Brasil, con cautela busca esquivar los aranceles impuestos por Trump
No es la primera vez que el Gobierno de Estados Unidos impone aranceles al acero brasileño. En marzo de 2018, Trump anunció una tarifa parecida del 25% a las importaciones de este material



La regla no escrita es “tener prudencia y paciencia”. De esta forma, el Gobierno brasileño intenta contornar la crisis de los aranceles estadounidenses, que deben gravar las exportaciones de acero y aluminio hacia Estados Unidos a partir del 12 de marzo.
Después de una retahíla de amenazas, el presidente Donald Trump oficializó el pasado 10 de febrero el impuesto del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio al país y señaló que no hará exenciones, ni excepciones.
Es un mazazo para el gigante latinoamericano, que es el segundo mayor proveedor de acero y hierro para EE. UU. En 2024, los estadounidenses compraron de Brasil ambos productos por un valor de 4.677 millones de dólares.
El año pasado, Brasil alcanzó el 14,9% de la cuota de mercado y sólo fue superado por Canadá, que representó el 24,2%. Atrás de Brasil, se quedan México (10,1%), Corea del Sur (5,9%) y Alemania (4,6%).
Datos del Comex Stat, del Ministerio de Desarrollo, muestran que EE. UU. fue el destino del 47,9% de las exportaciones del grupo siderúrgico en 2024. Ningún otro cliente es tan esencial para la industria brasileña como los estadounidenses. El segundo mayor comprador de Brasil es China, pero su participación es mucho menor, representando el 10,7% de las exportaciones.
No es la primera vez que el Gobierno de Estados Unidos impone aranceles al acero brasileño. En marzo de 2018, Trump anunció una tarifa parecida del 25% a las importaciones de este material producido a partir de mineral de hierro, afectando a Brasil y otros países. Sin embargo, en mayo del mismo año, Brasil consiguió evitar la aplicación de esta política proteccionista con el argumento de que la mayoría de las exportaciones eran de acero semiacabado, esencial para la industria estadounidense. El sector siderúrgico brasileño acordó reducir sus exportaciones al mercado norteamericano y adoptar cuotas de exportación para seguir accediendo al mercado americano, sin este arancel.
Sin embargo, las tarifas fueron reintroducidas en diciembre de 2019. Trump justificó la medida con la devaluación del real y del peso argentino, afirmando que esto perjudicaba a los agricultores estadounidenses. En aquella ocasión, fue el expresidente Jair Bolsonaro quien se encargó de negociar la no aplicación de estos aranceles.
En este nuevo escenario, Brasil vuelve a buscar soluciones diplomáticas a la disputa comercial, en vista de que los nuevos impuestos podrían impactar alrededor 6.000 millones de dólares en las ventas brasileñas. En un primer momento, el Gobierno del país aseguró que no tiene intención de entrar en una guerra comercial con Estados Unidos. Al mismo tiempo, el ministro de Economía Fernando Haddad calificó los aranceles impuestos por Donald Trump a las importaciones de acero como “medidas unilaterales” y “contraproducentes”.
En los bastidores, la información es que todo está sobre la mesa en las negociaciones con Washington, más allá de la creación de cuotas que permitirían a Brasil vender determinadas cantidades de productos sin sobreprecios: la reciprocidad en relación con el acero y el aluminio estadounidenses; el aumento de los aranceles sobre una lista de artículos importados de EE. UU; y, a falta de acuerdo, acciones en la Organización Mundial del Comercio (OMC). De momento, los ministerios de Exterior, Finanzas y Desarrollo, Industria, Comercio y Servicios están desarrollando una estrategia común para enfrentar el estancamiento.
Jorge Viana, presidente de la Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones e Inversiones, dijo que es necesario mantener la calma. “La industria estadounidense, en algún momento, tendrá que comprarle acero a alguien, ya sea negociando cuotas o con alguien que tenga menos conflictos. La actividad comercial tiene que ser pragmática. Es importante estar muy tranquilos en este momento”, afirmó.