Hablar del puente
Será difícil que los tarijeños olviden cuánto costó un puente construido por empeño, y ojalá eso sirva precisamente para orientar las prioridades del futuro
El puente 4 de Julio, o como finalmente se decida denominar, está concluido. Lo está porque el alcalde Johnny Torres aplicó un criterio y lo ha mantenido hasta el día de hoy, pues con el grueso de la inversión ya realizada no había otra alternativa que terminarlo. Torres y su equipo además le han dado una especie de toque premium con la iluminación y en general, popularizando su acceso con el estilo propio de esta gestión.
Se trata pues de un éxito, pero eso no puede hacer olvidar los asuntos más peliagudos alrededor de esa construcción que finalmente fue un empeño del exalcalde Rodrigo Paz y sus concejales municipales y que, a la postre, constituyeron su “tumba política” en Tarija, donde no intentó volver a ser candidato a alcalde y tampoco dejó a nadie para “aprovechar” la sigla que de forma exprés logró durante su gestión.
Tarija tiene muchas necesidades de conexión, necesita ordenarse y consolidarse como una ciudad más compacta que optimice los recursos invertidos en servicios
Las observaciones son por demás conocidas y van más allá del precio de salida, que siempre fue caro en relación a la comparación con otros proyectos similares que se han ejecutado en Tarija, donde además casi todas las obras solían ser más caras que en otros departamentos del país, en cualquier caso, vale la pena recordarlas, porque la necesidad de ubicar un puente exactamente en el lugar en el que se hizo, con otros dos puentes en poco más de un kilómetro, nunca estuvo justificado.
Esa falta de justificación topó además con el gran problema en el que al parecer nadie pensó, pues nunca estuvo claro cómo iba a canalizar el tráfico hacia el centro de la ciudad sin tocar la avenida panamericana, arteria vital y orgullo de la ciudad durante años. Hasta hoy sigue sin resolverse el tema de los accesos dejando más en evidencia la inutilidad del mencionado puente, pues quienes quieran utilizarlo tendrán que usar las rotondas del puente Bicentenario o del puente San Martín.
Tal vez la ubicación fue definida por esas ínfulas que a menudo enajenan las mentes de los políticos, esas ganas de figurar, esos afanes por entrar en la posteridad, por seguir presente a pesar del paso de los años, algo que tal vez no garantizaba un buen puente en San Luis o un buen puente que conectara las dos riberas del río desde la avenida Integración.
Ahora, si ese era el objetivo, posiblemente se ha alcanzado: será difícil que los tarijeños olviden cuánto costó un puente construido por empeño, y ojalá eso sirva precisamente para orientar las prioridades del futuro y que eso no vuelva a pasar.
Tarija tiene muchas necesidades de conexión, necesita ordenarse y consolidarse como una ciudad más compacta que optimice los recursos invertidos en servicios, sean de provisión de agua, de electricidad, de transporte o de recojo de basura. El puente debe servir para recordarnos a todos que Tarija debe ser eficiente en el manejo de sus recursos y transparente en su toma de decisiones.
Modernizarse es otra cosa que tener un puente bonito.