Brasil en el juego continental y mundial
Brasil es promotor principal de los BRICS precisamente desde el primer mandato de Lula, pero también es el principal enlace con la diplomacia de Naciones Unidas
Se cumple estos días la cumbre del G20 en Brasilia con un Lula da Silva exultante en su papel de anfitrión, aunque no exento de sospechas por ambos bandos que se reúnen en este grupo “informal” pero que viene a ser clave en la definición de políticas públicas (su aplicación es otra cosa).
El G20 nació a finales de siglo y tomó fuerza a partir de la crisis de 2008, con Barak Obama como presidente de Estados Unidos y todo su discurso del multilateralismo necesario y la gobernanza global más inclusiva. Eran los años en los que la economía mundial se había desplomado por los excesos crediticios de Estados Unidos y donde se hicieron proclamas rimbombantes como “el fin del capitalismo” que pronunció todo un ícono del liberalismo francés como Nicolás Sarkozy y que años después apenas se tradujo en la exigencia de cobrar al menos el 15% del impuesto sobre volumen de negocio de las grandes transnacionales refugiadas en paraísos fiscales en cada país, algo que apenas pueden aplicar los países más fuertes. Del resto hay muy pocas cosas concretas que se puedan destacar como grandes acuerdos a lo largo de los últimos 15 años más allá de declaraciones genéricas contra el hambre, contra las guerras, y últimamente, sobre la Inteligencia Artificial y la libertad de empresa.
Lula es el anfitrión de una cumbre del G20 de transición en la que el ausente Trump será el protagonista y en la que el gigante continental debe acabar de encontrar su camino
Como fuere, el foro se mueve más o menos al mismo ritmo que Naciones Unidas, y un poco más allá, al ritmo de lo que marca el presidente de Estados Unidos, por lo que el nuevo e inminente aterrizaje de Donald Trump en la Casa Blanca ha enfriado aún más cualquier rastro de optimismo antropológico que podría quedar en el planeta y sus autoridades.
Lula da Silva está haciendo un ejercicio de equilibrios interesante desde que retornó al poder que le puede acabar dando mucho sentido en el plano internacional, pero que por el momento no le está dando ningún rédito electoral al interior del país, donde las posiciones más conservadoras volvieron a ganar las municipales. Brasil es promotor principal de los BRICS precisamente desde el primer mandato de Lula, pero también es el principal enlace con la diplomacia de Naciones Unidas y el actual orden mundial y tal vez el único de los grandes que todavía defiende con cierta energía la agenda verde y la lucha contra el cambio climático.
Su rol en el último conflicto en Venezuela, donde ha presionado abiertamente a Maduro para validar su elección de alguna forma o repetirla, le ha granjeado ciertos enemigos internos y probablemente ha quedado desconfigurado en el continente, y aunque su objetivo principal sigue siendo lograr un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, su fuerza sigue naciendo de ser la principal potencia en un continente que no habla su idioma, pero si baila a su ritmo.
Brasil vive en esa encrucijada entre liderar la unidad Latinoamericana siendo un gigante sin competencia, o buscarse la vida en solitario. Nadie, salvo Brasil, espera demasiado de este G20 de transición y en guerra. Quizá eso le sirva para acabar de decantar sus prioridades.