Bermejo, frontera de dignidad

Es urgente que Bermejo retome su dinámica popular, que las fuerzas del orden sean capaces de desbaratar las mafias y restablecer los equilibrios entre la vida digna y la necesidad

Bermejo nació así, siendo una frontera ciertamente inhóspita custodiada por unos pocos valientes que ni siquiera tenían referencias muy claras de su gobierno de hasta dónde llegaba su Estado. Era demasiado al sur para la burocracia paceña.

Así fue hasta que la Standard Oil extrajo la primera gota de petróleo de las entrañas de Bolivia. Era el pozo Bermejo X2, a unos metros de la tranca y que hasta hoy sigue bombeando líquido negro. Aquella confirmación trajo primero ingenieros, luego algunas carreteras y luego algunos intentos de conformar un núcleo urbano que atendiera las necesidades de los trabajadores de los varios pozos que se encontraron esa zona, pero sobre todo aquel hallazgo trajo la primera historia legendaria que quedó impregnada en el ADN de la región, pues los lugareños aseguran que decenas de barriles se desviaban a diario directamente a la Argentina para no rendir cuentas en Bolivia.

Aun así, la actividad petrolera le dio empaque a Bermejo, trajo funcionarios y creció su poder adquisitivo, pero nunca dejó de mirar a la actividad comercial como enclave estratégico en la ruta a Orán y Salta. Los pozos fueron creciendo, también los pasivos ambientales y los años transcurrieron sin demasiada alegría hasta que la Revolución Nacional del 52 trajo nuevos proyectos: el ingenio azucarero.

El emprendimiento agrícola, a imagen y semejanza de los que se habían impulsado al otro lado de la frontera hasta más allá de Ledesma dinamizó la región y le dio nuevas expectativas de desarrollo. La zafra requería de grandes cantidades de temporeros que también requerían insumos y compras, así que el comercio siguió siendo central en la ciudad que aún vivió un nuevo repunte con el descubrimiento del pozo gasífero X44.

Los 90 fueron una década clave con la transformación del Ingenio en Sociedad Anónima en un proceso moroso bancado por los trabajadores y con la región quedando relegada respecto al Chaco en el nuevo auge del mercado gasífero, pero ahí seguía la frontera comercial, atenta a cada cambio, inteligente en sus lecturas, capaz de adaptarse a velocidades endiabladas a la demanda de uno y otro lado de la frontera y cumpliendo su rol de estabilización y confraternización entre pares, pues al final son los intereses y no las nacionalidades los que mejor sellan la paz y la convivencia.

El asunto ha tornado en problema cuando las mafias se han instalado en la zona y el narcotráfico ha empezado a compartir bodegas, rutas y porteadores con un comercio de dimensiones aceptables a ambos lados de la frontera. El problema siempre ha sido, por encima de todo, la violencia que provoca la avaricia, el abuso y el afán de controlarlo todo.

Es urgente que Bermejo retome su dinámica popular, que las fuerzas del orden sean capaces de desbaratar las mafias y restablecer los equilibrios entre la vida digna y la necesidad y se destierren las trampas y los excesos. Bermejo es un pueblo de valientes que lleva décadas custodiando una frontera muchas veces olvidada, pero digna.


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