El BCB, el litio y los tiempos del gobierno

De nuevo Bolivia necesita producir más dólares para sostenerse y si el gas no es el camino, porque la inversión no está ni se le espera, hay que buscar alternativas

Verdad que eso de la independencia de los Bancos Centrales puede ser una de las tantas quimeras de la democracia liberal; que detrás de cada uno siempre subyace una ideología afín a la autoridad de turno que allí lo ha puesto, sea en la Reserva Federal de Estados Unidos, sea en el Banco Central Boliviano o en el argentino, que por ideología va a desaparecer; y verdad que al final, sus políticas monetarias y económicas son instrumentos al servicio del plan global de gobierno.

Es también verdad que al final su papel es el de dar certidumbres a la economía nacional, sobre todo para los agentes externos, y que en esas, ocupar un rol absolutamente discreto suele ser lo más aceptado. Hay bancos centrales cuyo representante es un rockstar, tipo Cristine Lagarde del Banco Central Europeo, y otros que apenas tienen nombre; hay unos que publican muchos estudios y reportes y otros que apenas respiran.

Lo cierto es que lo que no puede hacer un Banco Central es faltar a la verdad ni simplificar hasta tal punto que pierda su mínima solvencia técnica exigible.

“El nivel alcanzado por las Reservas Internacionales Netas (RIN) a agosto de la presente gestión ($us2.147 millones), se explica principalmente por la no realización de inversiones en exploración ni producción en el sector hidrocarburífero, que provocó una disminución en la actual producción, implicando menores ingresos de divisas al país. Pese a ello, con la finalidad de proteger el poder adquisitivo de la población, se mantuvo la subvención del diésel y la gasolina” señala el comunicado de la entidad emitido ayer y que ha generado muchas reacciones por lo que en sí significa: no hay ninguna certeza, ni siquiera remota, de que en el corto plazo la situación de los hidrocarburos en el país vaya a cambiar.

El Banco Central alega otros asuntos que son reales: presionan a las reservas el pago de la deuda con tipos de interés elevados, pues somos al final los países pobres los que vamos a acabar pagando aquella fiesta postpandémica que se convirtió en inflación y se pretende controlar con las recetas ortodoxas del sistema, y también faltan recursos porque no llegan los créditos internacionales – más deuda – de organismos multilaterales por la disputa interna. En cualquier caso, ambos puntos parecen estar dentro de la coyuntura sistémica, mientras que el asunto de los hidrocarburos no.

De nuevo Bolivia necesita producir más dólares para sostenerse y si el gas no es el camino, porque la inversión no está ni se le espera, hay que buscar alternativas. El BCB hace referencia en esto a la política de “industrialización con sustitución de importaciones”, pero deja de mencionar el litio, que al final parece que será de nuevo la llave de la supervivencia.

El proyecto de industrialización soberana ha sido extraordinariamente lento y el tiempo se acaba. Urgen resultados o soluciones alternativas y conviene ser muy contundente en esa diatriba: regalar el país nunca debe ser una opción a barajar.

El gobierno tiene la palabra.

Destacado.- El proyecto de industrialización soberana del litio ha sido extraordinariamente lento y el tiempo se acaba


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