Mediterráneo: Qué nos importan las elecciones en la UE
Este texto corresponde al boletín Mediterráneo que firma el director Jesús Cantín y se distribuye los viernes. Si quieres recibirlo directamente en tu correo, suscríbete
¿Qué nos importan las elecciones europeas? Como país casi nada, como bloque Sudamérica algo más, y no solo por el Mercosur. En este 2024 cargado de elecciones hasta la bandera en el que más de la mitad de los 8.000 millones de almas que habitamos el planeta depositará una papeleta en un ánfora, las del Viejo Continente han desatado un inusitado interés porque lo que se juega es algo más que la composición de un Parlamento sino más bien, la continuidad de un modelo. Vamos con el monográfico.
Después de una historia sangrienta que alcanzó su punto álgido en la Segunda Guerra Mundial, Europa se reconstruyó como una especie de experimento entre dos imperios de ideas claras: El Comunismo de la Unión Soviética por un lado y el liberalismo capitalista de Estados Unidos. Su receta fue un mix de libre mercado con servicios de calidad garantizados para todos a través de la solidaridad organizada: el Estado del Bienestar y la Justicia Social contra la que despotrican Argentina – donde algo se conoció – y en otros países de América donde apenas nunca hubo Estado alguno.
La Unión Europea fue primero una unión aduanera tipo Mercosur o Comunidad Andina de Naciones, en una primera iniciativa típica para reconstruir el continente, después se empezaron a coordinar políticas económicas y facilitar el intercambio de divisas y finalmente, en los 90, se establecieron las normas de cohesión y se lanzó la moneda común cediendo buena parte de la soberanía.
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En este siglo XXI, ya con el euro en vigor, en contraposición (pero siempre en coordinación) con la Reserva Federal de Estados Unidos, Europa se ha consolidado como el paladín de la Lucha contra el Cambio Climático, el de la Lucha por los Derechos Humanos y el de alguna causa “perdida” más, eso sí, siempre desde su posición hegemónica y siempre con el back up de la deuda infinita.
La crisis de 2008 la salvó de milagro porque a su supuesta cohesión no habían llegado todos de la misma manera y los del norte se enfrentaron con los del sur, que al parecer estaban más expuestos al fiasco de las hipotecas subprime de Estados Unidos y que provocó el crack mundial. La UE entonces se convirtió en una suerte de guardián de la ortodoxia que alargó la salida de la crisis una década. Cuando llego la pandemia las cosas habían cambiado, y ahí sí, una salida coordinada permitió sortearla con todo tipo de ventajas y sin padecimiento, todo, claro, a costa de su deuda pública prohibitiva para el resto del mundo, aunque tengan muchas más cosas que vender.
Encaje de modelos
Es ese modelo del bienestar el que está en juego en estos momentos en Europa, pero también en lo que se refiere a ser una aspiración para el resto del mundo occidental. Quienes aspiran a hacer negocio con la salud y la educación, pero también quienes buscan acabar con las legislaciones garantistas e inclusivas, que también impiden hacer buenos negocios, han puesto a la UE en el punto de mira.
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La UE nunca tuvo peso político real: el parlamento europeo apenas era un elemento decorativo presto para hacer declaraciones y entregar premios mientras que la Comisión Europea, una suerte de consejo de ministros coordinado por un comisario sin poder ejecutivo, se encargaba de coordinar con los verdaderos poderes: los jefes de gobierno de cada uno de los países reunidos en el Consejo de Europa. Sin embargo, el armatoste burocrático fue ganando peso a menudo que se cedía presupuesto para orientar políticas económicas, principalmente del agro. También porque a cada gobierno de cada país le ha venido bien la UE para culparle por las cosas que había que hacer necesariamente pero que nadie quería hacer por el desgaste político.
La UE siempre ha estado gobernada por un pacto entre Socialdemócratas y democristianos, que vienen a ser los socialistas y conservadores más moderados a los que se les ha sumado el partido liberal francés de Emanuel Macron para conformar “la gran coalición” en un Parlamento con 720 sillones sobre el que se negocia cada uno de los sillones del gabinete de ministros, que allí se llaman Comisarios.
