El mundo voluble de Donald Trump

Anexarse Groenlandia o Canadá o recuperar el control del canal de Panamá son algunas de las apuestas del presidente electo, que descarga presión sobre Ucrania e Israel

Quedan unos días para que Donald Trump se convierta de nuevo en presidente de los estados Unidos, es el primero que lo hace de forma discontinua, uno de los que asume con mayor edad, seguramente el más rico entre todos sus predecesores y de un tiempo a esta parte, el que más fervientemente está mostrando sus afanes expansionistas.

Sus planteamientos son reveladores y representan una especie de “Fase II” respecto a lo que fue su primera gestión, en la que se le consideró un aislacionista: retiró a Estados Unidos de varios organismos internacionales y acuerdos transnacionales, y mantuvo la idea de que no participaría en guerras que no le interesaran directamente ni gastaría recursos en defender a nadie. Estos fueron también los planteamientos de campaña respecto a la guerra entre Ucrania y Rusia, donde manifestó su voluntad de dejar de financiar a Zelenski, aunque esta postura se ha matizado últimamente, y también respecto a Oriente Medio, donde quedó claro que Israel tendrá las manos libres para operar como considere.

Trump ha introducido nuevos elementos en el debate geopolítico internacional con temas que a su criterio sí le interesan: Comprar Groenlandia o anexarla, convertir Canadá en el Estado 51 de Estados Unidos, recuperar el control del canal de Panamá y hasta cambiar de nombre el Golfo de México son asuntos que hacen a la estabilidad planetaria y sobre todo, son asuntos que hacen a la hegemonía de Estados Unidos frente a China y Rusia.

El “argumento” favorito de negociación es el de subir desproporcionadamente los aranceles a las importaciones de cualquier país objeto de controversia

Trump está “jugando la grande” desde su personalísimo estilo: amenazar, ridiculizar, correr los límites de la diplomacia y ya está generando sismos de calado. A los daneses no les ha hecho ninguna gracia la “opa hostil” sobre la isla de su propiedad, la más grande del mundo, rica en tierras raras e hidrocarburos y clave en la nueva ruta del círculo polar ártico que rusos y chinos han empezado a explotar, siendo esto la justificación argumentada por Trump para su “propuesta” que por cierto ya han escuchado los groenlandeses: su primer ministro hizo guiños sobre la posibilidad de activar el referéndum que los desvincule de Dinamarca para decidir su futuro.

En Canadá el gobierno de Justin Trudeau no ha aguantado ni el primer embate. Verdad que venía muy desgastado, pero presentar la renuncia cuando tu vecino del sur juguetea con tu soberanía no parece lo más digno.

En Panamá, donde Trump considera que China se ha apoderado del canal que los Estados Unidos “devolvieron” al pequeño país centroamericano y las élites del paraíso fiscal consolidado desde entonces han empezado a hacer cálculos sobre cuál sería su mejor decisión.

El “argumento” favorito de negociación es el de subir desproporcionadamente los aranceles a las importaciones de cualquier país objeto de controversia o que se oponga a sus caprichos, un “argumento” que sin duda hace las delicias de sus fanáticos “libertarios” a los que desmonta sus fantasías.

Al menos queda Claudia Sheinbaum, que está dispuesta a jugar la partida de póker hasta el final, porque no pagaron el muro y en la economía, la “destrucción mutua asegurada” también existe.

Sin duda el retorno de Trump, un presidente voluble e impredecible por momentos, con una gestión corta que será la última, salvo que enmiende su Constitución, hace de este periodo un tiempo de alto riesgo. Conviene estar preparados.


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