguien dijo cacerolazo?) ha dejado claro quien sigue teniendo la fuerza en el partido.Y de entre todos, en un MAS sediento de aire fresco, de renovación y de compromiso, ha emergido Marcela Guerrero. Algunas de las vacas sagradas ya la señalan en las redes sociales como la lideresa a seguir. Incluso algunos de los que sufrían con los bloqueos que organizaba cada noviembre en la ExpoSur para reivindicar el camino a San Jacinto.No es por ser mujer, aunque falta hace en esta Tarija tan masculina; tampoco por ser licenciada en derecho; ni por su lucidez para interpretar los tiempos políticos (en sus manos está la solución del Prosol que reconcilie al agro con la urbe); ni por su juventud, real; ni siquiera por su claridad de discurso o su vehemencia, ni por estar limpia de rémoras del pasado… El Movimiento Al Socialismo (MAS) ha puesto los ojos sobre la dirigente capaz de hacer temblar a la Gobernación pero… ¿Quién ha dicho que Marcela sea del MAS?