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¡Qué vienen los ultras!
El consenso entre los moderados de izquierda y derecha ha hecho crecer la UE en el sentido hablado, pero tal vez el hastío o el hartazgo, todas las encuestas vaticinan una entrada muy fuerte de la ultraderecha en el parlamento que puede hacer variar los equilibrios: la derecha clásica y los liberales (en sentido económico pero también moral) podrían sumar con la ultraderecha que hoy apenas llega a los 100 escaños en dos formaciones divididas y mal avenidas pero condenadas a entenderse en este contexto. Si esto sucede, el fin de la Europa del Bienestar puede tomar forma.
La ultraderecha ha crecido en base a tres ejes argumentales, que de alguna forma son solo uno, y que de alguna forma también, nos tocan de cerca:
La lucha contra la globalización: Por lo general, los partidos de ultraderecha defienden agendas nacionalistas y desprecian las lógicas del mercado globa, incluyendo el mercado común europeo, aunque la eurofobia inicial se ha ido apartando en sus postulados. En principio defienden medidas proteccionistas y un comercio eminentemente local, al menos mientras están en la oposición. Una alianza de la derecha con la ultraderecha, por ejemplo, denostaría aún más el tratado UE – Mercosur que se negocia hace 20 años con un cambio claro de roles. Hoy es la Unión Europea quien no quiere que ingrese grano sudamericano básicamente porque afectaría a las condiciones de vida de los agricultores franceses y alemanes, que a su vez son dependientes de las mismas grandes transnacionales de los alimentos.
La lucha contra la agenda 2030: Las medidas de la transición energética son algunas de las que más cabrean al votante ultra, pero también al conservador, que últimamente lo envuelve en un rechazo a medidas que afectan contra su libertad individual. En este caso, la libertad individual a contaminar y cargarse el planeta. Los apelativos a la agenda son varios. Un norte que cuestione las medidas gradualistas del Acuerdo Verde implicará, según las cuentas actuales, más sacrificios en el sur, que es donde padecemos los mayores estragos. Por otro lado, también es cierto que las políticas actuales que sacrifican nuestro desarrollo para conservar patrimonio mundial mientras el norte sigue consumiendo a velocidades insostenibles no es justo.
La lucha contra la inmigración: El tercer eje argumental y seguramente el más exitoso es el de la lucha contra la migración aunque esté penosamente construido y no concuerde con la realidad: Europa necesita millones de migrantes cada año para cubrir los puestos de trabajo que los locales no quieren hacer y pocos son los que se pueden sentir amenazados en su seguridad laboral por la llegada de migrantes – aunque sí puede afectar a las remuneraciones -. En esas, lo que subyace no es tanto un rechazo a la migración sino a que estos migrantes tengan los mismos derechos que los locales. ¿Quién está hablando de retornar a la esclavitud? El asunto es grave.
En un mundo globalizado y en transformación a un equilibrio multipolar, donde suenan los tambores de guerra a todas horas, donde se desafía al dólar y a toda lógica establecida y donde la política de redes sociales está dispuesta a desafiarlo todo, cualquier chispa puede hacer volar todo por los aires, por lo que conviene ir eligiendo bando – el presidente Luis Arce nos ha colocado esta semana con Putin y en el Foro Económico de San Petersburgo que desafía la ortodoxia occidental.
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Europa hace tiempo que ha perdido peso en la esfera internacional, donde aparece como muleta de Estados Unidos, pero sigue siendo referencia en esos dos asuntos: Cambio climático y Derechos Humanos, al menos de forma declarativa. El ascenso de los ultras y un gobierno ultra – conservad implicará, sin ligar a dudas, un cambio en el discurso y, probablemente, un desmantelamiento de la utopía del bienestar. Sin duda que va a valer la pena estar atentos al desenlace.
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¡Feliz Fin de Semana!