En el nombre de Ernesto Fidel
A estas alturas ni Onur ni Sherezada, ni Aurelio Casillas ni Fatmagul compiten en las pantallas con el drama de Ernesto Fidel.



Hasta ya suena a más que novelilla de rentable horario estelar. Un nombre en homenaje a dos de los marxistas ateos más famosos de la historia ha desatado en Bolivia una discusión que parece teológica: ¿existe Ernesto Fidel? Seguramente más de medio país cree que sí, aunque muy pocos lo han visto. Su presunto progenitor primero creía en él, pero ahora dice que duda. Su supuesta madre, tras semanas de declaraciones escuetas y una posterior detención, lanzó una ofensiva afirmando, con convicción absoluta, que Ernesto Fidel existe. Asegura que tiene todas las pruebas que muestran a aquel niño de quien aún no se acepta oficialmente que sea uno más entre nosotros. Su porfía y contraataques asociados le han costado, hace algunas horas, ser trasladada a una cárcel de máxima seguridad. Si ese niño existe -porque no existe, dicen, ¿o sí?-, ¿imaginará en esa pequeña cabecita que su vida pone en crisis a un Gobierno? Y no a cualquier Gobierno ha puesto en afanes Ernesto Fidel. En el gabinete del “no existe” se han alineado nada menos que el Vicepresidente, los ministros de la Presidencia, Defensa, Gobierno, Educación, Autonomías y Comunicación. A ellos se han sumado varios senadores y diputados. Y claro, ha descollado la aparición del Fiscal General del Estado, con los documentos de sus pesquisas en mano. ¿Llegará un día, supongamos del año 2025 y ya como mayor de edad, en el que él se presente a los medios y diga: “Soy Ernesto Fidel, aquél a quien todo el poder del Estado declaró “muerto”, “inexistente”, “no habido”, “no nato”, “mentira”…? ¿Cuál habrá sido para entonces el costo de su existencia para la vida política de su señor padre? ¿Será otra de las obras que dejará pendientes de revelación para ese preciso año del Bicentenario?¡Qué jugada del destino! ¡Vaya drama propio de un clásico! Saber que el sólo hecho de existir alborotó a un país y movilizó al poder como para una conmoción interna o un conflicto internacional. Eso si Ernesto Fidel existe. El matiz, el género literario, cambiaría, pero la intensidad de las emociones y las contradicciones no, si el desmentido se confirma. Si Ernesto Fidel es tan sólo una criatura imaginaria, casi etérea, ¿es sensato semejante afán de todo el poder del Estado Plurinacional de Bolivia? Lo locura llegó a que se debata no sólo la existencia del niño, sino hasta los detalles de su concepción. Que cómo el maduro galán conquistó a esa doncella 30 años menor y prácticamente adolescente. Que si hizo el reconocimiento de paternidad consciente u obnubilado. Que si ese amor daba como para que se sigan viendo de vez en cuando, pese a que habían decidido ponerle un final. Que abogado, testigos y progenitor aceptaron nomás firmar el reconocimiento en aras del amor y ciertas lealtades. ¿Lo más granado del gabinete, del Congreso y el Ministerio público dedicado a una guagua que existió en papeles truchos? ¿Qué temor, atizado por el fantasma de un infante, carcomió las entrañas de los responsables de un proceso definido como revolucionario?¡Y pensar que todo eso le habría pasado al Presidente récord de la historia boliviana por andar sin protección (legal, claro está)! La historia esta vez se escribiría casi como comedia, una especie de El bien amado o Al fondo hay sitio, con mayores matices políticos. ¡Qué vergüenza internacional!Eso sí, otro gran capítulo constituye el rutilante éxito de la protagonista principal. Con todo, la existencia, aún sea ficticia, de Ernesto Fidel parece haber sido una bendición para su progenitora. El supuesto nacimiento del niño despertó en la madre de Ernestito cualidades que rayan en la genialidad. En menos de 9 años se realizó académica, profesional, económica, política y socialmente. Ah, y además fue mamá más de una vez. En esos años la dama se graduó de legista, se hizo ejecutiva de una empresa transnacional y logró una notable, y aún no precisada, fortuna. Es más, vestida con lo más “chic” de la moda visitaba, como ejecutiva, dependencias el Ministerio de la Presidencia donde era muy bien atendida. Superó de lejos a Sherezada.Las cosas no se quedaron ahí. La dama agitaba entre empresa y Gobierno intereses neoimperiales, inversiones sobre áreas geoestratégicas. Los aires, la influencia de una reina del sur. Claro, era el personaje prefecto para un complot imperial que tuvo la virtud de escribir la primera versión de la obra, de las varias que seguramente habrá. Sin embargo, como finalmente pasa con los personajes de toda novela, el niño, ficticio o no, puede ser un símbolo. Personifica, sin duda, a la consecuencia no prevista o ignorada de nuestras acciones, a ese sembrar y cosechar que llega con tormentas o bendiciones. Habrá que esperar qué le trae a cada quién en este país el hoy inocentemente poderoso Ernesto Fidel.