Hidrocarburos, la misma piedra
El modelo boliviano del MAS se basó en esperar a que empresas extranjeras vinieran a explorar, y el fracaso es elocuente
El ministerio de Hidrocarburos ha vuelto a la carga con una reforma legal para el sector que vuelve a cargar las tintas en lo mismo: los incentivos para las empresas petroleras que vengan a invertir en Bolivia.
Se trata de un error recurrente que tiene muy poco que ver con las grandes declaraciones que acompañaron a la nacionalización y que, sobre todo, la han mantenido viva como caballo de batalla, más que como fórmula de gestión real. Algún día el MAS en pleno tendrá que explicar por qué decidieron no asumir el riesgo de la exploración directa, sobre todo en los años de bonanza, y se escudaron en la excusa tradicional de los riesgos y los costos.
El mundo que ya no se toma tan en serio aquello de acabar con las energías fósiles y ha vuelto a considerar que las técnicas no convencionales, a lo mejor, no son tan agresivas como se pintaron
Solo en los primeros años de la post nacionalización se tomó en serio la posibilidad de que YPFB asumiera riesgos. Duró poco en parte porque eran tiempos de precios altos y las empresas tradicionales habían “rescatado” favorablemente sus contratos tras la “renuncia” de Soliz Rada. Como contraprestación al “socios no patrones”, prometieron algunas inversiones que, tiempo después se ha comprobado, se referían esencialmente al desarrollo de campos y no ha nuevas exploraciones.
La ensoñación duró hasta entrado el final de la segunda gestión de Morales, ya con la nueva Constitución. Los jerarcas del sector le habían tomado gusto a las cenas de copete, a los viajes en helicóptero y a las reuniones de postín, pero las reservas se agotaban y la industrialización había sido olvidada hacía años.
El encargado de darle la vuelta a la situación fue el tarijeño Luis Alberto Sánchez al que se le encomendó dejar de lado la industrialización y promover la exploración a como diera lugar, y lo hizo: primero confiscó recursos del IDH de Gobernaciones, alcaldías y universidades y los puso en un Fondo de Incentivos para pagar más por el mismo trabajo hecho más rápido; después desmontó la protección legal de las áreas protegidas y las sacó a concurso. El MAS de Evo se quitaba la careta pachamamística por la “causa” luego de haber malgastado millones de dólares en campaña proselitista por todo el país sin haber apuntalado la base de la gallina de los huevos de oro.
El resultado es conocido: fracasó. Los contratos de exportación a Brasil y Argentina acaban irremediablemente porque no hay recursos suficientes para sostener ninguna extensión, ni tampoco su industrialización, ni tampoco ningún sueño de llegar al mercado del GNL por el pacífico.
El objetivo hoy sigue siendo el mismo: aumentar las reservas, aunque esta vez es para volver a empezar en un mundo que ya no se toma tan en serio aquello de acabar con las energías fósiles y ha vuelto a considerar que las técnicas no convencionales, a lo mejor, no son tan agresivas como se pintaron. Cosas de la nueva economía que seguramente el Ministerio de Hidrocarburos seguramente ha considerado en un proyecto de Ley que, de lo contrario, volverá a incidir en el mismo error de siempre: pensar que alguien de fuera va a venir a solucionar nuestros problemas.