La batalla tardía del litio y sus modelos
La industrialización soberana, la mano invisible, la participación del Estado en sociedades mixtas o en el accionariado son algunos de los modelos sobre los que definirá el próximo gobierno
Por mucho que unos y otros lo nieguen, el litio está en el centro de la campaña electoral que ya ha tomado velocidad de crucero en Bolivia. Quedan apenas siete meses para encontrarnos en las ánforas, y aunque el tema principal parece ser la economía, el debate en realidad se articula sobre el rol del Estado en ese aspecto, y ese mismo rol del Estado es el que aparece en el negocio no eclosionado del litio.
Es evidente que el mundo ya ha definido su camino sobre el vehículo eléctrico y la transformación de la matriz independientemente de si Bolivia logra movilizar sus reservas, que siguen siendo las mayores del mundo, pero se estiman ya sobre un 30%, porque evidentemente, todas las empresas del sector se están esforzando en encontrar nuevos yacimientos.
De momento hay cuatro modelos sobre la mesa.
El primero lleva más de una década con plan y Ley del Estado, que obliga a “desarrollar con soberanía tecnológica” la industria bajo el paraguas de YLB y que hasta ahora ha sido un fiasco por diferentes motivos en los que no entraremos a detalle, que van desde la corrupción hasta la evidente limitación técnica y tecnológica. Hasta hoy no se ha desarrollado apenas la tecnología de las piscinas de evaporación que servía para baterías pequeñas y que ya ha quedado atrás. Todos parecen estar de acuerdo en que este modelo es inviable a estas alturas, aunque por motivos ideológicos se resista.
El segundo pasaba por hacer empresas mixtas trayendo inversores extranjeros, más o menos corporativos, donde uno aporta tecnología y el otro capital y recursos. Lo intentó Evo Morales con Ángela Merkel y los potosinos sospecharon del contrato hasta que se tumbó en 2019 – demasiado tarde para evitar la caída – y lo ha intentado Luis Arce con una empresa china y otra rusa, cuyos convenios no tienen posibilidad de pasar por la Asamblea Plurinacional, aunque solo sea por las cuestiones del calendario electoral y la nula voluntad de dar a nadie una victoria política, por lo que el próximo gobierno tendrá las manos libres para fijar su rumbo.
Hay un tercer modelo que es el clásico liberal, el que por ejemplo se está implementando en la Argentina y que probablemente es el que la mayoría de candidatos defiende, pues es similar al que se proponía para los hidrocarburos: dejar que las empresas especializadas se instalen en el país con la normativa que sea y generen puestos de trabajo, impuestos y algunas regalías, que en el sector de la minería por cierto son históricamente bajas.
Hay un cuarto modelo, que en realidad es una variante del tercero y que la ha expuesto el empresario Marcelo Claure, que últimamente ensaya como mega asesor político, en el que las empresas que se instalen para explotar el litio no solo paguen sus obligaciones, sino que entreguen acciones, por ejemplo, de Tesla si es el caso, al Estado Boliviano.
Lo que está claro es que la subasta está abierta y que cada político tendrá su idea en la cabeza y su demonio en el oído. La industria de la energía es la más floreciente del mundo en los últimos 20 años, lo va a seguir siendo en este escenario de crisis ambiental y el litio va a seguir jugando un papel fundamental. Saber quién estará al frente (y detrás) de esa negociación va a ser muy importante para el país.
Destacado.- El debate electoral se articula sobre el rol del Estado en la economía, y ese mismo rol del Estado es el que aparece en el negocio no eclosionado del litio.