La violencia es patriarcal

Un mundo más libre, donde todas las personas tengan las mismas posibilidades de elegir, es el que nos librará de la violencia

El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, con la finalidad de visibilizar la violencia contra las mujeres y niñas a nivel mundial. Se pretende fomentar así la ejecución de políticas por parte de las naciones del mundo para la erradicación de la violencia de género, así como brindar apoyo y generar conciencia sobre la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas, pero como todo lo que se hace en el marco de las Naciones Unidas, se ponen de relieve los datos y los problemas derivados de esta violencia, pero las causas suelen quedar en la nebulosa para que nadie se sienta señalado, o peor, se fuerzan situaciones para “empatar”.

En el año 2000 la Asamblea General de la ONU designó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, invitando a gobiernos, organizaciones internacionales y ONG’s a involucrarse y coordinar acciones que eleven la conciencia pública para eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres.

Como principal antecedente de esta efeméride, desde 1981 militantes y activistas en favor del derecho de la mujer observaban el 25 de noviembre como día de protesta y conmemoración contra la violencia de género. La fecha de este Día Internacional de la Violencia contra la Mujer fue elegida para honrar la memoria de las hermanas Mirabal, tres activistas políticas de la República Dominicana que fueron brutalmente asesinadas en 1960, por orden del dictador dominicano Rafael Trujillo, pero podría ser cualquier otro, porque efectivamente, todos los días en todo el mundo se sigue maltratando mujeres y se siguen asesinando por el simple hecho de ser mujer.

Con demasiada frecuencia, en Bolivia el 25 de noviembre se va convirtiendo en el día de contar cadáveres para después combinar una serie de promesas de futuro y palmaditas en la espalda, a veces se hace algún señalamiento externo, pero ligero. Al día siguiente a trabajar. Hay quien quiere ver cambios en el hecho de que haya más mujeres que hombres en tal o cual institución o en que la cifra de muertas haya bajado de dos por semana a 1,85 en los últimos dos años, como si eso garantizara la efectividad de alguna política.

Evidentemente hay una forma efectiva de luchar contra los feminicidios que es policial y judicial y para la que, de verdad, no hacen falta más talleres, sino que los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado cumplan con las funciones asignadas y apliquen los sesgos que corresponden. Que se esmeren en proteger a las víctimas y en perseguir a los agresores. Todo esto hay que hacerlo aunque el cambio definitivo requiera un esfuerzo de fondo que cambie la mentalidad, que por cierto nunca cambiará por sí sola si no se utilizan precisamente las leyes y los elementos a nuestro alcance para que así sea: multas, sanción social, educación, etc.

La violencia contra la mujer es siempre la consecuencia de una dominación, de una relación no sana basada en la desigualdad donde uno es propiedad del otro y donde se da más valor a uno que al otro. Es la sociedad patriarcal que existe en todo el mundo y que en Bolivia se respira en cada institución, en cada evento social, en cada acto. Y es por eso por lo que necesitamos más medidas que garanticen la libertad de las mujeres para poder elegir.

Hay que cambiar de raíz, pero no se puede esperar sentado a que eso pase. Hay que dar pequeños pasos todos los días. Porque un mundo más libre, donde todo el mundo tenga las mismas posibilidades de elegir, es el que nos librará de la violencia.


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