Esclavas de sus pueblos

La situación de las mujeres en los pueblos indígenas es preocupante, pues está enmarcada en roles establecidos, donde la mujer es el último eslabón de la cadena. En la actualidad, las mujeres indígenas viven atrapadas en sus pueblos, sin derecho a educación, liderazgo ni empleo. Su firme...

OPINIÓN
OPINIÓN
La situación de las mujeres en los pueblos indígenas es preocupante, pues está enmarcada en roles establecidos, donde la mujer es el último eslabón de la cadena.
En la actualidad, las mujeres indígenas viven atrapadas en sus pueblos, sin derecho a educación, liderazgo ni empleo. Su firme cadena son las labores domésticas, sus hijos y la censura, si es que ellas deciden incursionar en la política u otra labor económica que las aleje de su familia.

Según el Informe de Desarrollo Humano de Género de 2003 (PNUD): “Bolivia trata mejor a sus hombres que a sus mujeres”. Asimismo, continúa el texto, “Los hombres están más y mejor educados que las mujeres, más y mejor atendidos en su salud que las mujeres, y tienen la posibilidad de generar mayores ingresos, inclusive trabajando menos (…) si consideramos que las mujeres, a diferencia de los hombres, tienen además (…) la responsabilidad casi exclusiva sobre el trabajo doméstico”.

Esta conclusión general se refleja con fuerza en los tres pueblos indígenas (Weenhayek, Tapiete y Guaraní). Según un diagnóstico realizado por la ONG Cerdet sobre la Situación actual de la Mujeres Indígenas en Tarija, éstas continúan con desventajas ostensibles en cuanto al acceso y permanencia educativa tanto en el nivel primario como en el secundario, lo que sigue contribuyendo a mantener su marginación social.

Estos datos explican la escasa importancia que las familias indígenas conceden a la educación de sus hijas. “La marginalidad femenina es mayor en la medida en que avanzan los niveles educativos y se ensancha la brecha urbano-rural”, concluye el estudio.
Pese a los avances señalados en términos de escolaridad, las mujeres para el año 2001 aún se ubicaban en porcentajes inferiores a los hombres, quienes cuentan con 8,24 años promedio de estudio, mientras éstas alcanzaron solamente el 6,65.

Como agravante, la situación de las mujeres rurales e indígenas es más precaria, siendo 3,14 años el promedio de estudio logrado. De la misma manera, las mujeres indígenas reconocen que en las comunidades no existen oportunidades de educación formal, convirtiéndose esto en una debilidad desde épocas ancestrales. Añadido a este panorama sólo existen escuelas primarias, cuyos profesores no son bilingües y enseñan sólo en español.

Pero más allá de la educación hay otro problema, Elizabeth Morales, mujer guaraní de 39 años, cuenta que “es difícil tener un empleo” porque deben asistir a reuniones, salir y dejar la casa sola y con los niños. “¡Huy! la vida familiar…ummmm, la vida de la mujer es difícil pues, difícil, difícil, y sacrificante más que todo, uno le dedica mucho tiempo al hogar nomás”, afirma.

De acuerdo al estudio de la ONG Cerdet la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres está marcada porque los varones continúan llegando a posiciones de dirección y administración. Además que siempre son ellos los principales dirigentes en estos pueblos.
Otra cadena para las mujeres indígenas, weenhayeks, tapietes y guaraníes, es la falta de centros de salud. El estudio del Cerdet señala que esto se debe al difícil acceso a las comunidades y a la poca atención de los gobiernos municipales y departamentales.

Cabe reflexionar sobre estos alarmantes datos y pensar que las mujeres no sólo tienen problemas en la ciudad, sino que hay mujeres en los pueblos indígenas y zonas rurales que están atravesando peores condiciones. Es importante por tanto que la lucha por la igualdad de la mujer y la atención de las autoridades vaya más allá de las ciudades, comience por resolver sus necesidades básicas y termine por brindar concientización y mayores espacios a las mujeres indígenas.

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